Cae el capo, viva el capo
vendría a ser el jefe del mayor imperio empresarial de la droga a escala mundial, con intereses transnacionales en 54 países y que factura unos US$3 mil millones al año, unos 23 mil millones de quetzales.
DESPUÉS DE SU CAPTURA en Guatemala, en 1993, el Chapo sentó sus reales en la cárcel de Puente Grande, Jalisco, donde se convirtió en la autoridad. Desde el penal, reestructuró su cartel a través de su celular, sin restricciones de ningún tipo. La mexicana Anabel Hernández, autora del libro Los señores del narco, dice que en esa prisión el capo aprendió a negociar con los políticos y a invertir en campañas electorales, lo que le permitió crear una red de protección de funcionarios gubernamentales. En entrevista con News Week, la investigadora indica que el capo no se fugó en el 2001 sino que pagó por su salida cuando se cansó de estar en la cárcel.
FUERA DE LA PRISIÓN, Guzmán Loera sentó en una mesa a los principales jefes narcos de México y logró articular una alianza criminal con dominio en 25 de los 32 estados de ese país, con lo que generó una nueva dinámica del narcotráfico. Hernández dice que el Chapo aportó a la unión el apoyo del gobierno panista que consistía en no molestarlos sino en atacar a los carteles enemigos. Esa habría sido la razón de que durante 13 años el jefe de jefes se hiciera humo, aunque las autoridades siempre supieran dónde estaba.
SI FUERA CIERTO que la recaptura fue negociada, ¿qué habría motivado a Guzmán Loera a entregarse? Tras el retorno del PRI al poder hubo una recomposición de fuerzas e intereses políticos, pese a que el Chapo fue un fuerte financista de la campaña electoral de Ernesto Peña Nieto, según Phil Jordan, exmiembro de la DEA, en declaraciones a Univisión. El cambio de lealtades políticas determinó que el actual gobierno le advirtiera a el Chapo que se entregara o sería capturado porque ya no iba a tener protección, como lo aseguró a la agencia Efe otro exintegrante de la DEA, Héctor Berréllez. En ese pacto se habría negociado que no será extraditado a Estados Unidos, mientras el capo podría dirigir con comodidad sus negocios desde la cárcel. Por de pronto, los jueces le abrieron proceso a el Chapo por crimen organizado, no por narcotráfico porque, según ellos, “no hay pruebas en su contra”. Para Berréllez, el relevo en la jefatura del narco podría recaer en Rafael Caro Quintero, fundador del desaparecido cártel de Guadalajara y que salió de la cárcel en agosto pasado. Como se ve, el proceso sucesorio ya estaría preparado.
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