Pluma invitada
Biden hizo lo mejor para Estados Unidos
Conozco al presidente desde hace más de cuarenta años. Como copresidente de su campaña, tuve el privilegio de trabajar muy de cerca con él en los últimos dieciocho meses.
Mi trabajo es contar historias y he pasado toda mi carrera supervisando la creación de cuentos fantasiosos para el cine, la televisión, el teatro y la industria editorial. En todos estos formatos, hay una inspiración atemporal detrás de todas las mejores historias —desde La guerra de las galaxias hasta Avatar y El rey león— y es el viaje del héroe.
Biden ha tenido una de las presidencias más exitosas de nuestra historia.
Según ese concepto, que desarrolló el escritor Joseph Campbell, el héroe abandona su hogar y se enfrenta a tragedias personales y desafíos extremos antes de llegar a un momento crucial, cuando él o ella debe tomar una decisión trascendental y altruista.
Así fue para Joe Biden. Conozco al presidente desde hace más de cuarenta años. Como copresidente de su campaña, tuve el privilegio de trabajar muy de cerca con él en los últimos dieciocho meses. He visto quién es de primera mano. No conozco a nadie que haya sufrido una tragedia personal más profunda, con la pérdida de su esposa, hija e hijo. Sin embargo, de algún modo, el mandatario ha logrado transformar esas pérdidas monumentales en una especie de superpoder. Una y otra vez, he visto cómo, a través de su dolor, el presidente ha podido ayudar a otros a sanar el suyo. Su empatía y optimismo no tienen límite.
En parte gracias a su comprensión empática de Estados Unidos y los estadounidenses, Biden ha tenido una de las presidencias más exitosas de nuestra historia. Su victoria en las primarias del Partido Demócrata le valió el derecho a buscar la reelección y prolongar su trayectoria de éxito.
Cualquiera en su lugar habría hecho lo mismo. De hecho, es lo que hacemos todos. Como observó el psicólogo Adam Grant, es parte de la naturaleza humana resistirse al cambio y seguir haciendo lo mismo. “Una de las tragedias de la condición humana es que usamos nuestros enormes cerebros no para tomar decisiones racionales, sino para racionalizar las decisiones que ya tomamos”, escribió.
Esto es lo que hacen los humanos, mas no los héroes. Sin duda alguna, en las últimas semanas, el presidente se mantuvo firme y defendió el trabajo que había hecho y seguía haciendo, además de reunir a los líderes de la OTAN en una demostración de unidad y fuerza que habría sido inimaginable durante el mandato de su predecesor.
Pero también supo escuchar. Para el presidente, esto nunca fue personal. Siempre se enfocó en hacer lo más conveniente para el país. Lo más importante era garantizar que Donald Trump jamás volviera a pisar la Casa Blanca. Cuando el mandatario vio que esta misión estaba en peligro, hizo lo que pocos podrían hacer: el domingo pasado, soltó las riendas sin egoísmo.
Aunque primero se aseguró de dejarnos en buenas manos. Como de costumbre, Biden se remitió a la esencia estadounidense. Desde que George Washington y John Adams asumieron la presidencia y la vicepresidencia por primera vez, el vicepresidente ha sido una especie de presidente en entrenamiento. A partir de Adams, algunos de nuestros mejores presidentes fueron vicepresidentes primero, como Teddy Roosevelt, Harry Truman, Lyndon Johnson y George H.W. Bush.
Ahora, Kamala Harris está preparada para continuar con esta gran tradición. Se le ha puesto a prueba y está lista. Llevo veinte años de conocerla y he admirado en primera fila sus logros extraordinarios como procuradora, fiscal general, senadora y vicepresidenta. Estos puestos son de los más desafiantes para cualquier individuo. Son diez veces más difíciles para una mujer y diez veces más aún para una mujer de color.
Una y otra vez, Harris ha sido subestimada. Una y otra vez, ha triunfado. La vicepresidenta ha ganado casi todas las elecciones en las que ha contendido. Lleva toda una vida de triunfos y estoy completamente seguro de que este noviembre no será la excepción.
Debo admitir que, para quienes conocemos y estimamos al presidente, ver esta transición es algo agridulce. Imagino que recuerda al tenor de hace más de 227 años, cuando Washington anunció que no volvería a contender por la presidencia, un momento que captura la magnífica canción “One Last Time” del musical “Hamilton” de Lin-Manuel Miranda: “Vamos a enseñarles a Decir adiós; digamos adiós, por última vez”.
El domingo 21 de julio, el presidente nos enseñó a decir adiós por última vez. Al igual que Washington, la decisión que tomó fue la correcta, la más honorable y la más altruista. En pocas palabras, la decisión que Joe Biden tomaría.
Inspirado en ese ejemplo, veo el futuro con optimismo. Tantas cosas en esta campaña han sido impredecibles e impactantes. Pero las cuestiones fundamentales permanecen. Como afirmó el presidente, en estas elecciones se decide el alma de la nación.
Espero que tengamos la sabiduría para darle la espalda al dictador en potencia que nos regresaría al pasado y mirar a Kamala Harris, una nueva lideresa inspiradora que nos llevará hacia delante en el heroico viaje de nuestra nación.
c.2024 The New York Times Company