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Colecciones de arte en Guatemala: Otras bibliotecas para sumergirse en la historia del país

Pinacotecas públicas y privadas resguardan obras de arte que ofrecen un amplio relato de Guatemala a través de sus identidades, épocas y territorios.

Colecciones de arte en Guatemala: Otras bibliotecas para sumergirse en la historia del país

El Fondo para la Imagen, Palabra y Pensamiento Ventura Puac—Coyoy exhibe obras de artistas mayas y otros realizadores de la provincia, muchas de las cuales plasman vivencias de sus comunidades. (Foto Prensa Libre: Cortesía Diego Ventura Puac—Coyoy)

Guatemala no solo tiene una historia escrita en papel. El arte, con sus diversas expresiones, ha sido una manifestación significativa para narrar los acontecimientos que han moldeado a sus habitantes. En este marco se puede hablar de historias locales que se encuentran en pinturas, grabados, esculturas, dibujos, fotografías, entre otros.

Hacer referencia a un “arte guatemalteco” es posible por un sistema económico en el que se basan las oportunidades de muchos artistas que a veces contribuyen con sus obras a enriquecer colecciones de museos, galerías y organizaciones con enfoque cultural.

Por ello es preciso poner en valor las colecciones de arte, no solo para mostrar que en el país los artistas pueden generar ingresos con sus realizaciones, sino también porque con dichos espacios la población puede acceder a ellos y conocerlos.

El historiador de arte Guillermo Monsanto, también curador e investigador, dice que “las colecciones son bibliotecas que narran una historia local que hacen patente un tiempo, inquietudes, y cómo van avanzando algunos artistas o cómo otros se quedan estancados”.

Coleccionar arte es un ejercicio contra el olvido, asegura Monsanto, quien además codirige la galería El Attico, un espacio cultural que desde hace 40 años alberga piezas de artistas locales.

“Originalmente la galería iba a ser un anticuario, pero nos decantamos hacia el arte moderno”, refiere. Junto a su socio Luis Escobar ha llegado a coleccionar obras de grandes figuras del siglo XX como Efraín Recinos, Dagoberto Vásquez y Magda Eunice Sánchez, entre otros artistas.

El coleccionismo regala la oportunidad de indagar en el pasado y en el presente, puesto que las obras que integran las colecciones pueden adquirirse de artistas fallecidos y vivos.

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Vista de la pinacoteca de la Fundación Paiz donde se conservan más de 300 obras de arte adquiridas desde 1978. (Foto Prensa Libre: Erick Ávila)

Monsanto cuenta que en Guatemala muchos realizadores de arte empezaron a vivir de su obra en 1989, cuando una pintura de Roberto González Goyri se vendió por más de Q100 mil.

En el presente, para que el trabajo de los artistas sea considerado como tal, es necesario que vendan sus obras. Más allá del propietario —un particular o una institución— que adquiera las piezas, muchas de estas llegarán a formar parte de una colección.

Pinacotecas públicas y privadas

Según Silvia Herrera, crítica y curadora de arte especializada en Filosofía, Arte y Estética, las colecciones son “memoria condensada”, porque “arrojan luces en muchas direcciones y también oscuridades”.

Expone que varias de las colecciones —resguardadas en pinacotecas— en el país se han originado en concursos de arte y procesos de adquisición impulsados por iniciativas de organizaciones como la subasta Juannio o la Colectiva de Arte Junkabal.

Asimismo, cabe resaltar que los certámenes del Banco de Guatemala, así como los de las bienales de la Fundación Paiz y los más actuales de Arte en Mayo, de la Fundación Rozas—Botrán han dado a conocer artistas cuyas obras se han integrado a sus colecciones, que a la vez son de las más longevas y nutridas del país. Por su lado, la primera obra de la colección del Banco de Guatemala se ingresó en 1952, mientras que la de la Fundación Paiz inició en 1978 y la de Rozas—Botrán, en 1984.

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La plástica moderna ubica a Guillermo Grajeda Mena como uno de los máximos exponentes. En la galería El Attico pueden encontrarse varias obras del connotado artista. (Foto Prensa Libre: Foto: Cortesía Guillermo Monsanto)

“Las colecciones de arte institucionales dejan ver lo que ha sido detectado como interesante o valioso por el coleccionista”, manifiesta Herrera, para quien una obra se convierte en coleccionable siempre que su contenido esté bien ejecutado, sea el tema que fuere. “Creo en el don de ser artista que pocos tienen y pocos han cultivado con honestidad”, puntualiza.

En Guatemala existen dos tipos de colecciones: las privadas y las públicas o institucionales. Las primeras son creadas por amantes del arte que adquieren las obras siguiendo un gusto personal y que preservan en sus espacios privados. Las colecciones públicas, asociadas a instituciones, son exhibidas para que todas las personas puedan acceder a ellas.

El carácter institucional de las colecciones se manifiesta por su contenido e intención y exhiben piezas con temáticas que beben de la historia social, política, económica y estética de un territorio.

Guillermo Monsanto considera que las instituciones deben acercar las colecciones y sensibilizar a las personas para que estas vean el arte como una posible tecnología que representa momentos
importantes. “El reto no es solo llevar a los chicos al museo, sino crear el contenido didáctico y que se
vea el arte con un fin educativo”, enfatiza.

“La colección institucional tiene una responsabilidad, porque en ella hay valores históricos, culturales y artísticos. Tiene que ser más parejo. En el coleccionismo individual se compran por gusto”, explica Waseem Syed, artista, coleccionista y coordinador de producción y curaduría de la Fundación Paiz.

Entre las colecciones institucionales más amplias del país destacan las del Banco de Guatemala, museos del Ministerio de Cultura y Deportes, así como las de las fundaciones Paiz, Rozas—Botrán o Nacional para las Bellas Artes y la Cultura. En menor escala se sitúan las que se pueden apreciar en distintas galerías.

A los espacios mencionados se suma la relevancia de otro tipo de colecciones institucionales como las de los museos Ixchel del Traje Indígena, de Arqueología y Etnología, Popol Vuh, Miraflores o de Paleontología y Arqueología.

Además, los de Historia Natural, Nacional de Historia, del Ferrocarril y Tipografía Nacional. Estos recintos cumplen una labor de curaduría y socialización de las piezas con sus respectivas temáticas, en estrecha relación con la historia de Guatemala.

Identidad maya y comunitaria

Lejos de la óptica urbana y ladina de Guatemala existen otras colecciones que no han ocupado tanto espacio en dicho ámbito. Una de ellas es la del Fondo para la Imagen, Palabra y Pensamiento Ventura Puac—Coyoy, que empezó a gestarse en Chichicastenango, Quiché, en 1990, y ha generado un extenso archivo con obras de artistas y creadores mayas, así como de otras comunidades de la provincia.

“Nos valimos de los mecanismos del arte y su mercado para preservar una parte de la historia de nuestra comunidad y de otras circunvecinas. Frente a la lógica hegemónica de la historia del arte, en la cual los pueblos originarios son categorizados como inferiores —en el museo Carlos Mérida la pintura maya estaba en el pasillo de los baños—, deseamos posicionar esta colección donde el pensamiento e historia de las naciones indígenas es protagónica y lúcida”, hace ver Diego Ventura Puac—Coyoy, artista, curador y representante del Fondo.

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En la obra “Autorretrato pintando tragedia de Huracán Mitch en 1998”, Diego Isaías Hernández se posiciona frente a la tragedia ocasionada por el fenómeno que azotó a Centroamérica. (Foto Prensa Libre: Cortesía Diego Ventura Puac—Coyoy)

Durante más de tres décadas, los integrantes de este proyecto familiar han adquirido cerca de 300 obras del siglo XIX y XX realizadas por artistas como Rosa Elena Curruchich —presente en la última edición de la Bienal de Venecia—, Oscar Perén, Diego Isaías Hernández, Juan Francisco Yoc y Samael Simón Calí, entre otros.

“El ejercicio de investigación para cada pieza también influye, porque no seguimos una tendencia de moda o estilo como propone el mercado del arte en general”, agrega Ventura Puac—Coyoy.

Varias de las piezas de esta colección son exhibidas en los muros de la Villa de los Cofrades, una pequeña cafetería ubicada en el mercado de Chichicastenango, y el hotel y restaurante Los Cofrades, ubicado en el km 147 de la ruta a Santa Cruz del Quiché.

Aunque no se trata de un recinto pensado con fines económicos, el Museo Ixchel del Traje Indígena cumple, al igual que el Fondo Ventura Puac—Coyoy, una importante labor en cuanto a preservar la cultura maya en el país.

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Un par de aretes antiguos que forman parte del acervo del Museo Ixchel. (Foto Prensa Libre: Cortesía Museo Ixchel)

En la citada entidad se resguardan y exhiben huipiles, fajas, cortes, tocados, camisas, pantalones, sobrepantalones, sacos, capixays, sutes, velos y sombreros, entre otras piezas que suman un total de 7 mil 841.

El Museo Ixchel cuenta, además, con una colección de 49 pinturas del primer artista de San Juan Comalapa, Andrés Curruchich, cuyas obras también se encuentran en la Bienal de Venecia, así como una colección de joyería, formada por collares y chachales.

Violeta Gutiérrez, curadora y directora técnica del Museo Ixchel, dice que la colección se inició en 1973, cuando un grupo de personas interesadas en preservar los tejidos indígenas de Guatemala creó el Comité Textil, que llevó a cabo diversas actividades para recaudar fondos que les permitieran adquirir prendas y tejidos a fin de formar una colección. Con el transcurso del tiempo se fueron adquiriendo más piezas a través de donaciones.

“ En una colección no solo tomas el pulso cultural, sino el arte que se expresa con el sentimiento. En una colección también puedes ver el alma de un país”.

José Rozas—Botrán, presidente de la Fundación Rozas—Botrán

“Para que estas ingresen a la colección hay varios parámetros que se evalúan, puesto que cada una requiere de una inversión permanente para darle el resguardo adecuado. (…) Se aprovechan las investigaciones etnográficas de campo que se efectúan desde hace varias décadas para darle el andamiaje intelectual y documental que permite otorgar el contexto necesario a la persona a cargo de adquirir piezas. También se analizan factores como costos, el significado y la relevancia que tienen”, explica Gutiérrez.

En el caso del Museo Balam de Todos Santos Cuchumatán, Huehuetenango, fundado por el maestro e historiador Fortunato Pablo Mendoza, se aprecian colecciones integradas que exhiben varios objetos y artefactos de la comunidad mam.

Otras colecciones

Al dar un paseo por el circuito de museos de la zona 13 capitalina que son administrados por el Ministerio de Cultura y Deportes, las personas pueden encontrar el de Arte Moderno “Carlos Mérida”, con obras de los creadores más relevantes del arte guatemalteco moderno y contemporáneo de los siglos XX y XXI.

En el recinto, inaugurado en 1939, se encuentra una extensa obra de Carlos Mérida, reconocido por explorar la vorágine de formas y colores que confluyen en la identidad del país durante las primeras décadas del siglo XX.

Además del artista que da nombre al museo, se pueden apreciar obras de Efraín Recinos, Rina Lazo, Dagoberto Vásquez, María Dolores Castellanos y Aníbal López, entre otros.

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Uno de los pasillos del Museo de Arte Moderno "Carlos Mérida". (Foto Prensa Libre: Erick Ávila)

En la 7a, avenida de la zona 1, en el Centro Cívico, se erige el Banco de Guatemala en el cual destacan los impresionantes murales de Roberto González Goyri, Dagoberto Vásquez y Carlos Mérida.

No obstante, dentro de sus instalaciones se encuentra una vasta colección de obras de Humberto Garavito, Alfredo Gálvez Suárez, Antonio Tejeda Fonseca, Efraín Recinos, Guillermo Grajeda Mena, Valentín Abascal, Rodolfo Abularach, Ernesto Boesche y Manolo Gallardo y muchos otros. Su pinacoteca consta de 711 pinturas, además de esculturas, grabados, dibujos y los murales.

Artistas mujeres en las colecciones del país

Para la crítica de arte Silvia Herrera, la presencia de artistas mujeres en colecciones como la del Banco de Guatemala y el Museo de Arte Moderno es escasa.

“Hay pocas obras hechas por mujeres en colecciones institucionales, aunque no dudo que esa situación empiece a cambiar de forma paulatina”, indica, al hacer ver que hasta no hace mucho en el país las artistas eran pocas y poco conocidas. “La actualidad ha contribuido a identificarlas y sacarlas a la luz”, asegura.

Herrera apunta que las mujeres más visibles en las colecciones son las paisajistas, como Carmen de Pettersen, Isabel Timeus y Ana María de Rademann. Asimismo, las escultoras, como Ana María Maldonado, Regina Prado y Jamie Bischof o pintoras como Eugenia Beltranena y Magda Eunice Sánchez. También pone en valor a las multidisciplinarias, como Margarita Azurdia e Isabel Ruiz.

De acuerdo con Francisco Fuentes Martinolli, encargado de la Pinacoteca y jefe sección de Relaciones institucionales y cultura, y Marvin Alexander Corado Gómez, el Banco de Guatemala cuenta con obras de “todos los estilos”, que van desde el paisajismo hasta la pintura abstracta, impresionista, realista, conceptual y expresionista.

Esto responde a una política establecida desde la creación de la entidad, en 1945. “El Banco de Guatemala también es conocido como el banco de la cultura y además de sus funciones como rector financiero, tiene como objetivo complementario apoyar la cultura y resguardar la colección de obras más completa de los siglos XX y XXI del arte guatemalteco”, se indicó.

Los entrevistados añaden que las primeras obras ingresaron en 1952. Al principio la intención era ornamentar las oficinas y pasillos, pero no fue sino hasta 1958 que a través de la Oficina de Relaciones Públicas se inició con la adquisición de obras de José Luis Álvarez, José Antonio Oliveros, Salvador Saravia, Julia Minguillón, y primitivistas como Andrés Curruchich y Juan Sisay.

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Entre las obras infantiles del Banco de Guatemala destaca este paisaje realizado en acuarela en 1994. (Foto Prensa Libre: Cortesía Banco de Guatemala)

Las obras se encuentran ubicadas en los pasillos, oficinas, salones, salas de reunión y la Pinacoteca. Muchas de ellas están disponibles al público y para visitarlas se debe hacer una cita a través del departamento de Relaciones institucionales y cultura.

Durante los últimos 46 años, la Fundación Paiz se ha convertido en un sitio de referencia para la divulgación y formación artística en Guatemala. A través de su bienal, que además es la segunda más longeva de Latinoamérica, seguida por la de São Paulo, la fundación ha fomentado la creación y adquisición de obras locales.

Su pinacoteca alberga más de 300 obras en distintas dimensiones y da cuenta de un salto de la modernidad a la contemporaneidad. Además de contar con pinturas de artistas de El Salvador, incluye un gran número de obras premiadas en las bienales.

José Roberto Vásquez, encargado de la pinacoteca de la Fundación Paiz, expresa que la colección ofrece una singular polifonía. “Creo que lo importante y lo que la caracteriza es que se encuentran todo tipo de artistas, desde muy destacados hasta otros que no se sabe bien quiénes fueron”, subraya, al hacer énfasis en el eclecticismo que se observa, porque muchos de los certámenes que la fundación llevó a cabo estaban abiertos a todo el público y no solo a los artistas, por lo que participaban y eran reconocidos hasta menores de edad, cuyas obras se siguen exponiendo.

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Una instalación de la artista Lourdes de la Riva dialoga sobre las complejidades de los momentos políticos en Guatemala. (Foto Prensa Libre: Cortesía Fundación Paiz)

“La colección es un esfuerzo que debe ser divulgado. Hay obras de diferentes épocas y nuestro trabajo es ordenar y generar otra narrativa”, subraya Waseem Syed, de la Fundación Paiz, al agregar que la entidad que representa se prepara para desarrollar el primer evento de nuevos medios digitales, un formato que cada vez tiene mayor visibilidad a través de NFT’s o videoarte.

Muchas de las obras de la referida Fundación se han dado a conocer en exhibiciones en su propia sede, así como también a través del préstamo de las mismas en establecimientos que coinciden con los intereses culturales, educativos y empresariales de la Fundación. Por dicha razón, se han prestado obras para exhibiciones en galerías y hoteles, por mencionar dos espacios.

Si bien es cierto que las colecciones proponen una narrativa local, también se extienden a la región. Es el caso de la Fundación Rozas—Botrán, que presenta piezas de realizadores guatemaltecos y de países vecinos. “Como el alma de Centroamérica y de Guatemala” describe el espíritu de este espacio José Rozas—Botrán, presidente de dicho espacio.

“La Fundación ha tenido el objetivo claro de ser una plataforma nacional e internacional para artistas de Centroamérica y Panamá. Es una región maravillosa, por lo que coleccionamos cualquier expresión que aporte a la cultura actual. Puede ser paisaje, pintura abstracta, escultura o arte conceptual, entre otros. Hay que ser inclusivos”, sostiene, al compartir que el proyecto dio inicio en 1984 al comprar su primera obra a Ingrid Klussmann, propietaria de la galería El Túnel.

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Desde hace 10 años, la Universidad del Istmo exhibe piezas de la colección de la Fundación Rozas—Botrán. (Foto Prensa Libre: Cortesía Fundación Rozas—Botrán)

Rozas—Botrán comenta que siete años después de creada la Fundación, en 1999, la entidad comenzó a recibir donaciones de obras por parte de artistas que decidieron contribuir a la misma, y hasta la fecha se utilizan para desarrollar proyectos educativos.

Así surgió el Museo Unis Rozas-Botrán Contemporáneo en el 2014, el cual está ubicado en la sede de la Universidad del Istmo, en Fraijanes, donde se exhibe la colección de la Fundación.

“—La colección— tiene una función de ayuda social y también la de sensibilizar y educar a los jóvenes a través del arte en la universidad”, dice José Rozas—Botrán, al puntualizar que en los últimos 10 años se han podido notar cambios en el criterio, toma de decisiones y la tolerancia social en muchos de los estudiantes universitarios a partir de ejercicios de mediación.

Cabe mencionar que las exhibiciones son actualizadas cada año y en su mediación intervienen estudiantes que son formados como guías de museo y ofrecen recorridos al público en general. Durante los últimos años han aumentado las visitas de escuelas y colegios al campus de la Universidad del Istmo, concluye Rozas—Botrán.

ESCRITO POR:

Alejandro Ortiz

Periodista de Prensa Libre especializado en temas sobre cultura y bienestar, con 5 años de experiencia.