EDITORIAL
La súbita 19-E expone frecuente vulnerabilidad
Es algo demostrado por desastres climáticos recientes en el país que la sola proximidad de un fenómeno meteorológico como una depresión o una tormenta tropical, con las consiguientes lluvias, puede traer fuertes riesgos para la vida en cientos de comunidades urbanas y rurales, onerosos daños adicionales a la infraestructura vial y pérdidas agropecuarias que se convierten en un agravante de la pobreza y un lastre para el desarrollo.
El sábado último se lanzaban las primeras alertas sobre la formación de la depresión tropical 19-E, en el océano Pacífico, la cual, de llegar a fortalecerse, podría convertirse en tormenta tropical. Los modelos predictivos de ese disturbio climático apuntan a que, incluso con solo continuar su actual movimiento, tocaría tierra en la costa de El Salvador en la madrugada del martes, pero dada su dimensión, el área de influencia abarcaría la Costa Sur y el oriente de Guatemala, sin descartar otras regiones. Apenas ayer se produjo un derrumbe en la ruta Interamericana, en Chupol, Quiché, que no suele ser una zona de derrumbes pero que se ha visto afectada por lluvias constantes propiciadas por sistemas nubosos empujados por la 19-E.
Cabe recordar que en octubre de 2011 se formó la depresión tropical 12-E, que tocó tierra en México, pero cuyas lluvias causaron fuertes daños en Guatemala. Los referentes tienen la finalidad no de causar psicosis, sino de advertir claramente la necesidad de que toda la población y, por supuesto, las autoridades, tomen toda clase de previsiones para atender potenciales impactos. En conferencia de prensa, anoche, las autoridades del Insivumeh alertaron a las personas que habitan en laderas de barrancos o con proximidad a cauces de ríos.
Las carreteras del país ya están golpeadas por socavones que pudieron ser previstos a través de un plan responsable y eficiente de mantenimiento y supervisión. De haber existido y ser ejecutado, no se habría producido el socavón que mantiene cortado el paso en el kilómetro 19 de la ruta al Pacífico y cuyos trabajos de reparación avanzan muy lentamente. Lo mismo vale decir del tramo en el bulevar Lourdes, zona 5, donde los vecinos de las colonias cercanas alertaron del derrumbe del paredón desde hace cinco años, pero sus llamados no fueron atendidos sino hasta que ya era necesario cortar el paso de manera intermitente.
Los alcaldes de municipios con áreas expuestas a inundaciones ya deberían difundir, a través de redes sociales, la ubicación de albergues y las rutas de evacuación, en sincronía con las operaciones de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres. Ninguna intencionalidad política debería interferir con el esfuerzo preventivo que puede significar la diferencia entre vida y muerte. Las conferencias de prensa como la citada deberían mantenerse en la medida de lo posible bajo la coordinación de técnicos que puedan explicar con claridad y aplomo la evolución del fenómeno.
La reciente tragedia ocurrida en Acapulco, Guerrero, México, en donde se reportan decenas de fallecidos, exhibe los resultados de una mala comunicación gubernamental. Nuestras condolencias y solidaridad con el hermano pueblo mexicano. Autoridades de ese país reciben críticas por una excesiva centralización de los esfuerzos de ayuda y rescate, que únicamente atrasaron la operación de auxilio, cuyo fin es humanitario. En todo caso, está por verse cómo gestiona el Estado guatemalteco la prevención y atención de daños.