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Cómo los curanderos tradicionales en la frontera de Texas aportan toques modernos a su práctica ancestral

El antiguo arte curativo ha entrado en la era de Instagram. Cada vez más, los jóvenes adoptan rituales que aprendieron de sus abuelas.

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Los curanderos Eduardo Alamillo, izquierda, e Israel Mendoza se limpian con pimientos que luego quemarán, en Pharr, Texas, el 25 de noviembre de 2023. (Verónica Gabriela Cárdenas/The New York Times)

Los curanderos Eduardo Alamillo, izquierda, e Israel Mendoza se limpian con pimientos que luego quemarán, en Pharr, Texas, el 25 de noviembre de 2023. (Verónica Gabriela Cárdenas/The New York Times)

Hace poco, Chriselda Hernandez escuchó un golpe en la puerta de su casa en la ciudad fronteriza de Edinburg, en Texas. Era una estudiante universitaria quien dijo que estaba sufriendo una racha de mala suerte. Un conductor ebrio había chocado contra su coche. Luego alguien irrumpió en el auto nuevo que conducía y le robó su computadora portátil. “Necesito una limpia”, suplicó. Una limpieza espiritual.

Hernandez se trasladó a un altar en su sala donde hay una imagen de la Virgen de Guadalupe. Lentamente, mezcló salvia y palo santo, una madera originaria de América del Sur, y encendió esa mezcla con una cerilla. Luego se volvió hacia la joven y agitó el humo curativo sobre su cuerpo.

“Te estás aferrando a algo”, le susurró Hernández. “Déjalo ir. Sin vergüenza”.

Durante generaciones, las comunidades hispanas a lo largo de la frontera sur han recurrido a curanderas tradicionales, como Hernández, a menudo vistas en la imaginación popular como ancianas con velas e íconos religiosos que operan en las sombras de la sociedad desde chozas roñosas.

Pero el antiguo arte curativo ha entrado en la era de Instagram. Cada vez más, los jóvenes adoptan rituales que aprendieron de sus abuelas y los utilizan contra los problemas del siglo XXI. Realizan limpias en playas públicas, comercializan recetas en línea para bloquear las “energías de la envidia” y venden velas artesanales con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe en las tiendas. Sus clientes suelen tener educación universitaria, como Clarissa Ochoa, la joven que acudió a Hernandez en busca de ayuda.

“Creo que es un honor ser una curandera; es algo muy hermoso, pero también muy limitante”, dijo Hernandez, de 42 años. “Siento que estamos rompiendo esos límites que dicen que las curanderas son solo hierbas y viejecitas. Mi vocación es simplemente sanar a quien pueda”.

Antes de la llegada de los conquistadores españoles, en América Latina y México había una cultura de curación tradicional. Con el tiempo, los curanderos o curanderas comenzaron a mezclar rituales indígenas con elementos del catolicismo e influencias de las tradiciones populares asiáticas y africanas sobre la marcha.

La práctica se ha afianzado en el Valle del Río Grande de Texas, ubicado a un paso de la frontera con México, en gran parte por necesidad. El condado de Hidalgo, hogar de McAllen y una población mayoritariamente hispana, tiene una de las tasas más altas de personas sin seguro médico en el país, y muchas personas dependen de las curanderas por falta de otras opciones asequibles, dijo Servando Hinojosa, profesor de antropología que imparte una clase sobre medicina tradicional mexicoestadounidense en la Universidad de Texas Valle del Río Grande.

Hinojosa dijo que muchos residentes hispanos también tienden a desconfiar de la clase médica dominante. Esto es especialmente cierto cuando se trata de la salud mental. Un estudio reciente de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades encontró que, si bien el número de personas negras, asiáticas y blancas que han buscado tratamientos de salud mental ha aumentado en los últimos años, ha habido muy poco movimiento entre los latinos.

La curandería se ha vuelto tan aceptada en el Valle del Río Grande que no es inusual ver letreros en las calles y comerciales de televisión que anuncian servicios de curación tradicional.

Hernandez dijo que sus bisabuelas habían sido parteras. Cuando era niña, dijo, descubrió que poseía su propio conjunto de dones; a medida que crecía, dijo, comenzó a interactuar con una entidad que cree que es el ángel de la muerte, Azrael. Trabaja en un centro de llamadas de telefonía celular y vive con una novia en una casa moderna en los suburbios de Edinburg, una ciudad cercana a la frontera.

“Te apropias de ello. No hay bien o mal. Haces lo que es correcto para ti”, dijo Hernandez.

Otra curandera tradicional de la modernidad, Danielle López, de 39 años, es una exalumna de Hinojosa que dijo que también aprendió que tenía un don, cuando era niña, y por eso adoptó el apodo de curandera milénial. López ha combinado las viejas tradiciones que aprendió de la abuela que la crio, Consuelo López, y de una tía, Esperanza Rodriguez, con nuevas habilidades aprendidas en instituciones de educación superior.

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Su historial académico incluye una Maestría en Estudios Interdisciplinarios con atención a la literatura mexicanoamericana, antropología médica e historia del arte latino en la Universidad de Texas Valle del Río Grande. Está completando un doctorado en inglés con especialización en literatura fronteriza en la Universidad de Texas en San Antonio, donde también es profesora.

“Para mí es una continuidad”, dijo sobre su trabajo espiritual. “Siento que lo necesitamos más ahora”.

No es raro que la gente le pida trabajitos, que incluyen bendiciones, limpias y remedios caseros, cuando no está enterrada en libros. No hace mucho, López recibió una solicitud para bendecir un nuevo negocio para una amiga. Cuando López limpió el establecimiento con un ramo de rosas, cayeron seis pétalos, lo que la llevó a advertir a su amiga que seis personas “no tenían buenas intenciones”.

“Pueden decir que están contentos con su nuevo negocio, pero no es así”.

A veces también ofrece consejos más fundamentados en la ciencia. Cuando las personas le dicen que se sienten ansiosas o que no pueden dormir, les recomienda que reduzcan el consumo de azúcar o cafeína. Como el consejo proviene de una curandera, dijo, la gente tiende a confiar en que ella se preocupa por su bienestar.

El concepto de la curandera está tan extendido en los enclaves latinos que en septiembre, el Instituto de Diabetes de Texas, un centro de última generación operado por University Health en el lado oeste de San Antonio, un histórico barrio mexicoestadounidense, volvió a incorporar a su lobby una pintura grande del tamaño de una pared, “La Curandera”, del pintor chicano Jesús Treviño, quien murió a principios de este año. La pintura había sido retirada para su restauración.

Aun así, cuando se trata de suerte y asuntos del corazón, muchas personas evitan la ayuda profesional y recurren a las curanderas, porque no hay sustituto, dijo Sasha García, de 39 años, una curandera conocida por su cabello color rojo fuego.

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En el norte de México, donde la cultura indígena no es tan extensa y el control de la Iglesia católica es más fuerte, dijo García, sus antepasados a menudo operaban clandestinamente para evitar el estigma asociado con los curanderos tradicionales. Por el contrario, en el lado estadounidense de la frontera, no sólo se siente más libre para practicar abiertamente, sino que algunos sacerdotes católicos pasan por allí para pedirle consejo, dijo.