Editorial

Lectura, imprescindible

La realidad no se puede ocultar: tan pletórica expresión creativa contrasta con la baja comprensión lectora de muchos estudiantes y egresados de bachillerato,

Hace tres lustros, los desarrollos de dispositivos de lectura digital, tabletas, audiolibros y formatos de ediciones literarias electrónicas parecían perfilarse como un augurio sobre el inminente fin de la industria del libro impreso. Cierto es que el mercado de la lectura se ha visto sacudido, transformado y ampliado por los abundantes soportes electrónicos. No obstante, contra vientos tecnológicos y mareas de innovaciones persiste la mágica sensación, la cálida vivencia y la pacífica fascinación provistas por el libro de papel y tinta.


Es inevitable e impredecible la continuidad de la transformación generacional de hábitos de entretenimiento, información, comunicación y lectura. Pero aún no se cumplen aquellos oráculos que ya para el 2020 trazaban el fin de la era del libro impreso. En el ajetreo de la vida multitareas y el bombardeo de alternativas de ocio digital, la lectura de creación literaria impresa, en prosa o verso, de ficción o realidad, de autores nacionales y extranjeros, se mantiene como un verdadero remanso para la creatividad, la motivación y el crecimiento intelectual.


El público, en general, demuestra su interés por esta forma de comunicación, pero es en especial llamativa la curiosidad de niños y adolescentes en actividades como la reciente Feria Internacional del Libro (Filgua). La razón es sencilla y plantea una profunda paradoja: la lectura es aprendizaje, gozo, conexión, viaje, concelebración creativa, encuentro intemporal, interpretación ilimitada, comprensión abierta, espacio para la empatía y también para la emoción.


En el evento mencionado, del cual Prensa Libre tuvo la oportunidad de divulgar actividades diarias, fue notoria la abundancia de lanzamientos y títulos recientes para todos los públicos. Ello pone de manifiesto el florecimiento de nuevas voces: poetas, narradores, ensayistas y científicos guatemaltecos que imprimen su huella en el acervo nacional. Sin embargo, la realidad no se puede ocultar: tan pletórica expresión creativa contrasta con la baja comprensión lectora de muchos estudiantes y egresados de bachillerato, un lastre que solo puede ser atendido por decisión personal, pero cuyo incentivo depende de padres y maestros.


El impacto tecnológico en la vida actual y futura es ineludible, los desafíos de la productividad son acuciantes y las necesidades de aprendizaje multidisciplinario para desarrollar capacidades e innovación constante constituyen una marca de estos tiempos. La llamada inteligencia artificial parece facilitar algunas tareas y, por momentos, suplantar habilidades humanas, así como hace parecer prescindible el aprendizaje de ciertos procesos, conceptos y datos. Sin embargo, nada sustituirá el potencial único de cada inteligencia orgánica personal, don de Dios y cuyos alcances solo se descubren con la experiencia, la educación y nuevas preguntas.


En esa búsqueda de mentes abiertas a la transformación y el cambio, la lectura comprensiva, atenta y exigente sigue siendo un engranaje básico. El Estado debe retomar las ediciones que faciliten obras maestras guatemaltecas a las nuevas generaciones. Es una pena que desde hace décadas la inversión en este campo haya sido exigua. Las luces no son suficientes, pese a que en otras latitudes constituyen la primera puerta para la creación joven que renueva paradigmas.

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