CATALEJO
Guerra con derrota para todos los bandos
Cuando en una guerra ninguno de los bandos tiene posibilidades de ganar al adversario sin resultados desastrosos para ambos, la solución es un armisticio, una negociación, con mutuas concesiones. Un ejemplo son la guerra de Corea, cuyo final la dividió en dos, y Vietnam, cuyo efecto unificó al país. El asunto se empeora cuando la confrontación es interna, como la Guerra Civil estadounidense, cuya unificación forzada está cercana a deshacerse 158 años después. Por eso, tal peligro es en especial preocupante en el caso de Guatemala, por la posible división no sólo geográfica sino también étnica. La solución a los graves problemas de divisiones incluso antes o debidos a la llegada de los españoles requiere buena fe, estrategia y tácticas muy cuidadosas.
Cualquier analista sereno, no ideológicamente motivado ni activista o fanático, descubre los errores cometidos a causa de la negativa de aceptar las realidades históricas y quererlas mantener vivas, estáticas, sin cambios, sin fijarse en los nuevos factores de todo tipo, ahora sobre todo tecnológicos. Saltan a la vista aspectos nuevos en los pueblos originarios, como la creciente participación de las mujeres, quienes están abandonando algunas tradiciones limitantes de su papel. Es manifiesta la coherencia de las oradoras para expresar sus ideas con factores lógicos y de sentido común. Esto ocurre así mismo con los varones, cuyo papel en la sociedad también ha cambiado. Ahora son grupos en evolución, ojalá no cercana a una revolución de efectos desastrosos.
' En esta crisis ningún bando podrá derrotar al otro. Urge entonces negociar, y para ello es necesario ceder mutuamente.
Mario Antonio Sandoval
Es notoria además la utilidad del idioma español, como mejor forma para comunicarse entre sí y con los guatemaltecos hispanoparlantes, parte de los 500 millones en todo el mundo. Se nota un deseo de lograr avances, pero sus dirigentes no analizaron la magnitud de las consecuencias. Fue valiente su amenaza de no cesar hasta conseguir fines compartidos con los ladinos, cuyo apoyo espontáneo capitalino se está desvaneciendo, y ello obligó a reducir los bloqueos al mínimo, pero ahora los grupos sololatecos al reanudarlos amenazan lo logrado: la conciencia nacional del mundo indígena real. No ha sido una derrota, porque lograron afianzar el abierto rechazo nacional a una dictadura ya no solapada, sino en proceso de consolidación distinto a los anteriores.
Los ladinos están aprendiendo a valorar y admitir la organización ancestral indígena. La clase política es la gran derrotada, así como el gobierno, pese a sus actitudes sólo legales por haber retorcido escandalosamente las leyes, producto de la cooptación de los tres organismos del Estado y de los errores iniciales del TSE, cuya actitud cambió, y si sigue con valor tiene en sus manos decisiones fundamentales para el futuro inmediato. La población está perdiendo, por ese consenso faltante. A las organizaciones económicas les falta convencer a un integrante para unirse a la exigencia de respetar los resultados electorales, a causa del temor de eliminar a la corrupción como el único motivo de participar, no en política, sino en la nefasta de los últimos años.
Todo está quedando en impasse, aunque en apariencia alguno de los contendientes, el oficialismo, se encuentre ahora en mejor posición. Serán largos e impredecibles los efectos de los errores de la totalidad de los participantes en la conducción del país. Esta época de cambio necesita ser encauzada de la mejor manera posible, con la valentía de enfrentar un futuro incierto pero basado en valores universales y en realidades innegables, cuyos efectos nos alcanzarán a todos. La idea principal es simple: no se puede pensar en obtener resultados distintos si tercamente y por temor o capricho se sigue haciendo lo mismo y con la misma o similar gente, y si no se abre la mente a entender las complicadas causas de los resultados de estas últimas tres semanas.