RINCÓN DE PETUL
Nuevo presidente, nuevo rol ciudadano
Un tanto relajados, dábamos por sentado que, en Guatemala, el ganador de una elección luego asumía el cargo. Esto, hasta que, en agosto, inició un burdo ataque frente a la abrumadora victoria del partido que no pertenece al llamado “Pacto de Corruptos”. No es que pretenda sostener que hasta entonces hubo confianza en los procesos. No. Ya era claro que una alineación de fuerzas tomó cada rama del Estado para crear una sola fuerza. Y que el Sistema Electoral no era ajeno a esa alineación. En enero, a pocos meses de la elección, el rechazo administrativo de la candidatura del MLP -la oposición más visible en ese entonces- fue un brutal desenmascaramiento. Fue pública la consigna oficial de que corrieran solo los favoritos para servirles. Bueno, y -en todo caso- la oposición sin posibilidades de ganar. El repudio a la corrupción, sin embargo, fue tal, que hasta el modesto partido Semilla quebró su pedestal. La persecución que, hasta entonces fue política, creció a jurídica penal. A ese pesar, hoy, el presidente Arévalo toma posesión hoy.
' La crítica habrá de venir. Pero que esta venga constructiva.
Pedro Pablo Solares
El ciudadano, en medio, juega un rol determinante, seguido a sus dos cruciales participaciones donde el año pasado fue protagonista. El primero, cuando 2 millones y medio de votantes marcaron cruz sobre Semilla. Y, luego, con la masiva y multisectorial movilización voluntaria para las manifestaciones realizadas en el mes de octubre. En ellas, en su punto más agudo, un centenar y medio de puntos viales en el país fueron bloqueados por ciudadanos motivados por la defensa de su voto. Creo que es importante que el ciudadano reconozca la importancia de estas gestas, pues potente puede ser la presión internacional de países con influencia en Guatemala. Pero, sin la participación y actividad de la ciudadanía en los asuntos del país, quizás sería poco lo que podría hacerse desde el ámbito internacional.
Los guatemaltecos iniciamos hoy el momento político más importante desde 2017. La alianza de sectores que monopolizó el Estado desde entonces y lo transformó en una antidemocrática y creciente autoritaria fuerza oscurantista, tiene, por primera vez, un frente que se le opone desde la más alta institucionalidad pública. La dirección del Ejecutivo y una respetable bancada en el Congreso, son prometedoras. Sin embargo, Arévalo y Semilla llegan a gobernar con más opositores que aliados. La presidencia administrará un sistema corrompido hasta el tuétano y un modelo creado para distribuir la riqueza deshonestamente. En el Congreso, 137 diputados no son del nuevo partido oficial, al que solo pertenecen 23 diputados. Las alianzas, entonces, son imperativas, si se pretende cualquier tipo de gobernabilidad.
En el futuro se viene una guerra política, jurídica y psicológica contra quienes hoy asumen funciones. Se puede anticipar que buscarán quebrar la popularidad de Arévalo, cuanto antes y cuanto más, mejor. Alimentarán la antipatía de quienes desde ya no simpatizan con el nuevo presidente. Y a los que sí lo apoyan, se les buscará confundir, de forma maquiavélica. Se requiere templanza y claridad ciudadana. Una pequeña muestra de ello la vimos la última semana, cuando se develó el gabinete de Gobierno. Las críticas por la inclusión de unos perfiles asociados a CACIF, parecen poco estratégicas; poco realistas. Críticas que, en todo caso, perjudican más a la única esperanza que se tiene a la vista de un equilibrio del poder en nuestro país. No se pretende aquí ganar adeptos al nuevo presidente y partido oficial. Pero a esta realidad es imposible escapar: Las opciones disponibles son solamente dos. Arévalo es una. Y la otra, es de donde venimos. La crítica habrá de venir. Pero que esta venga constructiva. Parabién, al nuevo equipo de Gobierno.