Votos electorales y voluntad cívica
EL TRIBUNAL SUpremo Electoral tiene ahora la enorme tarea de poner en orden a quienes se burlan así de las leyes de la materia. Desconozco si podrá o querrá hacerlo, pero sí tengo clara la profundización del desprestigio de tal ente político como consecuencia de muchas de sus decisiones, sobre todo por no haber exigido a los políticos acatar las normas preelectorales. Se ha esgrimido el argumento de la escasa o nula capacidad del TSE para imponerse, por diversos motivos. Pero no se ha dicho nada de la necesidad de emplear su fuerza moral, de actuar según los valores y principios, no tanto según los requisitos legales, algunos de ellos mejorables e incluso discutibles. Mientras los castigos sean multas irrisorias, nada podrá cambiar.
UN ASPECTO LOABLE DE las leyes electorales de Guatemala es la votación voluntaria, es decir, la posibilidad del ciudadano de no asistir a las votaciones, lo cual se convierte en una forma de voto de protesta o de rechazo ante las agrupaciones pseudotribales calificadas en Guatemala con el nombre de partidos políticos. Lamentablemente, este rechazo se queda en eso: una muestra de decepción, pero no tiene efecto alguno en las elecciones. Con excepción de los comicios de la Asamblea Nacional Constituyente en 1984 y las elecciones generales de 1985, los votantes representan un porcentaje menor al 50%, con lo cual si bien han sido legales —por no haber habido fraudes— solo representan el criterio de la mayoría de una minoría.
LA REALIDAD INDICA varios aspectos fundamentales: a) La existencia cada vez mayor de guatemaltecos menores de 18 años. b) El desinterés de ellos por la política, en general. c) Por tanto, el desinterés en participar como votantes, mucho menos como candidatos o simpatizantes de algún grupo, o más bien de un candidato. d) Su rechazo ante los abusos de todo tipo, en especial la corrupción y sus representaciones en los negocios turbios, el amiguismo, el nepotismo. Si a eso se le agregan otros muchos ejemplos, como es el caso de quienes viven en aldeas lejanas, el machismo representado en las órdenes conyugales o paternales para votar por alguien, deja clara la imposibilidad práctica de elecciones con participación mayoritaria.
A TODO ESTO DEBE AÑAdirse el efecto negativo de la falta de educación y de instrucción, lo cual facilita el efecto de las campañas cancioneras, de vallas con sonrisas y frasecitas vacías de contenido (por ejemplo: sí se puede —mano dura, cabeza y corazón —la violencia se combate con inteligencia —hagamos de la ley nuestro camino—. En la actualidad, a quien cumple 18 años le dan una cédula electoral. Si no le interesa votar, es inútil. Debería ser voluntario pedirla, porque así hay más posibilidades de votar, y hacerlo a conciencia. Quienes rechazan la forma de actuar de los políticos y de los “partidos”, tienen poca motivación para votar. Solo aumentan el número de electores y dificultan enormemente la posibilidad de elecciones mayoritarias.
marioantoniosandoval@gmail.com