Cervantes, el gran escritor del Siglo de Oro español, murió en la pobreza el 22 de abril de 1616 y fue enterrado al día siguiente en esta iglesia, adyacente a un convento, que, desde entonces, ha sufrido varias remodelaciones.
Cerca de cuatrocientos años después de su muerte, el lugar exacto de su enterramiento, sigue, sin embargo, siendo un misterio. Las religiosas siguen viviendo en el convento y utilizando la iglesia, declarada bien de interés cultural desde 1921, lo que hacía difícil llevar a cabo una búsqueda sin una localización precisa.
“¿Por qué buscar los restos de Miguel de Cervantes? Porque es un personaje mundial, porque en el fondo toda la humanidad está en deuda con él, y porque tenemos la posiblidad y la tecnología capaz de localizar esos restos y sacarlos de una tumba anónima para poner una lápida encima. Por qué no intentarlo si tenemos todo eso?”, dijo Fernando de Pardo, historiador encargado de la búsqueda.
“Él nos ha dado mucho. Vamos a intentar por lo menos ese poco de poner su nombre encima de una lápida para diferenciarlo de esa tumba anónima”, añadió.
Las ondas electro-magnéticas permiten detectar si el suelo ha sufrido algún cambio, como sería el caso de una sepultura.
Los científicos peinarán 220 metros cuadrados, que cubren el suelo de la iglesia y dos salas adyacentes, durante la primera fase de la búsqueda, que debería durar tres días.
Los resultados serán después analizados durante entre dos y tres semanas antes de que sus conclusiones sean presentadas al ayuntamiento de Madrid. En total, Fernando de Pardo estima que el conjunto de la búsqueda debería costar unos US$150 mil.
Nacido en 1547, en la vieja ciudad universitaria de Alcalá de Henares, cerca de Madrid, Miguel de Cervantes es considerado como el padre de la novela moderna con su Don Quijote de la Mancha, publicado en 1605, antes de que su éxito le llevara a publicar una segunda parte en 1615.