Tillie Craig murió al recibir una serie de golpes con una tubería de plástico por Ellen por no barrer bien, un castigo habitual en la secta. La mujer ocultó el crimen durante más de tres décadas hasta que un antiguo miembro del grupo lo denunció a la policía.
Un tribunal de Nueva Gales del Sur, en el sur australiano, condenó a Craig, de 62 años, a la máxima pena por homicidio, incluidos seis años en los que no podrá solicitar la libertad condicional, después de que la acusada se declarara culpable en junio y expresara su arrepentimiento, informó el medio ABC.
La jueza Natalie Adams expresó que cree en la posibilidad de reinserción de Craig, pero lamentó que su expresión de arrepentimiento haya llegado tan tarde.
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Gerard Stanhope, padre de la víctima, obtuvo la custodia de la niña después de su desaparición y la buscó durante décadas. Stanhope en un escrito enviado al tribunal afirmó que la pérdida de su hija es “una herida que nunca cicatriza”.
Según la investigación, Craig amonestó y golpeó a su hija en julio de 1987 y, alarmada al comprobar que había muerto, colocó el cadáver en una bañera y aguardó a que llegara el líder de la secta, Alexander Wilon.
Varios miembros de la secta colaboraron para incinerar el cuerpo de la menor en la granja de la secta situada cerca de Oberon, Nueva Gales del Sur, tras lo cual obligaron a todos a guardar silencio y la madre contó que la había dado en adopción a una pareja sudafricana.
Craig fue expulsada más tarde de la secta y regresó a Nueva Zelanda, donde cambió de nombre.
Sin embargo, un exmiembro del grupo reveló el crimen a la Policía australiana, que reabrió el caso en 2019 y consiguió la extradición de la madre, que terminó confesando el crimen.
“Nunca me perdonaré por lo que he hecho. Todo lo que puedo hacer es tratar de vivir con ello y expiar la culpa que pueda“, dijo en un escrito la condenada, quien explicó que en sus años en la secta se sentía despegada de su hija y que quiere cumplir su pena para que se haga justicia.