Rincón de Petul
La masculinidad releva a la migración. Nadie habla más de ella
Intentó colocar su carta ganadora (la migración) en el debate. No lo está logrando.
Atrás quedaron las épocas cuando los votantes de Estados Unidos aceptaron que la migración fuera un péndulo sobre el que se decidiría su elección presidencial. Distantes parecen los días cuando un Donald Trump logró girar la discusión política al campo dialéctico que él quería, cuando enunció que los migrantes “mexicanos” eran violadores y que traían consigo drogas y crimen. Sus palabras tenían la intención de crear un escándalo mayúsculo, y lo lograron. Dieron así, de hecho, forma a un discurso alrededor de la fobia al extranjero que moldeó la campaña electoral en 2015. Y luego, los meses y los años transcurrían, pero ese debate seguía adherido como un tema central. La fórmula parecía mágica, y la alimentaba con políticas antes consideradas inaceptables para una sociedad moderna. Pero, mientras más draconiana y autoritaria la medida, más se hablaba de ella. Y de esto, el pícaro Trump, acostumbrado a vender su nombre como una marca, siempre parecía salir victorioso.
Sin embargo, el idilio para Trump no fue eterno. En el camino, como lo es la vida, la cosa se complejizó. Otros problemas surgieron y su campaña de reelección no tuvo la misma agilidad para conservar la migración con la misma intensidad de la decisión pública. La del 2020, entonces, no fue como la anterior, una elección sobre el péndulo de la migración. La pandemia del covid y sus altos costos humanos y económicos barrieron sobre sus simplistas intenciones. Y, paralelamente, sus temerarias medidas unilaterales, que amenazaban legados centenarios de la república y de la democracia, fueron más preocupaciones que acapararon la intranquilidad pública. Los votantes optaron por la alternativa menos arriesgada, cansados, tal vez, de ya cinco años de incendios políticos que destruían su mero tejido. Estos no pararon, y de hecho se intensificaron, con su estupefaciente renuencia a reconocer la derrota.
Lo que en julio parecía ser una victoria asegurada republicana, ahora no lo es.
Los años de Biden transcurrieron y todo sumaba a la misma retórica anti-migratoria. Este febrero, las encuestas detectaron que a la frontera sur como la principal preocupación, de cara a la elección de noviembre. Jugaban en contra de la Casa Blanca los números, a pesar de que estos no son sino la continuación de una larga tendencia al alza de migrantes desde que este se volvió en un tema protagónico, en 2014, con la crisis de menores no acompañados. Pero la inhabilidad demócrata, junto con la facilidad de Trump para incendiar con el tema, le daban resultados. La Convención Republicana, en julio, fue una celebración anticipada de victoria. Pero todo ha cambiado, y dos hechos sobresalen en una nueva dinámica: el que una mujer, además liberal, pueda ser presidenta. Y la incorporación de J. D. Vance a un binomio que apela a masculinidades, digamos, tradicionales, que causan enormes controversias.
El panorama cambió. Lo que en julio parecía ser una victoria asegurada republicana, ahora no lo es. Los demócratas ascienden en popularidad, pero las minuciosas batallas en las tribus electorales irán decantando los seis estados donde se deciden las elecciones. Un problema principal que aqueja a Trump es que la elección no gira en torno a los debates que él pone sobre la mesa. De nuevo, intentó colocar su carta ganadora (la migración) en el centro. Fue su crítica principal a la gestión de la Casa Blanca. Pero no lo está logrando. Ahora, toma su lugar una percepción peligrosa para el binomio Trump-Vance, que ha está tomando la cara de un patriarcado anticuado y radical. El binomio Harris-Walz, en cambio, apela a nuevos ideales sobre la masculinidad, magnéticos en especial para el gran segmento de las mujeres y de los no viejos. En pocas palabras, EE. UU. nuevamente decide en una elección quiénes son como pueblo. Solo que ahora, no tanto sobre dónde nace el que es considerado “americano”.