Se espera que DeSantis, el gobernador de Florida, presente una serie de argumentos basados en políticas, según sus declaraciones públicas y entrevistas con personas que se han reunido con él en privado y han descrito sus conversaciones bajo condición de anonimato.
Les está diciendo a los republicanos que, a diferencia del voluble Trump, se puede confiar en él para que se adhiera a los principios conservadores; que Trump se distrae con bastante facilidad y es indisciplinado para lograr victorias políticas conservadoras, como completar su tan publicitado muro fronterizo y que cualquier promesa política que Trump haga a los conservadores carece de valor porque es incapaz de derrotar al presidente Joe Biden.
El desafío de DeSantis es evidente para cualquiera que haya visto una encuesta en fechas recientes: Trump mantiene un profundo control psicológico sobre muchos votantes republicanos que parecen inmunes a argumentos razonados en contra de este.
Trump, un hombre que se ha casado tres veces y es acusado de pagar sobornos a mujeres, entre ellas a una estrella porno, nunca ha sido la imagen de un conservador social. Pero en gran medida ha gobernado como tal. El hecho de que estuviera más motivado por la transacción que por la convicción era irrelevante para millones de evangélicos que lo vitorearon cuando logró configurar una Corte Suprema que después anuló el caso Roe contra Wade.
Sin embargo, se espera que DeSantis argumente que la razón por la que Trump tomó tantas decisiones de personal ideológicamente inexplicables —como encumbrar a Anthony Fauci al comienzo de la crisis del COVID-19— fue porque no tiene principios inamovibles a los que recurrir cuando se enfrenta a decisiones difíciles.
Los aliados de DeSantis afirman que él, por su parte, intentará convencer a los electores republicanos de que pueden confiar en él para defender su postura en cuestiones difíciles como el aborto.
A continuación cinco de sus puntos de fricción más probables en materia de políticas públicas.
Aborto
Desde que la Corte Suprema revocó el precedente Roe contra Wade en junio pasado, Trump se ha mostrado incómodo con las consecuencias de su logro emblemático. En privado culpó a antiabortistas inflexibles por los decepcionantes resultados de los republicanos en las elecciones de mitad de mandato, se ha negado a decir si apoyaría una prohibición nacional del aborto y dio a entender que la nueva prohibición del aborto de seis semanas de Florida era “demasiado dura”.
DeSantis aprovechó esos comentarios y sus aliados esperan que el tema le ayude a ganarse adeptos entre la derecha cristiana. “Proteger a un nonato cuando hay un latido detectable es algo que casi el 99 por ciento de los provida apoyan”, dijo DeSantis hace poco, y señaló que Trump, “como residente de Florida”, no había dicho si habría firmado “el proyecto de ley del latido del corazón”.
No obstante, a pesar de estar a favor del derecho al aborto durante la mayor parte de su vida adulta, Trump fue el presidente antiabortista más consecuente de la historia. Les recuerda a las audiencias conservadoras que, aunque los anteriores presidentes republicanos hicieron muchas promesas, él fue quien acabó con Roe.
Enfrentarse a las grandes empresas
DeSantis y Trump difieren en su estrategia hacia las corporaciones estadounidenses.
DeSantis suscribe la teoría, popular entre la autodenominada “Nueva Derecha”, de que la izquierda se apoderó de tantas instituciones estadounidenses (incluidos el mundo académico, los medios de comunicación y las grandes corporaciones) que los conservadores serían unos tontos si ceden estos campos de batalla a los progresistas en nombre del “gobierno limitado”.
En cambio, DeSantis sostiene que los conservadores deben utilizar todos los medios del poder gubernamental para contraatacar y, si eso hace que los conservadores tradicionales se sientan aprensivos, pues ni modo.
Trump ha coqueteado con esta idea, pero nunca la ha aceptado del todo. Luchó contra las llamadas inversiones medioambientales, sociales y de gobernanza, arremetió contra las empresas de las redes sociales por su trato a los conservadores y promulgó aranceles que enfurecieron a las multinacionales. Pero también recortó de manera considerable los impuestos a las empresas e invitó al Despacho Oval y a sus consejos empresariales a ejecutivos a quienes más tarde tacharía de “globalistas”.
China, Ucrania y la OTAN
Trump y DeSantis han discrepado de forma importante en dos cuestiones fundamentales de política exterior: cómo lidiar con China y qué papel debe desempeñar Estados Unidos en la guerra de Ucrania contra Rusia.
A Trump se le atribuye haber hecho que republicanos y demócratas consideren a China un adversario implacable en lugar de un socio comercial imperfecto. Pero durante la mayor parte de su presidencia, Trump vio la relación entre Estados Unidos y China a través de una lente puramente económica.
Elogió al presidente chino, Xi Jinping, mientras trataba de concretar un acuerdo comercial del que pudiera hablarles con orgullo a los agricultores estadounidenses. Impuso aranceles a China, pero rechazó otras medidas, como sancionar a funcionarios chinos por cometer atrocidades contra los derechos humanos, para que no interfirieran con su acuerdo comercial. No fue sino hasta 2020, después de que Trump culpó al Partido Comunista de China de la propagación del COVID-19, cuando por fin dejó de lado a las palomas chinas de su gobierno y les dio todo el poder a los halcones.
A DeSantis le importa menos el comercio entre Estados Unidos y China y más las amenazas a la seguridad nacional que plantea Pekín. Como gobernador, firmó una ley que prohíbe las plataformas de redes sociales chinas como TikTok en los dispositivos del gobierno estatal y otra que impedirá que muchos ciudadanos y empresas chinos vinculados a su gobierno compren propiedades en Florida. Trump ha prometido promulgar restricciones similares a las inversiones chinas y ha pedido que China pague billones de dólares como indemnización por el COVID-19, pero su historial sugiere que estará más abierto que DeSantis a negociar con Pekín.
En relación con Ucrania, Trump ha ido más lejos que DeSantis al descartar el apoyo de Estados Unidos a Kiev. Mientras que en los primeros días de la guerra Trump calificó la invasión rusa de “crimen contra la humanidad”, en fechas más recientes se ha negado a hacer distinciones morales entre ucranianos y rusos, limitándose a decir que hay que llegar a un acuerdo. También ha planteado la posibilidad de entregar partes de Ucrania a Rusia.
Luego de evadir preguntas sobre Ucrania, DeSantis le dijo al expresentador de Fox News Tucker Carlson que defender a Ucrania de Rusia no era un interés fundamental de Estados Unidos y desestimó la guerra al decir que era una “disputa territorial”. Luedo de ser criticado por ello, DeSantis se desdijo de que era una “disputa territorial” y en una entrevista posterior afirmó que Putin era un “criminal de guerra”. Trump se negó a hacer lo mismo cuando se lo preguntaron en la CNN.
Aunque tanto Trump como DeSantis menosprecian instituciones internacionales como las Naciones Unidas, el expresidente supone una amenaza más importante para el marco de seguridad internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial.
El exasesor de seguridad nacional de Trump, John Bolton, temía que su jefe decidiera retirar a Estados Unidos de la OTAN y estaba cada vez más convencido de que lo haría si ganaba la reelección para un segundo mandato. Ahora, Trump valida esos temores en el sitio web de su campaña, ya que prometió “acabar con el proceso que comenzamos con mi gobierno de reevaluar fundamentalmente el propósito de la OTAN y la misión de la OTAN”.
Gasto, comercio y la Reserva Federal
Trump y su súper PAC han reprendido a DeSantis por sus votos en el Congreso para recortar el gasto en Seguridad social y Medicare. DeSantis ha dicho que “no se meterá con” la Seguridad Social para las personas de la tercera edad que en este momento dependen del programa, pero, a diferencia de Trump, no ha descartado recortar el gasto en derechos de manera que afecte a los estadounidenses más jóvenes cuando se jubilen.
Trump comenzó a atacar a DeSantis por sus intentos pasados de acabar con la Norma de Combustibles Renovables, que requiere que el etanol se mezcle en el suministro de combustible de la nación. Los conservadores hacendarios ven esto como una extralimitación del “gran gobierno”, pero Trump sabe lo importante que es el etanol para la economía de Iowa.
Los aliados de Trump planean que DeSantis se vea “débil” en materia de comercio, lo que significa que no utilizará los aranceles de manera tan agresiva como el expresidente, quien con orgullo se autonombró “el hombre aranceles” e inició guerras comerciales con China y Europa. Trump ha prometido que, de regresar a la presidencia, introduciría “un nuevo sistema de aranceles básicos universales que premie la producción nacional mientras grava a las empresas extranjeras”.
DeSantis contrastará sus superávits presupuestarios en Florida con los billones de dólares que Trump añadió a la deuda nacional cuando era presidente. DeSantis señalará que, como miembro del Congreso, votó en contra de los proyectos de ley de gasto de más de un billón de dólares que Trump hizo ley en 2017 y 2018. Y DeSantis planea vincular a Trump con la inflación elevada criticando a su nombramiento de Jerome Powell como presidente de la Reserva Federal.
Crimen y castigo
DeSantis promulgó legislación de mano dura contra la delincuencia, entre ellas una ley que disminuye el umbral para imponer la pena de muerte.
Trump, que ha cultivado una imagen de ley y orden, socavó esa imagen en el cargo al permitir que su yerno más liberal, Jared Kushner, dirigiera las negociaciones bipartidistas sobre una ley de justicia penal que acortaría las penas de prisión federales.
Trump se arrepintió poco después de haber promulgado esa ley, conocida como Ley del Primer Paso, y culpó a Kushner. En privado, los propios asesores de Trump han reconocido que la Ley del Primer Paso es una debilidad entre su base política.
Sin embargo, la capacidad de DeSantis para atacar directamente a Trump por la ley se complica debido a que, junto con la mayoría de los republicanos, votó a favor de la versión inicial de la Cámara de Representantes, una que se centraba exclusivamente en la reforma penitenciaria y a la que se oponían grupos de derechos civiles y muchos demócratas. La versión muy diferente que se aprobó, promulgada cuando DeSantis ya no estaba en el Congreso, incluía reformas de las sentencias y la capacidad de solicitar retroactivamente una sentencia reducida.