Escenario de vida
El Parque Nacional Laguna de Lachuá está al acecho
La lista de invasiones a lo largo de varias décadas es interminable, sin que nadie pueda pararlos.
Todos los que amamos a Guatemala debiéramos apreciar las áreas protegidas del país, ya que son nuestros preciados tesoros de incalculable valor. Y digo “incalculable”, porque una vez invadidos, depredados, quemados o convertidos en pastos de ganado o para sembrar frijol o maíz, su valor se vuelve inexistente y nos afecta a todos.
El color turquesa de sus aguas y la forma casi perfectamente redonda de su laguna la hacen resaltar de manera extraordinaria.
Las áreas protegidas ofrecen servicios ambientales como el agua, oxígeno, bancos genéticos, alimentos para las aves y animales del bosque, regulación del clima, moderación de fenómenos naturales, tratamiento natural de aguas residuales, prevención de la erosión, conservación de fertilidad de los suelos, control de plagas, polinización y regulación de los flujos de agua.
Para la mayoría de personas que viven en las grandes ciudades, estos servicios parecieran invisibles y no comprenden que para gozar de estos servicios es necesario conservar nuestros ecosistemas. Muchas personas no los saben valorar, hasta que son afectados con la calidad de aire, agua o suelo en sus municipios. Las consecuencias son tan graves que, más adelante, recuperarlas resulta prácticamente imposible.
Por ejemplo, el Parque Nacional Laguna de Lachuá, localizada en Alta Verapaz, que colinda con el departamento de Quiché y con la ciudad de Cobán, la situación se ha tornado insostenible. Hablo de un paraíso que nos hace recordar que contamos con una gema única de Guatemala. El color turquesa de sus aguas y la forma casi perfectamente redonda de su laguna la hacen resaltar de manera extraordinaria. Sin embargo, a pesar de ser un área protegida, invasores la han venido destruyendo año tras año, sin que nadie los haya podido detener de forma contundente.
La laguna tiene una superficie de 145 km² con humedales de gran importancia internacional. Cuenta con 120 especies de mamíferos, 30-40 especies de reptiles, 177 especies de aves y 36 especies de peces. Allí vive el cocodrilo Morelet, la culebra buceadora, jaguares, pumas, tapires, murciélagos, escarabajos, pelícanos pardos, garzas, garcetas y el pájaro cantil.
Hoy resulta difícil visitarla, pues se encuentra invadida por miles de familias que, aunque muchos se hagan pasar por campesinos pobres, son simplemente comerciantes de tierras, cuya intención es lotificar el área. El Instituto Nacional de Bosques (Inab) ha intentado frenar en el pasado las actividades ilícitas, presentando denuncias ante las autoridades, pero los procesos no se agilizan.
Estos invasores trafican con madera y especies de fauna. Muchos son propietarios de vehículos comerciales, casas de bloc y lotes propios. La lista de invasiones a lo largo de varias décadas es interminable, sin que nadie pueda pararlos. Un grupo de personas a los que uno de los gobiernos reubicó les compró una finca en Chisec, pero muchos vendieron sus terrenos y regresaron a invadir de nuevo en el año 2017. Esta situación se repite y repite, y la impunidad reina.
Si en el 2018 se elaboró un plan de desalojo por medio de una mesa interinstitucional de Cobán, apoyemos para que este gobierno pueda detener a los delincuentes que han elaborado escrituras de propiedad falsas y ventas de terrenos de Q600, Q1 mil o Q3 mil o más, dentro del área protegida.
En conclusión, quien debe estar consciente de estas pérdidas es el Congreso de la República, y destinar fondos suficientes para que el Conap pueda resguardar estas áreas adecuadamente. Sin ello, seguirá el curso de destrucción de las mismas, y pronto terminaremos con el turismo sostenible, que nos podría generar dividendos económicos con creces.
Les recuerdo que hoy, a las 9.30 PM, verán por Guatevisión, la primera parte de 15 años de Secretos mejor guardados. ¡Sintonicen!