MIRAMUNDO

Una sociedad enferma del alma

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Hemos leído cómo se describe que el problema guatemalteco tiene su causa en una crisis de valores, pero es complicado cuando estos retratos quedan solo en papel y no se asumen.

' El Estado existe para la protección de todos, sin importar nuestro pensamiento u origen.

Alejandro Balsells Conde

Guatemala tiene una excelente constitución, la cual hace vivos muchos valores, pero ella tiene muy poca culpa cuando quienes son nombrados para defenderla, sustituyen su juramento de lealtad por intereses personales o sectarios, ¿cómo explicar que una República lleva casi cuatro años sin renovar sus propias cortes cuando existe mandato expreso para ello? Y esto solo por mencionar la más icónica de las violaciones constitucionales, porque al fin y al cabo la constitución no es más que un invento para conseguir vivir en paz.

Si una sociedad no valora la vida y la integridad personal no tiene futuro o si lo tiene está comprometido con la barbarie. La justificación de los horrores cometidos por un lado y otro durante nuestro enfrentamiento armado es espantosa, sobre todo cuando en el 2023 deberíamos aprender del canibalismo vivido y construir una sociedad en paz.

Si tomamos los ejemplos de Chile, Uruguay y Argentina, por mencionar solo tres países, constatamos cómo sin importar diferencias políticas (ideológicas o partidarias) se realizan grandes manifestaciones para exigir al Estado respuestas concretas frente a los detenidos desaparecidos, porque jamás nadie tuvo derecho para cometer un crimen tan atroz y menos el Estado, si en ese punto no logramos ponernos de acuerdo, solo evidenciamos nuestro espíritu rupestre.

Es absurdo vivir una campaña electoral, como la nuestra, donde lo único que pululan son ofrecimientos clientelares y pocos se pronuncian por temas estructurales. Ningún país del mundo puede ofrecer un mínimo de desarrollo si oculta su historia y menos aún cuando existen miles de detenidos desaparecidos sin buscarse por parte de quienes son depositarios del poder público.

Se necesita ser cínico o tener un alma enferma, si no se muestra empatía con miles de padres, madres, hermanos, hijos, cónyuges y amigos que ignoran el paradero de un ser querido. Si bien todos los casos, sin excepción, nos deben mover las fibras más íntimas, también es cierto que hay casos paradigmáticos como el de Marco Antonio Molina Theissen.

Marco Antonio tenía 14 años y en su propia casa fue capturado por elementos oficiales el 6 de octubre de 1981 sin que a la fecha se sepa de él. Justificar un crimen tan horrendo como ese o señalar que Marco Antonio vive tranquilamente en otro país y que la familia pretende lucrar con la tragedia cuando es público el sufrimiento, solo es muestra, de veras, de una descomposición humana muy profunda.

Una constitución puede garantizar el derecho a la vida, a la integridad personal y a la libertad, pero si estos derechos no son asumidos por cada uno de nosotros, en el día a día, lo plasmado no es más que una simple hoja de papel.

El Estado existe para la protección de todos, sin importar nuestro pensamiento u origen, por eso la actitud de nuestros distintos gobiernos para dejar de buscar a quienes ellos mismos, institucionalmente hablando, detuvieron y desaparecieron es un insulto a cualquier noción de convivencia pacífica.

El Estado jamás debe ser criminal y hasta las grandes guerras mundiales tuvieron reglas, vivir bajo la negación, el radicalismo o el relativismo para justificar prácticas terroristas estatales es la mayor de las cobardías y la mejor forma de convivencia pacífica. Destruir al pensamiento distinto, cuando este debe ser respetado, es absurdo porque el ser humano tiene su riqueza en su diversidad, salvo por supuesto, si en realidad estamos enfermos del alma…

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.