Punto de vista

La Fuerza Armada y las elecciones venezolanas

El deber de la Fuerza Armada Nacional el día de las elecciones presidenciales es respetar y hacer respetar la voluntad soberana del pueblo en las urnas.

Faltan pocos días para una de las elecciones presidenciales más determinantes en la historia contemporánea de Venezuela. Todas las encuestas serias y reconocidas están dando una ventaja relevante al candidato de la oposición democrática Edmundo González Urrutia. Después de 25 años de régimen chavomadurista, hay un profundo deseo de cambio en la población venezolana. Frente a este escenario, Maduro trata de proyectar la imagen de que la Fuerza Armada (FAN) es uno de sus principales puntos de apoyo. El artículo 328 de la Constitución dice que la Fuerza Armada: “constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política, que está al servicio exclusivo de la nación y en ningún caso, al de persona o parcialidad política alguna”. Además, el artículo 330 prohíbe “a los o las integrantes de la Fuerza Armada Nacional participar en actos de propaganda, militancia o proselitismo político”. Pero el régimen no descansa en multiplicar las actividades de proselitismo político en el seno de la FAN.

El deber de la Fuerza Armada Nacional el día de las elecciones presidenciales es respetar y hacer respetar la voluntad soberana del pueblo en las urnas.

En democracia, las Fuerzas Armadas necesariamente deben ser institucionales, profesionales y, sobre todo, apolíticas, porque tienen en custodia las armas de la totalidad de la Nación, constituyen el brazo armado del Estado, que tiene el monopolio de la violencia legítima. Por tanto, no deben intervenir en la lucha política, ya que se convertirían en un partido armado y/o en guardias pretorianas del gobernante de turno. El pretorianismo militar es una característica típica de sociedades dictatoriales, subdesarrolladas y/o semibárbaras, como en la Corea de la dinastía Kim, en la Cuba de los Castro, en el Zimbawue de Mugabe y en la Uganda de Idi Amin Dada. En una democracia es simplemente inadmisible que los custodios de las armas de la nación intervengan directamente en la acción política. Las Fuerzas Armadas de todas las democracias existentes son las más eficientes y respetadas por sus pueblos, son instituciones profesionales, apolíticas, obedientes y no deliberantes. Son un instrumento del Estado, pero no del gobierno ni mucho menos del partido de turno. En efecto, el militarismo es una degeneración de la profesión militar, una expansión hipertrófica y, por tanto, patológica de su campo de acción. En la actualidad, las fuerzas armadas subordinadas al poder civil democrático son las fuerzas armadas profesionales y eficientes de los países avanzados. En cambio, el militarismo es una cualidad típica de los países atrasados y de fuerzas armadas de opereta, ineficientes, corruptas y, generalmente, violadoras congénitas de los derechos humanos de sus conciudadanos. Las fuerzas armadas profesionales, serias y unidas se basan en la disciplina, la obediencia y el respeto irrestricto a la ley. En cambio, la glorificación de la acción audaz y violenta, al margen de la ley, es una característica de la montonera o de una partida de pillos y, obviamente, crea las condiciones para la división, la indisciplina y el sectarismo.

El deber de la Fuerza Armada Nacional el día de las elecciones presidenciales es respetar y hacer respetar la voluntad soberana del pueblo en las urnas, de acuerdo con su juramento de lealtad a la Constitución, como lo demanda también la Conferencia Episcopal Venezolana en su reciente exhortación pastoral.

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