Esta última es una característica que Hispanoamérica siempre ha tenido: la capacidad de ser resilientes y adaptarnos al cambio.
Y aunque por ello estamos bien posicionados para aprovechar esta nueva era, tenemos grandes retos por delante: lograr un crecimiento robusto que responda a las demandas sociales; repensar el andamiaje empresarial para ser más competitivos; aprovechar de manera sostenible los vastos recursos naturales; avanzar la inclusión socioeconómica y la diversidad; y profesionalizar el talento.
Es el momento ideal para repensar nuestra idea de crecimiento. No solo se trata de generar ganancias, sino de buscar un impacto positivo holístico, incluyendo al planeta y a las personas, un crecimiento sostenible e inclusivo, para poder tener presencia en el nuevo juego global, y también para asegurar a las generaciones futuras un mundo mejor.
Todas las semanas sostengo esta conversación con diferentes empresarios y ejecutivos de empresas guatemaltecas, y existe un consenso en esa necesidad.
Por ejemplo, existe espacio para construir muchas más empresas medianas que compitan en mercados globales, incrementen la productividad y generen empleos bien pagados. Hay pocas multilatinas, pero contamos con un gran número de pequeñas empresas, que podrían volverse más productivas e impulsar el crecimiento.
Otra de las maneras de promover el crecimiento sostenible e inclusivo es la digitalización, ya que puede ayudar a las empresas medianas a reducir rápidamente la brecha de productividad con las empresas más grandes, descentralizar el trabajo, y desarrollar productos y servicios más accesibles para clases vulnerables.
De hecho, Hispanoamérica ya se está posicionando como terreno fértil para el desarrollo de startups y ecosistemas digitales.
Por otro lado, la sostenibilidad y el cambio climático cobran más relevancia que nunca. Según una reciente investigación del McKinsey Global Institute, tenemos frente a nosotros la asignación de capital más grande de la historia de la humanidad: para alcanzar la neutralidad de carbono, se necesitan a nivel global unos US$9 mil 200 millones de inversión anual de aquí a 2050 —esto es el 7.5% del producto interno bruto (PIB).
Implica inversiones en cambios en la matriz energética, electrificación del transporte y los procesos industriales, reforestación, economía circular, hidrógeno verde, captura de carbono y otras tecnologías. Nuestra región tiene la oportunidad de recibir gran parte de esa inversión.
Tenemos una ventaja competitiva en cuanto a la disponibilidad y la calidad de recursos naturales para la generación de energía renovable. De hecho, podríamos proveer a partir de fuentes renovables el 10% de la demanda energética global, además de desarrollar una industria de hidrógeno verde y derivados, competitiva y con mirada exportadora.
La región cuenta con una capacidad de abatimiento de carbono única a través de la forestación y la revalorización de su gran biodiversidad. Y varios países poseen una importante riqueza mineral que será fundamental para asegurar los insumos necesarios para la manufactura de tecnologías de descarbonización.
Además de ser sostenible, es importante que este nuevo crecimiento sea inclusivo. Para ello será fundamental nutrir el talento local y desbloquear la innovación. Según nuestro reporte más reciente de Diversity Matters, la mayoría de las empresas latinoamericanas dedican sus esfuerzos de diversidad a temas relacionados con la integración de mujeres al entorno laboral (95%) o a la diversidad de género (55%).
Pero sólo una de cada tres implementa medidas relacionadas con la diversidad socioeconómica, que implicaría incluir a personas provenientes de distintos contextos, y sobre todo de entornos menos favorecidos.
En el caso de Guatemala, podemos ofrecer al mundo talento joven y diverso, seguridad energética y alimentaria a través del uso estratégico y sostenible de sus abundantes recursos, y nuevos productos y servicios competitivos, creando nuevos negocios y abriendo múltiples oportunidades.
Un reto importante, también viene desde los liderazgos, ya que debemos contar con más líderes ambidiestros, que sepan jugar tanto a la defensiva como a la ofensiva, tanto planear para el futuro como actuar en el ahora aprovechando las oportunidades.
Hispanoamérica es la región emergente más versátil del planeta y es hora de desbloquear juntos ese potencial.
Santiago Carbonell es socio y office manager de McKinsey Guatemala.