ALEPH
El camino a Ítaca
Vamos de regreso a casa, a la democracia que un día anhelamos. Como el rey Ulises (Odiseo, por su nombre en griego), que volvió a la isla de Ítaca luego de más de 10 años de guerra y otros 10 de un largo y escabroso viaje, según nos cuenta Homero en su Odisea. En Ítaca le esperaban Penélope, su esposa, y Telémaco, su hijo, asediados por los pretendientes y “nobles” de la isla, que buscaban ocupar el lugar del héroe, con el fin de ostentar todo el poder.
' En Guatemala, nuestro camino a Ítaca (democracia) ha sido más que accidentado.
Carolina Escobar Sarti
En Guatemala, nuestro camino a Ítaca (democracia) ha sido más que accidentado y nuestro Ulises (pueblos originarios, juventudes, mujeres, ciudadanía no corrupta…) ha enfrentado en el camino monstruos, cantos de sirenas, caníbales y tormentas. Y aún hoy, los destructores de la democracia, pretendientes del poder (MP, Cortes, Congresos anteriores y demás operadores del pacto de corruptos en el Estado y la Sociedad Civil), siguen escuchando a los “nobles” y falsos dioses (financistas del pacto) e impidiendo nuestra llegada a Ítaca.
Basta con ver la última actuación de la fiscal general, Consuelo Porras, ante la invitación del presidente Bernardo Arévalo. No era una citación, sino solo una invitación, como otras, que igualmente había recibido y aceptado de los dos innombrables presidentes anteriores y hasta del jefe de la OEA, para conocer casos en proceso de investigación. Aferrada al poder, Porras es el hilo del cual pende el inicio del fin del pacto de corruptos que conocemos, y la operadora que, en el nombre de un dios hecho a la medida, aparentemente proclive a la maldad y la corrupción, ha malusado la ley para su cruzada política. Después de montar todo el teatro para que no llegáramos al 14 de enero, su gran éxito de los últimos días ha sido únicamente no atender la invitación presidencial. La correlación de fuerzas va cambiando.
Toca ahora que el Congreso recién electo decida si se cambia la Ley Orgánica del MP para permitir que el presidente, por causa justificada, despida a la fiscal general, o si el soberano pueblo, a través de una consulta popular, toma la decisión. Recordemos que ella no fue electa, sino nombrada, además, por una segunda vez, gracias a un proceso opaco y viciado, y por ello, podría ser destituida. Las pruebas en su contra, abundan. Y la pregunta más sencillita de todas es: ¿si en su empresa, negocio u organización hay una persona corrupta, la despide o no? Depende del jefe, responderán algunos.
La manera de hacer las cosas está cambiando y las viejas formas de hacer política y ver la corrupción, comienzan a morir. En la próxima generación, deseo que el niño que se cuele en la fila no sea considerado el más listo o el más “pilas”, y que la niña más inteligente o aplicada, no sea la más “recha” de la clase. Deseo que nos acostumbremos a que la política no tiene por qué ser sucia, como decía mi padre que murió hace más de 40 años; y que valoremos la honorabilidad, la inteligencia, la conciencia, la experiencia y la valentía como características fundamentales de la clase política.
Estos últimos meses son el símbolo perfecto de un viaje que ha durado décadas, pero que ha sido más tortuoso en la última. Desde las elecciones del 25 de junio del 2023, vimos de frente el rostro de los monstruos que encarnan la perversidad. Esto nos hizo más fuertes. Y, si bien el 14 de enero constituye un parteaguas en la intención de construir una democracia que reconozca nuestra pluralidad y diversidad, así como la dignidad con la cual queremos vivir, estamos aún de camino.
“Ten siempre a Ítaca en tu mente”, dice Kavafis en su famoso poema. “Llegar allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuanto ganaste en el camino sin aguantar a que Ítaca te enriquezca”. Ítaca es un lugar simbólico, pero también muy real, donde la restauración sucede al final, porque si bien el viaje importa, jamás olvidemos nuestro horizonte. La democracia nos espera.