Almácigo de campeones
Las medallas olímpicas de Ruano, Barrondo y Brol son hoy un faro que debe dar dirección a las políticas de educación y formación deportiva.
Guatemala vive la emoción de sus mejores resultados olímpicos en siete décadas de participación. El antecedente inmediato fue la medalla de plata de Érick Barrondo, en Londres 2012, que desató inédita euforia, por ser la primera en la historia. Ahora, doce años después, un oro y un bronce logrados por los tiradores Adriana Ruano y Jean Pierre Brol, respectivamente, despiertan un generalizado orgullo. Aún hay expectativa de más preseas en otras disciplinas, y ante los logros expuestos es necesario abandonar el conformismo de que “basta con participar” y poner la vista en el futuro de la competitividad olímpica guatemalteca en más deportes.
Se necesitan cambios en el manejo y cuentadancia pública de los recursos destinados al deporte federado y al Comité Olímpico Guatemalteco. La autonomía constitucional es valiosa, pero no es un pretexto para la discrecionalidad, el dispendio y, menos aún, para el boato con el que suelen manejarse ciertas dirigencias. También se necesita un plan de largo plazo en nueva infraestructura multidisciplinar.
Pero el nuevo porvenir olímpico guatemalteco no solo está en la mejora física y organizacional de las instancias directamente involucradas, por ley, en ese cometido. Se necesita una estrategia nacional que apunte a enriquecer la base de talento humano competitivo, esencialmente infantil y juvenil, en todos los deportes del espectro federado. Sí, ese almácigo de talentos está en los patios de escuelas e institutos. Son velocidades, inteligencias kinestésicas, habilidades, pero, sobre todo, mentes que deben ser alimentadas con ideas de excelencia y triunfo.
“Más fuerte, más alto, más lejos, juntos” reza el lema de los Juegos Olímpicos, pero puede germinar en la sencillez de una comunidad rural, en un campo de futbol sin graderíos, en un trayecto recorrido a pie o en bicicleta, a diario. Muchos de los grandes e históricos campeones guatemaltecos han crecido en entornos rurales, a menudo rodeados de adversidades y limitaciones económicas. Doroteo Guamuch ganó la maratón de Boston en 1952 con zapatos de vestir. ¿Qué habría pasado si hubiese recibido apoyo real, en preparación física y emocional, insumos y apoyo económico?
La Dirección de Educación Física del Ministerio de Cultura y Deportes ha servido en los últimos 30 años para promover unas cuantas actividades lúdicas y de ejercicio, pero no existe un programa de descubrimiento y apoyo de vocaciones deportivas. Del lado del Ministerio de Educación también existe una inercia que se convierte en limitante. La clase de “Física”, como suele llamársele coloquialmente, es un período de calistenia, gimnasia y unas cuantas carreras de velocidad o resistencia, pero de ahí no pasa.
Por norma, los profesores de Educación Física deberían registrar y reportar a los estudiantes con posible aptitud para una disciplina deportiva, a fin de que puedan tener opción sistematizada a participar en una federación o en juegos escolares con resultados vinculantes. Así también, el estudio teórico de las disciplinas puede precipitar la germinación de talentos que hoy desconocen las posibilidades de desarrollo físico y competitivo. Las medallas olímpicas de Ruano, Barrondo y Brol son hoy un faro que debe dar dirección a las políticas de educación y formación deportiva.