Sin embargo, los vecinos no tienen la posibilidad de contar con un automóvil, por lo que, para salir del caserío, deben hacerlo a pie o esperar los viajes que una camioneta efectúa tres veces por semana que cobra Q35 por pasaje para llevarlos al casco urbano del municipio.
“El pasaje es muy alto. Para llegar a la capital tenemos que gastar Q45 y no siempre tenemos ese dinero. Estamos aislados”, relató la vecina María Godínez a Prensa Libre, durante un recorrido por esa población.
Por la poca facilidad para salir de la comunidad, las enfermedades diarreicas y respiratorias, en especial en los niños, son atendidas con “agüitas de alguna hierba”.
Godínez comentó sobre casos recientes, donde un niño y una mujer fallecieron porque las unidades de rescate no pudieron entrar al poblado.
“Hace como 55 días un niño se cayó al río y se ahogó. Se murió porque la ambulancia no pudo entrar”, aseguró.
El otro deceso ocurrió porque se incendió la casa de una mujer, pero ninguna motobomba de los socorristas pudo ingresar, ella muió carbonizada.
“Dios nos libra”
Para las mujeres del caserío, la falta de agua es el principal problema que afrontan.
Cada día, las amas de casa caminan a un pozo natural que se encuentra en el terreno de un vecino. Aunque no les cobra, del afluente solo pueden llenar una tinaja de agua por familia; de lo contrario no alcanzaría para todos.
“Tenemos que acarrear agua. En esta época hay escasez en el pozo y a veces hay que ir hasta el río a traerla. Esa agua no la cloramos ni la hervimos, pero bendito Dios Él nos ha librado de una enfermedad”, contóÉlida Pérez, otra pobladora.
Como el líquido de la tinaja solo les alcanza para cocinar, la ropa se lava en el río Caliche. Las señoras reconocen que no se trata de agua limpia.
“Bañé a mi hija en el río, y pasó bastante tiempo jugando allí. Después le salió un salpullido en todo el cuerpo y ahora, aunque le eche crema, siempre tiene la piel escamosa, ya no se cura”, relató Iris Canté.
“Comemos frijolitos”
En El Volcancito viven 95 niños menores de 10 años, y de ellos, por lo menos una docena padecen desnutrición crónica.
Durante el recorrido efectuado por Prensa Libre en la comunidad, se conoció el caso de las hermanas Blanca Azucena, 11, y Lesbia Marisol González, 14. Las dos son muy bajas y delgadas y aparentan menos edad. Ambas cursan cuarto grado de primaria.
En la misma familia vive una niña de 2 años y medio, sobrina de las menores, quien debido a que nació con labio leporino y paladar hendido no podía comer, por lo que también padece la enfermedad.
Así están afectados Marco Antonio Canté, 2 años y medio, quien se enferma de manera frecuente con diarrea y tos; Jessica Corina, 10, pesa 34 libras y ha repetido segundo grado tres veces.
Miranda Ortiz, de 3 años, fue detectada con desnutrición durante una visita que hicieron trabajadores del centro de Salud de Palencia. Sin embargo, según Marilú Pérez, madre de la niña, luego de dejarle una bolsa de Incaparina y recomendarle una dieta para la menor, los salubristas no volvieron.
La dieta diaria de las familias de esa comunidad es a base de frijol y arroz, además de algunas hierbas.
Educación
La mayoría de niños de la población asiste a la escuela del caserío, aunque esta solo tiene dos aulas.
Uno de los salones se utiliza para que una maestra enseñe a niños de primero a tercero primaria, y en el otro, dos profesores dividen el pizarrón para dar clases de cuarto a sexto primaria.
“En la escuela aprendemos a ser educados, a ser responsables; nos enseñan cosas buenas”, aseguró Lesbia González.
Al concluir sexto grado, los niños no podrán continuar sus estudios de secundaria. “Queremos más aulas y que se haga un instituto también, porque queremos que nuestros hijos sean mejor que nosotros”, manifestó Godínez.
Cuando hay presupuesto para refacción escolar, los alimentos se cocinan al aire libre utilizando leña.
“Ya no volvieron”
Catalina Canté, otra de las vecinas, tiene 16 años de vivir en el caserío. “Nunca nos han ayudado los alcaldes. Lo que más necesitamos es agua, pero solo vienen a ofrecernos ayuda para que votemos por ellos. Nos dicen que no nos quieren ver con la tinaja en la cabeza, pero al ocupar su cargo se olvidan de nosotros”, expuso.
Esta es una queja de toda la comunidad, pues aseguraron que incluso han llegado candidatos presidenciales a ofrecer desarrollo, pero al lograr su objetivo no vuelven.
Los habitantes se organizaron y pidieron ayuda al alcalde de Palencia, Ramiro Pérez, del Partido Patriota, quien les ha dicho que por falta de presupuesto no pueden abastecerlos con agua.
Este medio intentó conversar con Pérez, pero en la Municipalidad y en su teléfono celular no se obtuvo respuesta.
Mientras esperan por la ayuda de las autoridades, los habitantes de El Volcancito siguen recorriendo sus caminos llenos de tierra y supliendo sus necesidades con la siembra y cosecha de maíz y frijol. Todos esperan el invierno para poder abastecerse de agua.
Datos
21 años tiene de existencia el caserío El Volcancito.