NOTA BENE
¿Alguien ganó?
La política es un juego de suma cero cuando la ganancia de uno es la pérdida de otro. Se convierte en un juego de suma negativa cuando las decisiones colectivas empeoran la situación de todos. Esta campaña política y las elecciones generales del 25 de junio dejaron un sabor de suma negativa. Un pueblo honrado y trabajador emerge del proceso con más desconfianza hacia la democracia, la clase política actual y el Tribunal Supremo Electoral (TSE).
Para rescatar la legitimidad de las instituciones y así aliviar parcialmente este sentimiento de suma negativa es necesario que el TSE atienda a la brevedad los cuestionamientos en torno a las papeletas tachadas y la digitación de los datos, entre otras cosas.
Después de una adecuada revisión, el TSE podría dictaminar que las anomalías no alteran significativamente el resultado final, el cual entonces deberíamos aceptar.
Tomando los números publicados a la fecha, vemos que ningún partido político “ganó”, porque ninguno es francamente popular. Las gráficas que elaboró Libertópolis con base en el total de guatemaltecos empadronados constatan este hecho. Se ausentó el 39.92% de los votantes empadronados. Es el bloque más grande. Le sigue el voto nulo, con 10.45%, y sólo en tercer lugar, el partido UNE, con 9.53% del voto. Semilla obtuvo 7.08%. Todos los demás partidos políticos fueron preferidos por menos de 5% del total de los electores empadronados.
Está previsto que compitan en segunda vuelta dos binomios que son preferidos por un reducido porcentaje del total de empadronados. Los finalistas no representan la voluntad de la gran mayoría.
El voto nulo creció de 209,444 en la primera vuelta del 2019 a 956,413 en esta ocasión. La intención de los electores que anularon su voto era manifestar su disgusto ante la ausencia de unos candidatos y el comportamiento de los demás. En la práctica, renunciaron a comunicar su preferencia entre las opciones disponibles, pues a todos encontraban defectos. Seamos realistas: ninguna opción en la vida real es ideal.
' Siempre elegimos entre opciones imperfectas.
Carroll Rios de Rodríguez
Imagine que José y sus amigos van a una heladería que hoy solo dispone de los sabores vainilla y chocolate. Como José tenía antojo de fresa, declara a sus amigos que no elige nada. Los demás amigos deciden por él, y compran chocolate para todo el grupo, sin saber que este sabor es el que menos agrada a José. José se arrepiente entonces de no haber abierto la boca para votar por lo menos por vainilla.
¿Por cuál binomio habrían votado quienes anularon su voto? Jamás lo sabremos. Haciendo cálculos, si la mitad de ellos hubiera votado por Edmond Mulet, Zury Ríos, Manuel Conde o Manuel Villacorta, cada uno de ellos habrían obtenido más votos de los 649,080 que se le atribuyen a Bernardo Arévalo (Semilla). Los dos finalistas serían otros, si más personas hubieran acudido a las urnas para marcar una casilla específica.
Algunos dicen que votar por uno de los dos competidores en la segunda vuelta equivale a traicionar sus principios. Piensan abstenerse o votar nulo. ¿Será lo conveniente? ¿Cuál competidor en primera vuelta era angelical? ¿Al comparar Semilla y UNE admiten que un prospecto es más peligroso que el otro? ¿Es más ético guardar silencio? ¿Es ético tirar la toalla respecto del futuro de nuestro país desde ya?
Como amante de la libertad, no concuerdo con la filosofía de la UNE ni de Semilla. Me duele lo que podría llegar a ocurrir en Guatemala, pero me temo que un escenario es más aterrador que el otro. Ante la imposibilidad de votar por alguien afín, expresaré mi preferencia por el menos peor. Invito a todos los empadronados a hacer lo mismo porque ahora verdaderamente hay demasiado en juego.