CATALEJO
Si no hay una tregua, Guatemala colapsará
Guatemala se encuentra a pocos pasos de colapsar, de desintegrarse. La olla de presión social debida a tantos años de negar realidades provocadas por una serie de decisiones absurdas, lo está demostrando la crisis socio-política-económica-religiosa-étnica-militar donde estamos hundidos todos. Viejo periodista viejo como soy, en 58 años de carrera he descubierto la necesidad de ver más adelante, lo cual incluye varios planes previos posteriores al logro de los urgentes y evidentes cambios. El país no puede resistir más la presencia de Giammattei, Porras, Curruchiche, y al mismo tiempo de no establecer una tregua durante la cual ciudadanos probos, pertenecientes pero no representantes de sus sectores, para lograr la supervivencia del país sobre criterios lógicos y éticos.
' La tregua necesita incluir el llamado a otra gente. Lo causante de daños a los guatemaltecos, debe ser rechazado.
Mario Antonio Sandoval
En un breve resumen, a la crisis estallada hace dos semanas contribuyen la paulatina descomposición del pseudo democrático sistema político y el atraso del sistema económico, la burla a la ley, la participación de mediocres e irresponsables, la incapacidad y falta de voluntad de ver la realidad del país, cuya vida transcurre en tres siglos distintos, no relacionados entre sí: el siglo XXI, en la metrópoli, y los dos anteriores en mucho del resto geográfico. A causa de innegables influencias extranjeras, la separación de esas ‘tres Guatemalas’ ha sido descubierta por la mayoría poblacional, y comprobada gracias a la tecnología instantánea y a las redes sociales, tan beneficiosas como desastrosas según quien las utilice: el número de teléfonos “inteligentes” es superior al de habitantes.
Giammattei, por su terquedad o por estar chantajeado, no quiere o no puede entender la necesidad, por el bien de todos, de realizar los necesarios cambios por evolución y no por revoluciones, porque estas —sin excepción— literalmente se han comido a sus iniciadores. Aún hay esperanza de detener un desborde generalizado, pero para lograrlo ya es imposible negar la indispensable decisión de una tregua de todos. Por supuesto, de inmediato debe pedirse la colaboración de personas de sólido prestigio, con la serenidad de la edad madura o la enjundia de la juventud, pero no representantes de ninguno de los grupos ahora empecinados en no dar marcha atrás, retroceder la Historia, y no ceder siquiera en algo aunque ello signifique perderlo todo, es decir Guatemala.
Se debe escuchar a los miles de ciudadanos jóvenes decididos a hablar por redes sociales. La forzada renuncia del ministro de Gobernación le evitó una humillación ordenada por Consuelo Porras, y la responsabilidad del sangriento choque entre soldados y civiles, exigido por fanáticos, aunque los militares no estén obligados a obedecer órdenes legales pero inmorales derivadas de una cooptada CC. La tregua tiene urgencia precisamente por eso. Las manifestaciones son violentas, por naturaleza, cuando afectan los derechos del resto. Sus organizadores deben detenerlas, ya. Tomará tiempo reponer la cólera de los afectados, a causa de infiltrados del gobierno y de gente ideologizada.
La negociación debe basarse en la aceptación de llegar a acuerdos, pero con condiciones. La primera es la moderación. El fanatismo no lleva a nada —lo más a victorias pírricas y posteriores guerras, en sentido literal y figurado—. Los fanáticos, de cualquier tipo, no deben ser permitidos porque ya traspasaron el límite de lo perdonable. Piensan en términos de aniquilación, no en sentido figurado sino real, de quienes pueden aportar desde otros puntos de vista. Lo mismo debe hacerse con los ilusos participantes en la politiquería nacional. Se debe comenzar con algo admisible: el respeto a la voluntad popular, aunque no agrade a muchos. Sólo así se puede sostener una democracia republicana. La alternativa es una dictadura y eso llevará al eterno caos.