De mis notas

Aeropuerto La Aurora, en emergencia

El colapso es total. Ya es hora de que todos, como ciudadanos, demandemos acciones inmediatas.

Hubo un tiempo en que Guatemala lideraba la innovación en terminales aéreas en Centroamérica. La extinta Pan American World Airways tenía aquí su base, una terminal que, en aquellos días, irradiaba modernidad, eficiencia y atractivo. Aún conservo recuerdos de aquella época. Pero el presente caos cuenta una historia diferente, una que no solo nos posiciona vergonzosamente entre los peores, sino que también resalta las deplorables condiciones en que opera el aeropuerto La Aurora.

La Aurora es un aeropuerto hostil e ineficiente, desde el momento en que uno se baja del avión.

En dos platos: es un desastre. Las colas en la aduana pueden extenderse por horas cuando coinciden varios vuelos, debido a una decisión arbitraria y sin sentido de eliminar la revisión aleatoria de equipaje, a sabiendas de que solo cuentan con una vieja máquina de rayos X, creando con ello un cuello de botella inaceptable.

Ya es hora de que todos, como ciudadanos, elevemos la voz y demandemos acciones inmediatas. El aeropuerto sufre un colapso casi total: elevadores fuera de servicio desde hace años, escaleras eléctricas averiadas, un calor sofocante por un ineficiente sistema de ventilación, baños sucios y mal provistos, salas de espera deterioradas y alfombras manchadas y desgarradas.

El caos es absoluto. Las rutas de desembarque obligan a los pasajeros a transitar por laberintos improvisados, las muchedumbres desordenadas a la entrada y salida empeoran esta percepción. Hay muchos pasajeros que no entienden cómo llenar el formulario de la SAT en línea. El personal para asistirlos es limitado. Las colas que se forman antes de ingresar a migración son grandes.

Aún hay más: a raíz de mi columna en la que abordé la urgencia de solucionar el tema del aeropuerto La Aurora, hace unas semanas, recibí información de las malas condiciones en que se encuentra también la torre de control. Hasta hace poco, repararon el elevador, el cual no funcionó durante un año y medio. Los baños tienen mal olor, los binoculares son obsoletos e impiden una visión clara para captar las aeronaves. El cuarto de radares carece de aire acondicionado y el calor es intolerable. Los turnos de los operadores son de 12 horas, lo cual contraviene las normativas internacionales.

Y la lista es tan grande como la vergüenza que genera el brindar a los turistas una imagen de país tercermundista en un estado de colapso y declive total.

La solución salta a la vista: el Estado no es buen gestor de aeropuertos. Nunca lo ha sido ni nunca lo será. La urgente transición a un modelo de alianza público-privada (APP) es imperativa. Ya hay un proyecto en marcha que contempla una concesión de 25 años para la operación del aeropuerto La Aurora, con una inversión de US$158 millones y US$30 millones destinados a la operación, sin que el Estado ponga un centavo. La Agencia Nacional de Alianzas para el Desarrollo de Infraestructura Económica (Anadie) ya está gestionando este proyecto.

Acelerar la aprobación de la APP es estratégicamente crucial. Según el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC), el turismo en el 2023 representó aproximadamente el 5.1% del PIB de Guatemala, unos US$4 mil 900 millones, contribuyendo a más de 420 mil empleos.

Resulta absurdo e ilógico que de los ingresos de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), con un presupuesto de Q173.4 millones (US$22.4 millones), solo Q2.3 millones (US$296 mil), que equivalen al 1.4%, se destinen al mantenimiento de la infraestructura aeroportuaria.

Solo esta incoherencia absurda e irresponsable, permitida por las autoridades durante tantos años, subraya la necesidad de una aprobación urgente del proyecto.

Presidente Arévalo: ¡Lidere este proyecto!

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.