EDITORIAL

Carrera contra desechos y a contrarreloj

El tratamiento de desechos es costoso y no rinde tanta publicidad como polideportivos, rifas de motos en ferias o salones sociales.

En el nombre de volubles prioridades y la invocación lastimera de limitaciones presupuestarias ediles —que muy poco disimulan actitudes clientelistas—, Sebastián Siero, alcalde de Santa Catarina Pinula  y actual presidente de la Asociación Nacional de Municipalidades (Anam), solicitó a la Corte de Constitucionalidad, el 5 de junio último, suspender varios artículos del Reglamento de Tratamiento de Desechos Sólidos. La CC denegó  la suspensión provisional, con lo cual las comunas de todo el país siguen obligadas a implementar la recolección de basura clasificada y plantas de tratamiento a más tardar el 11 de febrero de 2025.

La separación de desechos sólidos debió iniciarse en agosto del año pasado, pero se otorgó una prórroga de 18 meses que coincide con la obligación ambiental de las municipalidades. El acuerdo gubernativo que sostiene esta estrategia para reducir la contaminación en pueblos, barrancos, ríos y lagos se publicó en 2021, pero en dos años no se avanzó prácticamente nada en las 340 comunas, y la situación no ha mejorado.

Sistematizar la separación y tratamiento de desechos no es  un objetivo sencillo, ni rápido, porque implica una transformación cultural después de décadas de indolencia ante el impacto de la basura. Pero por eso mismo debe comenzar cuanto antes. Los ciudadanos tienen que aprender a separar plásticos, papel, vidrio y materia orgánica, mientras que los recolectores deben adaptar sus vehículos a las nuevas condicionantes. Las municipalidades son el último y fundamental eslabón de esta operación, pues deben procurar el reciclaje, reutilización o transformación de lo recolectado; sin embargo,   solo algunas han dado pasos serios hacia el saneamiento. Y eso que existen algunas iniciativas ejemplares y replicables.

El tratamiento de desechos es costoso y no rinde tanta publicidad como polideportivos, rifas de motos en ferias o salones sociales, pero constituye un paso evolutivo fundamental para la conservación de recursos y de la calidad de vida de las comunidades.  Pese a ello, muchos alcaldes  no entienden o no les interesa entender. Por eso acuerpan tácticas dilatorias como las de Siero, con la necia esperanza de que se vuelva permanente la desobligación. Sin embargo, según la Constitución, las municipalidades se organizan para velar por la operación de servicios públicos, y la conservación ambiental es clave, no solo por ornato, sino por salud, pues evita el daño a las fuentes de agua.

En tiempo electoral, los candidatos a las alcaldías se pelean por ganar votos y ofrecen mejorar a la administración anterior. Pero cuando llegan rehúyen  los temas de fondo  y prosiguen con lo obvio, lo inmediato y lo cosmético.  Eso no es ser alcalde, porque, dada su etimología, esta palabra proviene del árabe al-qadí, “juez”. Y ello implica tener un juicio justo, ecuánime, ponderado, racional y fundamentado sobre las necesidades de la comunidad, lo cual a menudo implica tomar decisiones impopulares, pero visionarias.

La CC dejó vigentes los artículos de la Ley de Tratamiento de Desechos, aunque falta el fallo definitivo.  Sin embargo, apenas el 31 de mayo, esa misma CC declaró en suspenso la entrega de  estudios  para la instalación de plantas de tratamiento de aguas servidas a cargo de las municipalidades.  En otras palabras, no solo la basura daña el recurso acuático del país, sino también los desagües que muchas comunas solo han dirigido al río más cercano por décadas. Es decir, quizá allí hay necesidad de otra corrección de fallo al  estilo olímpico, aunque en el ínterin se pierde tiempo precioso y costo de oportunidad para empezar el saneamiento de tantos desechos.

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