Prosperidad integral

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A menudo vemos al dinero como sinónimo de prosperidad. Con frecuencia escuchamos que la solución a los problemas económicos es obtener más, olvidando que el dinero no tiene un valor intrínseco, solamente es un medio de pago o de intercambio que permite, dependiendo de cómo lo administremos, generar alguna riqueza material.

La riqueza es la abundancia de cosas, de activos perecederos que nos permite tener cierta comodidad en la vida. Tanto el dinero como la riqueza se pueden obtener con o sin valores éticos, en cuyo caso no podría haber prosperidad.

El objetivo de la economía familiar debe ser el buscar la prosperidad integral de todos sus miembros. ¿Qué es y cómo se logra? La palabra prosperidad deriva del latín prosperitas, que significa curso favorable de las cosas, y de la palabra griega eudóo, y significa ayudar en el camino, lograr alcanzar, triunfar en algo. La palabra integral se refiere a las partes que forman un todo, de manera que la prosperidad integral tiene que ver con la totalidad del ser: espíritu, alma y cuerpo.

Para ello necesitamos adquirir bienes que perduren y permitan administrar sabiamente nuestros recursos. Un bien es aquello que en sí mismo posee un valor positivo y que es altamente estimable. Hay bienes tangibles e intangibles, y estos últimos son poderosos para transformar una sociedad, tales como: el carácter íntegro, la honestidad, el trabajo y el valor de la vida humana, que pueden perdurar de una generación a otra.

Ser próspero integralmente no se traduce en la abundancia de bienes materiales, sino en un estado adecuado de seguridad, confianza, credibilidad, justicia, identidad, esperanza, equidad, libertad, etc., que de manera conjunta produce bienestar moral, social y económico. Esto se logra teniendo una adecuada relación con Dios, una sana relación matrimonial y familiar, relaciones laborales o de negocios justas, y relaciones sociales equitativas donde valoremos al ser humano por sobre todas las cosas.

De nada serviría tener dinero o generar riqueza si los hemos adquirido de manera deshonesta y si no estamos capacitados para administrarla sabiamente, porque se convertirán en tropiezo para nuestra vida. Dale riqueza a tus hijos sin que tengan formado un carácter ético, y lo estarás condenando al fracaso. Busca la riqueza desmedida y traerás ansiedad a tu vida, y jamás estarás en paz.

La nación entera será próspera cuando las familias se fortalezcan y los individuos desarrollen un carácter ético en todas sus relaciones. No se trata de dinero o riqueza, sino bienestar en todas las relaciones, comenzando con la relación con Dios.

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