EDITORIAL

Los vecinos

Más allá de la decisión soberana que reflejen las urnas, es nuestro más ferviente anhelo que México y los mexicanos puedan superar los ingentes desafíos que afrontan.

Hoy, más de cien millones de mexicanos acudirán a votar, y elegirán, muy probablemente, a su primera presidenta. Pero no vamos a hablar de política, sino de una historia compartida, culturas cercanas y una relación de hermandad que se impone por sobre las polémicas. Y es que México ha sido, por muchas décadas, el refugio de guatemaltecos que escapaban de la violencia política, del conflicto armado interno, de la intolerancia gubernamental del momento. Cierto, los mexicanos han padecido sus propias tiranías y episodios represivos, pero las puertas prácticamente siempre han estado abiertas a los guatemaltecos en busca de refugio.

Fue en México a donde fueron a florecer grandes talentos guatemaltecos, comenzando por el gran creador visual Carlos Mérida, padre de las vanguardias artísticas del siglo XX. Pero la lista es larga: escritores como Luis Cardoza y Aragón, Carlos Illescas, Manuel Galich, Mario Monteforte Toledo, Marco Antonio Flores y el genial Augusto Monterroso, entre otros, se asentaron en dicho suelo sin perder su alma guatemalteca.

Pero hay muchos nombres cuyos padecimientos no figuran en las páginas intelectuales, lo cual no los hace menos reales: las decenas de miles de guatemaltecos que se refugiaron, durante años, del lado mexicano de la frontera durante los momentos más cruentos del conflicto armado interno. Allí recibieron atención humanitaria, permisos de trabajo y estadía, hasta que muchos pudieron volver a reasentarse en el país.

Pero hoy día, el suelo de México es atravesado por millones de migrantes en ruta a un sueño incierto, pero trazado en la mente por las precariedades de muchos países de origen. Y, entre ellos, son centenares de miles los guatemaltecos que han cruzado esos más de tres mil 500 kilómetros, por diversas rutas y a menudo entre grandes peligros, acrecentados hoy por las tropelías de bandas de criminales. No obstante, son muchas más las referencias e historias personales en donde un mexicano o una mexicana se convirtieron en ángeles de la guarda para más de un connacional que tuvo hambre y le dieron de comer, tuvo sed y le dieron de beber, fue forastero y le dieron donde pasar la noche. Eso se llama hermandad.

Por eso, más allá de la decisión soberana que reflejen las urnas, es nuestro más ferviente anhelo que México y los mexicanos puedan superar los ingentes desafíos que afrontan. Ya se mencionó la barbarie continua perpetrada por bandas de narcotraficantes que incluso se disputan territorio en las proximidades de la frontera guatemalteca. Gente inocente, trabajadora, bondadosa y noble padece hoy el actuar de dichos facinerosos, contra los cuales todo Estado está llamado a proteger a sus ciudadanos. Además, en un plano más prosaico, las expresiones culturales, las creaciones musicales y las creaciones mediáticas mexicanas han tenido y tienen públicos guatemaltecos que comparten gustos y preferencias, quizá por la proximidad, quizá por empatía regional o por una confluencia de orígenes enraizados en la multiculturalidad y el mestizaje. En todo caso, Guatemala mantiene sus rasgos identitarios esenciales y además un constante intercambio comercial, industrial y productivo con el vecino del norte. Todo eso siempre va mucho más allá de los gobiernos, las políticas o las politiquerías del momento.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: