Una fe impuesta no me pertenece

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La otra parte fundamental es que no se deben mezclar cuestiones religiosas y el asunto de la fe. Cuando hablamos de religiosidad nos referimos a prácticas que debemos coordinar y así poderlas practicar de común acuerdo, para que tengan sentido y propósito, en particular cuando hemos sido enseñados en ellos. De común coordinación desarrollamos nuestras prácticas, sean estas de religión católica, evangélica, u otra recordando que estas en ninguna manera pueden ser comparativas. Por ejemplo, cómo recaudan dinero o cuán extensas son sus reuniones o bien cómo eligen a sus líderes.

Cuando hablamos de fe, estamos en el terreno absolutamente personal y no importa cuál sea la devoción religiosa. Muchos puede que no participen o exterioricen involucramiento religioso, pero eso no implica que son carentes de fe y muchas veces nos llevamos la sorpresa que son más fervientes en su fe que los que no se pierden una práctica religiosa.

Deberíamos ser muy cuidadosos en no criticar a la gente por su fe y devoción, porque esta es de carácter muy personal y no hay espacio para medir o comparar la fe que se tiene. Lo más natural es ver a muchos cuando están atravesando por los momentos de la vida que más que difícil son incómodos de explicar y es mejor depender de un Dios en el que creen y de esa manera sentirse entendidos. Por ello en el peregrinaje que les toca vivir pueden verse con la gallardía y serenidad que los embarga al punto de que uno muchas veces les pregunta: “¿Cómo le hace para poder resistir esta prueba?”. La respuesta nos llega con la misma serenidad: “Dios sabe, estoy confiando en Él”. Por lo mismo, muchas veces llegamos para confortar a un amigo, pariente o conocido que está atribulado o en algún problema o dolor y cuando la visita o el encuentro llega a su final debemos sinceramente admitir que si bien fuimos para expresar ánimo y fortaleza, salimos más fortalecidos nosotros en verles la firmeza y la fe que expresan en ese trance difícil y desagradable que están pasando.

Es bueno saber que mucha gente impone por querer dominar y los que también tienen poca autoestima se prestan a este juego. Es tiempo de recordar que en cosas de religión y de fe debemos instruir, orientar y ayudar, porque todos somos diferentes y tenemos diferente manera de vivir la vida.

Siendo realista, en la Guatemala donde vivimos en estos días, si queremos tener salud e higiene mental por las realidades que nos rodean, debemos aferrarnos con fe a un Dios que no solo nos entiende sino está dispuesto a ser nuestro Dios en la relación personal y llevarnos paso a paso para que las cosas que suceden a nuestro derredor y que no hay modo de explicarlas Él nos dé la valentía de poderlas vivir tomados con fe que es de lo más personal que pudiera ser.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.