Imagen es percepción
El debate refleja el “estado” actual, de “Los Estados”
Pero, el último debate presidencial fue la clara evidencia, de lo que Estados Unidos representa hoy en día.
Ayer se conmemoró el 248 aniversario de la independencia de Estados Unidos, un país en declive, como lo catalogan muchos. Irónicamente, aunque su lema oficial es: “In God we trust”, una nación fundada en base a principios y valores, hoy los han dejado de lado, perdiendo el rumbo y la esencia que los hizo grandes un día.
Trump arrasó en las encuestas, pues parecía joven, lúcido y con soluciones en la mano.
Están a punto de dejar de ser el país más poderoso del planeta, ya que además de sus problemas internos, el mundo está haciendo alianzas para volverse multipolar, lo que pone en peligro su hegemonía. Esto implicaría asumir que la nación americana debería desempeñar un papel más limitado en la arena global. Rusia y otros países como China, India y Japón están evolucionando y empiezan a “competir” por la supremacía.
No puede negarse que Joe Biden ha sido uno de los grandes artífices del deterioro de la imagen que ese país ha proyectado estos últimos cuatro años, llevándolo a un gran caos migratorio y pésimas decisiones de política exterior.
Pero el último debate presidencial fue la clara evidencia de lo que Estados Unidos representa hoy en día. El mundo entero está impactado porque quedó evidenciado que no es precisamente Biden quien dirige el país. Entonces, ¿quién está detrás? Lo que realmente ha encendido las alarmas en el establishment demócrata y ha llevado a muchos a preguntarse si es el candidato adecuado antes de las elecciones de noviembre.
Biden parecía desorientado, a menudo se quedaba mirando al vacío y con la boca abierta. Ocasionalmente tuvo problemas para concluir sus conceptos, cediendo terreno en temas, como el aborto, en los que los demócratas tienen ventaja. El presidente no logró disipar las dudas sobre su edad, no convenció mucho en términos de energía y lucidez, abriendo incluso escenarios de un posible reemplazo del candidato en la Cámara de Representantes demócrata.
La audiencia no vio nada nuevo sobre las posiciones de los dos candidatos. La principal pregunta antes del debate era cómo manejarían la situación en el escenario, ya que ambos enfrentaban dudas sobre su idoneidad para ese importante puesto. Pero también predominaron los ataques personales, y ambos sugerían que el otro era un criminal. Trump se comportó bastante benevolente con su oponente y no lo acorraló.
En general, se discutieron temas como la inmigración, el aborto y la economía. La atención se centró en la frontera con México, con Donald Trump criticando el aumento de inmigrantes durante el mandato de Biden. Y algo muy importante que dijo Trump es que, si ganaba las elecciones, resolvería la situación en Ucrania antes de asumir el cargo.
El gran perdedor del debate fue, sin duda, el presidente Joe Biden, pues su actitud errática ha provocado pánico en las filas del Partido Demócrata, y numerosos miembros de alto nivel ahora piden abiertamente al presidente que suspenda la campaña y designe un candidato alternativo. Aun así, la sociedad estadounidense está tan fragmentada y dividida que el evidente deterioro en la salud del presidente le es indiferente y estaría dispuesta a votar por él, aun en esas condiciones, pues es un voto duro y poco racional. Mientras, el magnate Trump arrasó en las encuestas, pues parecía joven, lúcido y con soluciones en la mano.
Aunque los debates presidenciales tienden a tener un efecto insignificante en los resultados finales, sí afectan en la recaudación de fondos, la cobertura de los medios de comunicación y otros elementos que realmente pueden influir en las elecciones. Sin embargo, se esperaría para un próximo encuentro, una contienda de altura, de nivel, que represente realmente una discusión entre los líderes del país “supuestamente” más poderoso del mundo.