Los volcanes del centro y occidente superan en su mayoría los tres mil metros sobre el nivel del mar. Los del oriente son relativamente pequeños, apenas cuatro superan los dos mil metros.
¿Y qué tal si se escalaran todos estos pequeños montes en una sola expedición? Se logró en cuatro días, pero no fue una tarea fácil.
Día 1
Ascenso al Cerro Alto, cuya cumbre se alcanzó después de 45 minutos de lidiar entre senderos de piña. Es el único volcán “oficial” del departamento de Guatemala. Tiene excelentes vistas hacia el Volcán de Pacaya.
El siguiente objetivo, Jumaytepeque, en Santa Rosa, el cual logramos en 12 minutos. Buenas vistas, muchas fotos. Descenso, y hacia el siguiente. Esa sería nuestra dinámica por los siguientes días. El tercer volcán del día fue el Alzatate, el cual se logró en una hora. Fue agradable, pues el clima hasta ese momento estuvo parcialmente nublado, lo que evitó el fuerte sol.
La siguiente meta, el volcán Jumay, en Jalapa. Este tiene 776 metros de desnivel. Se logró la cumbre en dos horas. En el descenso, alguien del grupo empezó a sufrir dolores de rodilla, por lo que bajamos el paso. Bajamos a las 22.15 horas. Cenamos pasta.
Día 2
De pie, a las 4.30. Nos fuimos hacia el volcán Tobón, en San Pedro Pinula, Jalapa. Mucho trayecto en bus. Lo escalamos en 18 minutos. Otra hora en bus de regreso a la cabecera. Luego subimos al Tahual, que escalamos en una hora. Hermosas vistas nos acompañaron en todo momento. Aunque se trataba de una maratón, fue imposible no quedarse en la cumbre a contemplar los valles. Desde aquí observamos el Alzatate y también a nuestro próximo anfitrión: el Suchitán.
No fue fácil de vencer, pues con nuevos cercos, hubo que buscar la ruta entre lodazales, que fueron poco a poco mermando la fuerza de las piernas. El descenso fue más directo y con un regalo de la creación, un espectacular atardecer. Fue obligado parar a contemplar tanta belleza. Demoró dos horas y 35 minutos llegar a la cumbre. Ya llevamos dos de los tres volcanes más duros y siete de los 18 planificados.
Nos dirigimos a la base del siguiente volcán, el más lejano de la Ciudad de Guatemala —205 km—, el Quetzaltepeque, en Chiquimula. Neblina, frío y llovizna fueron los acompañantes. Dormimos unas cuatro horas.
Es imposible no darse cuenta de las duras condiciones que enfrentan los pobladores, pues la carretera es mala. Este podría ser un atractivo turístico impresionante, pero con lo que cuesta llegar
Día 3
Salimos a las 5.30 horas. La neblina era densa. Descubrimos bosques húmedos, sencillamente misteriosos, hermosos. Primer volcán, Quetzaltepeque, con su infinidad de epifitas. Hace frío, pero nos ayuda a no sentir el cansancio. Una hora de ascenso.
El siguiente volcán fue el Ixtepeque, cuyo sendero está lleno de obsidiana. No es tan grande, pero tiene cierta dificultad, pues el camino se esconde. Tiempo hacia la cumbre, dos horas.
Nos dimos cuenta de que empezamos a hacer casi el mismo tiempo de ascenso que de descenso, en parte por el terreno mojado, lodo, o por las espinas, o por lo cerrado del sendero, o quizás el cansancio que no queríamos reconocer. En cada volcán, una nueva razón o una buena excusa.
Fue el turno de Las Víboras. Una hora de ascenso, pero nos agarró la noche en la cumbre.
Luego de bajar, con un objetivo claro y con inquebrantable determinación, nos dirigimos hacia la base de los volcanes Monterrico e Ipala, que están juntos. Como buen aliciente, escalamos primero el Monterrico, en apenas 16 minutos; descendimos, y nos fuimos al Ipala, que tomó una hora y 13 minutos.
Día 4
A las 5 horas, al volcán Chingo. Dos horas hasta la cumbre. Se debe pasar por una finca privada con previa autorización. Este fue el último volcán de los “difíciles”, con 815 metros de desnivel. Luego, hacia el Culma, sobre el que los montañistas suelen bromear al llamarlo “nevado del Culma”, por su pequeño tamaño —87 metros de desnivel—. Sin embargo, le tomamos mucho respeto: el camino es bastante cerrado y se atraviesa un bosque de acacias.
A continuación, el Amayo o Las Flores. Una hora sobre un sendero bastante claro. La gente está presta a acompañar o indicar el camino. De aquí fuimos hacia el Moyuta. Iniciamos con luz, pero llegamos a la cumbre usando linternas. En la oscuridad se veían las luces de los pueblos circundantes.
Luego nos dirigimos a nuestro último objetivo, un volcán pequeño: Cruz Quemada, en Ixhuatán, Santa Rosa. Aunque llegar no requirió más de dos horas en bus, apenas tomó seis minutos conquistar su cumbre, que supo a victoria. Eran cerca de las 22 horas, tras cuatro días de dormir poco, caminar mucho, recorrer en bus por cientos de kilómetros y vivir una experiencia que nos acompañará por siempre.
A pesar de las ampollas, dolor de pies y rodillas, volvimos satisfechos… y lo volveríamos a hacer.