Se levantan antes del amanecer para que los lleven a lugares de trabajo lejanos, a veces a través de fronteras estatales. Cargan con pesados paquetes de tejas que les hacen temblar los brazos. Trabajan bajo olas de calor en tejados de alquitrán negro que les abrasan las manos.
La ley federal prohíbe a los menores trabajar en tejados por su peligrosidad, pero los niños inmigrantes lo hacen en todo Estados Unidos, según descubrió The New York Times. Durante más de un año, el Times habló con más de cien niños techadores que trabajan en 23 estados, incluyendo algunos que empezaron cuando iban a la primaria.
En Nueva Orleans, Juan Nasario aseguró que había estado sustituyendo tejados durante turnos de doce horas casi todos los días desde que llegó de Guatemala hace cuatro años, cuando tenía 10 años. Le gustaría ir a la escuela o al menos apuntarse a un equipo de fútbol, pero tiene que pagar la renta a su primo mayor.
En Dallas, Diego Osbaldo Hernández empezó a trabajar como techador a los 15 años, tras llegar a Estados Unidos desde México el año pasado para vivir con un amigo mayor. Sus trabajos lo llevan por todo Texas, pero su lugar favorito es San Antonio. “Son las casas más bajas”, afirmó.
El trabajo de techador es abundante y mejor pagado que muchos de los otros empleos que pueden conseguir estos niños. Pero también es peligroso: un resbalón puede ser fatal.
El gobierno federal se comprometió a tomar medidas enérgicas contra el trabajo infantil este año. Pero la mano de obra sigue creciendo tan rápido como llegan los niños, ansiosos por encontrar una forma de mantenerse y ayudar a sus familias.
Una caída de diez metros
A los 15 años, Antoni Padilla ayudaba a las cuadrillas a sustituir tejados en Carolina del Sur y publicaba videos en TikTok que captaban las amplias vistas desde los tejados donde trabajaba, así como las vertiginosas alturas.
Como muchos niños techadores, Antoni había llegado a Estados Unidos para ayudar a su familia a escapar de la pobreza extrema. Antoni, uno de cinco hermanos, dejó su casa de una sola habitación en Honduras en 2021 y se fue a vivir con un tío cerca de Myrtle Beach.
El trabajo en el tejado le dejaba poco tiempo libre a Antoni, pero sus ingresos cubrían el alojamiento y la comida, y empezó a enviar dinero a casa. En marzo de 2022, estaba trabajando en el tejado de una casa de la playa, retrocediendo mientras recogía tejas viejas, cuando resbaló y cayó en picada casi diez metros hasta un patio de cemento.
Mientras Antoni permanecía en coma en el hospital, con un traumatismo cerebral grave y un tubo de respiración en el cuello, su familia se despedía por el altavoz. Tenía el cráneo fracturado, un pulmón perforado y hemorragias internas por todo el cuerpo.
“Se prevé un pronóstico muy desfavorable”, escribió su cirujano.
Pero al cabo de tres meses despertó y los médicos le dijeron que podía irse. Ningún centro de rehabilitación lo aceptaba sin seguro médico. Incapaz de hablar o mantenerse en pie, regresó a la caravana que había estado compartiendo con la familia de su tío. Allí permaneció varios meses.
Lesiones graves
Los niños que trabajan en la construcción tienen seis veces más probabilidades de morir que los menores que realizan otros trabajos, según el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo. La construcción de tejados es especialmente arriesgada; es el trabajo más peligroso para los menores, aparte de las labores agrícolas, según muestran los estudios.
Pero la muerte no es el único peligro. Organizadores sindicales y trabajadores sociales afirman que, en los últimos años, cada vez son más los niños inmigrantes quienes sufren lesiones graves en las cuadrillas de techadores. En Florida, un joven de 15 años sufrió quemaduras al resbalar de un tejado y caer sobre un contenedor de alquitrán caliente. Otro de 16 años cayó de un tejado en Arkansas y se destrozó la espalda. Un niño de Illinois atravesó una claraboya y se fracturó la columna vertebral.
Cuando los niños se lesionan, los contratistas suelen negarse a pagar las facturas médicas. Terry Coonan, que dirige un centro de derechos humanos en la Universidad Estatal de Florida, se encuentra a menudo con niños que han sido abandonados por sus empleadores.
Un chico centroamericano de 15 años que había estado viajando por todo el país con un jefe de cuadrilla fue abandonado el año pasado tras resultar herido en una obra. Lo encontraron solo y llorando en una zanja.
“Ya no les servía para nada”, comentó Coonan.
Nueve trabajadores, seis arneses
Cada año mueren en el trabajo cerca de cien techadores, la mayoría por caídas, según el Departamento de Trabajo. El gobierno no publica datos sobre lesiones o muertes de niños techadores, una categoría de trabajadores que se supone que no existe.
Pero la Administración Federal de Seguridad y Salud en el Trabajo (OSHA, por su sigla en inglés), que depende del Departamento de Trabajo, a veces los encuentra al investigar accidentes laborales.
Juan Ortiz, de 15 años, estaba instalando techos de metal en una planta en Alabama en 2019 cuando un parche de aislamiento cedió y cayó quince metros sobre un piso de concreto. Tras su muerte, la OSHA descubrió que el empleador tenía “nueve obreros en la cuadrilla, pero solo seis arneses”.
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Andrés Toma, de 16 años, no llevaba puesto el arnés cuando cayó y murió el pasado abril mientras sustituía un tejado en Florida. “Este incidente podría haberse evitado”, escribió la OSHA. Su hermana mayor dijo que la familia no sabía que se dedicaba a la construcción de tejados, solo que había encontrado un trabajo bien pagado. Ganaba 70 dólares al día.
Crisanto Campos, de 17 años, se electrocutó el año pasado mientras subía un palé de tejas a un tejado en Luisiana. Era la primera vez que manejaba una carretilla elevadora. Según el informe de la OSHA, otro trabajador había sobrevivido a un accidente similar el día anterior.
Ninguna de esas muertes dio lugar a multas por trabajo infantil.
Los niños encuentran trabajo en los tejados a través de las iglesias, en grupos de Facebook y en lugares de trabajo diurno, donde trabajadores de todas las edades se reúnen por las mañanas con la esperanza de ser elegidos para un empleo. A veces dicen que son mayores de 18 años, pero los subcontratistas rara vez les piden que lo demuestren.
Itzel Sánchez, subcontratista que construye tejados en Carolina del Sur, dice que contrata a trabajadores menores de edad porque no hay suficientes adultos dispuestos a hacer el trabajo, y no le gusta rechazar a niños necesitados. Además, es mucho más barato contratarlos.
Sánchez afirma que no le preocupa meterse en problemas por contratar a menores. Dice que los inspectores de trabajo no suelen pasar por allí.
Grietas en el cumplimiento de la ley
A medida que aumenta el número de niños inmigrantes que trabajan en tejados, el Departamento de Trabajo, encargado de hacer cumplir las leyes federales sobre trabajo infantil, no ha estado a la altura. En la última década, el departamento ha llevado en promedio siete casos al año, imponiendo menos de 6000 dólares de multa en promedio.
Mediante un comunicado, el departamento señaló que contaba con 731 investigadores que supervisaban once millones de lugares de trabajo. Jessica Looman, administradora de la división de salarios y horas del departamento, señaló que el departamento estaba solicitando más fondos al Congreso para proteger a los niños migrantes.
“Historias como las que estamos viendo en los tejados y en muchas otras industrias son exactamente la razón por la que hemos intensificado nuestra aplicación de la legislación sobre trabajo infantil”, explicó Looman.
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Incluso cuando la OSHA responde a accidentes donde mueren o quedan mutilados niños inmigrantes, el Times descubrió que los inspectores a veces no siguen la política y alertan a los investigadores de trabajo infantil. Otras veces, los investigadores abren casos, pero luego los abandonan.
A raíz de las preguntas del Times, el departamento está revisando varios casos, incluidos dos en los que hubo decesos.
Después del incidente
En cuanto Antoni recuperó parte del habla, empezó a preguntar cuándo podría volver a Honduras.
Era probable que tuviera derecho a una indemnización por accidente laboral, pero la empresa contratada para realizar el trabajo de techado lo había subcontratado a otra empresa más pequeña, que a su vez lo subcontrató. Los tres contratistas pasaron un año discutiendo sobre quién debía ser considerado responsable. Ahora están a punto de llegar a un acuerdo. (Los investigadores laborales del Estado multaron a una de las empresas por infringir la legislación sobre trabajo infantil. La multa fue de 500 dólares).
Pero la caída de Antoni afectó gravemente a su memoria, su habla y su movilidad, y no está claro cómo podrá mantenerlo su familia en Honduras. Viven a horas de distancia de la atención médica que necesita.
Por ahora, Antoni vive en la misma caravana. Su tío murió en un accidente de auto esta primavera mientras conducía para conseguir el medicamento anticonvulsivo de Antoni, por lo que ahora depende de su tía para necesidades tan básicas como bajar los escalones de la entrada.
Sus padres comparten la esperanza de que su hijo regrese de Carolina del Sur, pero les ha costado hacerle entender que tiene que quedarse aquí hasta que sepan cómo lo van a cuidar.
Le hablan dos veces al día y Antoni cuenta las horas que faltan para que lo llamen. Sonríe y se ríe cuando habla con ellos, y habla con destellos del niño vivaz que solía ser. “Te extraño mucho”, le dijo su padre en una llamada reciente. “Pero tienes que aguantar. Volveremos a vernos”.