Punto de encuentro
Querida Virginia Laparra:
El MP como estado paralelo es un gigantesco nubarrón sobre la tan anunciada primavera.
La primera vez que escuché su nombre fue en el 2022. Esa mañana del 24 de febrero, como es costumbre, encendí la radio de mi automóvil para sintonizar el noticiero. Entonces informaban sobre su captura (un día antes, cuando salía de su trabajo en la Fiscalía de Quetzaltenango) y los supuestos delitos que había cometido según la acusación del Ministerio Público (MP) de María Consuelo Porras Argueta.
Indignan y duelen todos los exilios y el encierro de Jose Rubén Zamora y el exfiscal Stuardo Campo.
Estábamos en aquel momento siendo testigos de cómo la Fiscalía General emprendía con saña una cacería en contra de fiscales y jueces anticorrupción que, como usted, habían investigado o juzgado a personas poderosas vinculadas a estructuras de corrupción y redes político-económicas ilícitas, como las nombró la Cicig.
Unos meses antes, en julio de 2021, se había visto forzado a salir del país Juan Francisco Sandoval, hasta entonces jefe de la Feci, a quien Porras Argueta despidió arbitrariamente para impedir que continuara investigando distintas denuncias de corrupción que involucraban (lo supimos más tarde) al entonces presidente Alejandro Giammattei y su círculo cercano. Procesos disciplinarios, despidos injustificados, denuncias administrativas y penales en contra de su propio personal se convirtieron en el modus operandi de un MP al servicio de los corruptos.
A partir de entonces seguí de cerca su calvario enfrentando a un sistema que desde hace tiempo dejó de ser de “justicia” para convertirse en uno de impunidad para los poderosos, y de persecución y castigo para los justos. Su encierro en una bartolina de Mariscal Zavala, bajo un régimen de aislamiento en donde le permitían salir a tomar el sol una hora al día, evidenció los oscuros propósitos detrás de su captura y de los procesos fabricados a partir de denuncias espurias.
Luego vino una primera condena en su contra y hace pocos días una segunda. Y es que la impunidad, como usted bien lo sabe Virginia, no solamente se trata de proteger a los delincuentes sino de utilizar el poder punitivo del Estado para perseguir indebidamente a los inocentes. Y en eso estamos en esta Guatemala, con más de cincuenta fiscales, jueces y abogados probos refugiados en el extranjero para preservar su vida y su libertad y con una jefa del MP señalada de actora corrupta y antidemocrática por 48 países. El mundo al revés.
Y no solamente abogados/as, también personas defensoras de derechos humanos, estudiantes y profesores/as universitarios, líderes sociales y periodistas. Más de 100 compatriotas que salieron del país para protegerse del estado paralelo en el que Consuelo Porras y sus adláteres han convertido al Ministerio Público. Indigna y duele todo lo que han tenido que padecer fiscales y abogadas que, como usted, Eva Sosa, Thelma Aldana, Gloria Porras o periodistas como Julia Corado o Michelle Mendoza han tenido que padecer al separarse de sus hijos e hijas a quienes seguramente les es muy difícil procesar que, aun siendo inocentes, sus madres son perseguidas como delincuentes.
Indignan y duelen todos los exilios y también el encierro del colega Jose Rubén Zamora y del exfiscal Stuardo Campo que están siendo víctimas de la perversión de un sistema que les cancela audiencias, entorpece su derecho de defensa y les mantiene privados de libertad como pena anticipada.
Su salida del país, Virginia, nos interpela y coloca de nuevo sobre la mesa la necesidad imperiosa de la salida de Consuelo Porras de la jefatura del MP. El reconocimiento que le brindó el presidente y su tuit solidario son valiosos pero insuficientes. Usted se vio obligada a salir y seguiremos viendo a personas valiosas encarceladas y criminalizadas mientras no haya una acción contundente para terminar con este estado paralelo que es un gigantesco nubarrón sobre la tan anunciada primavera.
Reciba mi solidaridad y respeto.