Aleph

Ligia Hernández: otra injusticia

Es, como decimos coloquialmente, el chivo expiatorio.

“Pon al lobo a redactar la ley (y/o a aplicarla) y verás que devorar ovejas no es delito”, dice la frase que recientemente enviaron a uno de mis chats. Se aplica bien al caso de Ligia Iveth Hernández Gómez, actual Directora del instituto de la Víctima, que por ningún lado puede llamarse caso. Esta nueva injusticia, se suma a muchas otras construidas “a dedo”, como parte del plan golpista que el pacto de corruptos ha venido ejecutando, impunemente, en los últimos años.

Es, como decimos coloquialmente, el chivo expiatorio.

El día que capturaron a Ligia Hernández, y a pesar de que  ella ya se había puesto antes a disposición de la justicia porque estaba segura de que no existían razones para tal captura, sus captores armaron una escena de esas de las malas películas: las camionetas blindadas cerraron la calle donde se encuentra el Instituto y se bajó un contingente de desproporcionado tamaño a capturar a una sola mujer que no le debe nada a nadie, como si se tratara de una peligrosa criminal. La orden de captura la emitió el  juez Orellana, señalado por servir a las mafias y responsable de las órdenes de captura contra Samari Gómez y Jose Rubén Zamora, entre otros hechos.

Las mafias quieren hacer de este tipo de capturas, procesos ejemplares para una sociedad guatemalteca que, en buena parte, está ya cansada de la corrupción y de los corruptos que abusan del poder que ostentan. ¿Hasta cuándo y hasta dónde? Hasta que las Cortes estén lideradas por gente decente y capaz, sin importar de qué lado del espectro ideológico estén; hasta que los diversos sectores de la sociedad civil vuelvan a expresar su cansancio de todas las maneras posibles y decidan hacer un frente común ante crisis como ésta; hasta que se ordene administrativamente toda la institucionalidad del Estado; hasta que cambie la ley de Servicio Civil; hasta que salgan de los puestos de poder los corruptos que hoy siguen dando un golpe de Estado que afecta a las presentes y futuras generaciones; hasta que la justicia vuelva a ser Justicia. La manera de hacer política debe cambiar en Guatemala; los que tienen el poder económico no pueden seguir comprando a tantos operadores políticos para velar por sus intereses,  y la justicia debe servir a toda la población, no solo a las minorías que han gobernado por décadas.

Vuelvo a lo sucedido con Ligia Hernández. Ha sido un proceso cargado de irregularidades, que van desde que Orellana se negara a entregar el expediente para que el juzgado de turno llevara a cabo una primera audiencia para que ella rindiera su primera declaración, según lo ordenado por la jueza que le informó de los motivos de su detención a la Directora, hasta la certeza de que ella fue capturada, básicamente, para golpear al Movimiento Semilla. Hernández es una de sus fundadoras y, antes de llegar al Instituto de la Víctima, una diputada que representó muy bien al partido en el Congreso de la República. Era la más débil a sacrificar, porque no tiene derecho a antejuicio por no ser Ministra de Estado, sino Directora de una instancia gubernamental. Es, como decimos coloquialmente, el chivo expiatorio.

Las injusticias, las prisiones y los exilios se siguen sumando. La venganza es, en todas ellas, el motivo de fondo. Y todas lastiman nuestra intención democrática, así como las vidas y  las familias de gente que se ha atrevido a nombrar la corrupción o a luchar contra ella. Hernández llegó al Instituto de la Víctima deseando hacer una diferencia: desde el inicio denunció, por ejemplo, las plazas que la anterior directora había dado para pagar favores políticos y quiso generar espacios laborales dignos para las y los trabajadores del Instituto. Esto lo hizo desde un enfoque de derechos humanos, lo cual significa respetar los horarios de la gente que allí trabaja, abrir los espacios del Instituto para todas y todos, sobre todo sabiendo que trabajan con víctimas, en un país donde -además- la violencia social y política, abundan. Cuidar a quienes trabajan con sobrevivientes de algún tipo de violencia, ha sido para ella un horizonte inicial, algo que no entienden quienes no entienden de nada más que de poder, corrupción y favores políticos.

La cabeza erguida, estimada Ligia. Como ciudadana, agradezco tu compromiso con la democracia y tu lealtad hacia Guatemala y tu partido. Como mujer, valoro inmensamente tu caminar y tu rectitud. Como persona que valora la libertad y la justicia, confío en que pronto estarás, de nuevo, caminando por las calles de tu país y dirigiendo alguno de sus destinos.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.