Los sentidos humanos –vista, oído, olfato, gusto y tacto– pueden ser herramientas fisiológicas que nos acercan a la comprensión existencial, a la vez que nos llevan a protegernos y sobrevivir ante las distintas amenazas corporales.
La doctora Edna Vaquerano Martínez, psiquiatra y docente de la Facultad de Humanidades y la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Rafael Landívar, explica que los sentidos son el resultado de una interacción en la corteza sensorial del cerebro, que lleva a las personas a percibir lo que les rodea.
Por otro lado, el doctor Víctor Arévalo, especialista en Neuropsicología, apunta que lo sentido a través del cuerpo suele provocar información que concluye en la corteza cerebral donde “se procesa para tener una percepción constante de los estímulos”.
Tanto Arévalo como Vaquerano recuerdan que los cinco sentidos son útiles en cuanto a que permiten comprender las formas del mundo, pero también posibilitan mecanismos de defensa que se conectan con el sistema encargado de regular las emociones.
“Los sentidos son útiles para conocer mantenernos vivos y nos ayudan en la interrelación con las otras personas”, comparte el doctor. Ante esta idea, Vaquerano añade que la importancia de los componentes sensoriales no solo se orienta a conocer lo que nos rodea, sino también a lo que atravesamos emocionalmente.
¿Qué ocurre con el tacto? ¿Cuál es su relevancia, desde un punto de vista fisiológico y psicológico, en medio de la reducida pero significativa gama de los sentidos?
La especialista Vaquerano Martínez responde que a través de la piel y las conexiones que este gran órgano tiene (no olvidemos, el más grande del cuerpo), las personas podemos aprender sobre el medio ambiente externo e interno, y su representación en nuestro imaginario.
“La forma que tenemos de relacionamiento está mediado por el tacto, y no solo con las personas, sino a manera general: entendemos el mundo a través de diferenciar las texturas. Es algo que se utiliza desde el nacimiento a través del contacto con las mamás. Ese será el contacto más fuerte, pero claro que siempre implicará otros sentidos”, reflexiona la psiquiatra.
Mientras crecemos nos percatamos de estas nociones, aunque irónicamente, se trata, quizá, del sentido más presente que solemos experimentar. Esto se responde desde la naturaleza ubicua (presente en todas las partes al mismo tiempo) de la piel, y por ende del tacto.
El doctor Arévalo explica que el hecho de que la piel sea ubicua responde a que es el órgano con más receptores. “Esto nos permite conocer las texturas y conocer si algo es potencialmente peligroso. Por ejemplo, si algo es muy frío o caliente. Se activan sistemas de alarma y vigilancia. El tacto es importante para guiarnos en nuestro entorno incluso cuando no hay audición o vista disponible”, señala el neuropsicólogo.
Experiencias frente al curso del tiempo
La doctora Vaquerano Martínez explica que una de las grandes distinciones del sentido del tacto tiene que ver con un grado de subjetividad respecto a cada persona, ya que, no para todas experimentan una misma sensación de amenaza o peligro ante ciertas superficies o texturas.
“Muchas veces lo que aprendemos nunca se olvida. Las cosas van cambiando, por supuesto, pero esto tiene que ver con interés de cada persona. Hay cosas que harán sentir ciertas cosas en particular. Si estas son agradables, volverán a buscarse”, apunta la especialista.
El doctor Arévalo señala que el tacto estará presente siempre, pero especialmente cuando los niños y los bebés están creciendo tendrá mayor significante, ya que se trata de nuevas sensaciones las que reconocerán.
Lo que puede provocar el tacto en la historia personal es bastante significativo si desde temprana edad se procura una estimulación respecto a diferentes texturas. Entre más estímulos se reciban, existirá una mayor capacidad de reconocer y cuidarse del mundo.
Además, la reflexión sobre el tacto también puede facultar mejoras en la creatividad, la atención cognitiva, así como el mismo sentido de orientación.
“Un pianista estimula su propiocepción (la capacidad de reconocer la posición de las partes de su corporalidad) y de esa manera puede ejecutar mejor su instrumento porque sabrá cuando presionar las teclas”, ejemplifica el doctor Arévalo.
Tenemos distintos receptores en la piel para distintas modalidades sensitivas. Arévalo explica que las fibras nerviosas de la piel tienen receptores para el dolor, la temperatura y también la presión. No obstante, esto se va perdiendo con los años, particularmente si hay enfermedades que dañan los nervios sensitivos, como las relacionadas con la diabetes, las tiroides o la lepra.
Cuidar y estimular el tacto
La doctora Vaquerano Martínez señala que es importante estar en contacto con superficies y texturas que resulten placenteras, con el debido cuidado, para garantizar un estímulo del mundo exterior.
Como se ha mencionado, esto podría ser útil y estimulante en personas que están en proceso de desarrollo. Por otor lado, jóvenes y adultos ya no suelen encontrar una utilidad en la estimulación táctil. “Conforme uno va creciendo a uno no le interesa más porque ya tiene información”, comparte Vaquerano Martínez.
Aunque en medida que se crece los estímulos del tacto están más comprendidos, es necesario reconocer que el tacto puede deteriorarse. Para mantenerlo preservado, la doctora entrevistada sugiere que se mantenga el cuidado de la piel a través de una constante hidratación, así como también se debe aplicar protector de piel. Otros factores como las quemaduras pueden llevar a que se pierdan capacidades en el tacto.
El doctor Arévalo señala que para estimular el tacto se deben realizar ejercicios físicos y también recomienda tocar distintas texturas, colocar los pies descalzos sobre la grama. En cuando al cuidado del tacto, sugiere cuidar la dieta según el caso de cada persona, así como mantener precaución respecto a superficies calientes. Utilizar guantes en la cocina, sería una forma de cuidar el sentido.
Existen varias situaciones en las que el sistema nervioso reacciona junto a la piel. Una de ellas es la piloerección, que coloquialmente se entiende como “piel de gallina”. Esto significa que los vellos del cuerpo, en las zonas de los brazos y extremidades se levantan debido a una tensión de los músculos piloerectores.
“El sistema nervioso simpático se emociona y puede deberse a reacciones como el frío o incluso por emociones muy intensas. Hay una memoria emocional que hace que el cuerpo reaccione y las emociones mandan señales a los vellos”, explica la doctora Vaquerano Martínez. Las cosquillas, por otro lado, son reacciones en zonas hipersensibles del cuerpo. Esto funciona como respuesta al miedo o la amenaza física que percibe la piel.