si me permite

Se alcanza grandeza al llenar una necesidad

La auténtica grandeza es un medio por el cual favorecemos a los que son necesitados.

“No hay grandeza donde faltan la sencillez, la bondad y la verdad”. León Tolstoi

En nuestros días la gran mayoría de los que nos rodean están ocupados y enfocados en hacer aquello que se han propuesto en esta vida. Ahora, no es incorrecto tener determinación para alcanzar nuestras metas. Pero si en el camino se nos cruzan aquellos que tal vez con su mirada o con una frase sencilla nos interrumpen manifestando su necesidad, no debemos ignorarlos. La primera reacción nuestra puede ser, me puedo distraer de mi objetivo para hacer algo por esta persona. Es interesante que, en el relato bíblico, cuando al Señor se le preguntó quién es mi prójimo, hizo un relato conocido como El Buen Samaritano, el cual termina con la frase “Ve y haz lo mismo”.

Si se alcanza cierta grandeza se necesita la suficiente madurez para no perder la sencillez.

La actitud más común que podemos observar es que reconocemos la necesidad, pero la actitud es que otros pueden hacer algo, porque personalmente no es mi prioridad. Pero en el caso inverso, cuando yo soy el necesitado, creo que todos tienen la sagrada obligación de dejar lo que están haciendo y ayudar. En esta verdad hay un punto de equilibrio donde todos debemos saber reconocer que nada nos cuesta hacer algo por el prójimo. Las ayudas que tenemos que hacer se pueden describir como un alivio, y si cada uno de nosotros hace algo, probablemente saldrá adelante, agradecido por lo que otros hicieron por él.

Es sorprendente cuántos de nosotros somos recordados por alguna acción que hemos hecho a alguien, por la cual pudo salir adelante. Muchas de las personas que en la historia alcanzaron la grandeza fueron aquellas que vieron la necesidad y en lugar de buscar quién podía hacer algo, dejaron de hacer lo que hacían y lograron cambios que en la historia se ven de tamaño monumental. Hoy usted y yo, con lo que hacemos y en el modo en que lo hacemos, en el medio en el cual nos toca vivir, posiblemente estamos redactando una historia única, la cual será leída por generaciones posteriores.

Claro está que muchos llaman necesidades a aquellas cosas que son sus responsabilidades y no las enfrentan, y esperan que otros cubran las necesidades que a ellos les toca enfrentar. Como, por ejemplo, si no estoy proveyendo a la necesidad de los míos, teniendo la capacidad de hacerlo, espero que otros lo hagan simplemente porque yo perdí interés en ellos. Eso no solamente es cruel, sino que habla de mí como una persona irresponsable y que esa conducta que reflejo con los míos  probablemente sea un patrón de vida que se habrá de manifestar en cualquier actividad que me involucre.

La sociedad en la que vivimos es más generosa y comprensiva de lo que podemos entender. Por lo cual, al caminar en la calle, nuestro rostro debe expresar la amabilidad y cortesía que nos debe caracterizar por encima de las necesidades que tenemos. Y seguramente nuestra expresión abrirá puertas para relacionarnos con muchos que en algún momento habrán de ser personas claves que habrán de asistirnos para resolver muchas de aquellas necesidades que nos agobian.

El reto que tenemos cada uno de nosotros por delante es estar consciente de las necesidades del prójimo sin descuidar nuestras responsabilidades y de esa manera poder vivir vidas productivas, no solo para nosotros, sino para con todas las personas con las que tenemos contacto.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.