RINCÓN DE PETUL

Desde un barrio peligroso

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La tabla de precios del célebre Juan Frontera es rígida, no cabe ahí negociación ni regateo. Se paga lo que es. Se va, el que puede. Y también, como puede. Si acaso un cliente logra acceso a mayores cantidades, entonces optará a un servicio más privilegiado. Eso sí, estos son caros, y esa clientela se limita casi solo a quienes ya tienen algún patrocinador en el Norte. Alguien que también ya un día lo hizo, que ya conoce la lógica del negocio: te vas, trabajas, ganas, y logras pagar tu parte de un ciclo que no parece terminar. Hoy se escucha de servicios VIP por más de quince mil dólares, pagados mientras se avanza en el trayecto. Estos, claro, garantizan una experiencia más rápida y menos peligrosa. Pero si el bolsillo no da para tanto, Q75 mil parece el precio de mercado para el servicio popular. Uno, donde los peligros aumentan. Aquí entra la mayoría de quienes luego vemos víctimas de las mayores desgracias a lo largo de México. Los de los furgones. Los de los accidentes. Los que más son abandonados en los desiertos. La tabla es rígida y se va el que puede.

' ¿Qué expectativa económica puede sentir quien perdió el trabajo por el alza en la extorsión?

Pedro Pablo Solares

Por ello, en el esfuerzo de los Estados por evitar que aún más pueblo se largue decepcionado del país, quizás el mejor aliado sea ese estratosférico costo de la guía irregular. No la gana de quedarse aquí. No el optimismo por el futuro. Ni mucho menos la ilusión. Esas son consideraciones que no pueden dejar de pensarse, a partir de la última Encuesta Libre, publicada por este diario esta semana. En ella, 82.2 de 100 entrevistados manifestaron que el país ha empeorado en los últimos tres años, y de esos mismos 100 encuestados, cuarenta y seis revelaron que creen que el futuro —a un año plazo— será aún peor que la actualidad. ¿Un pueblo pesimista o uno realista?

Esta semana me tocó trabajar en un área de la capital donde se sufre más por el crimen y la violencia. Fue solo un poco, y tan solo fueron unas cuantas horas. Pero se siente la zozobra que ahoga a los grandes segmentos obligados a trabajar y vivir ahí. La extorsión, el sicariato, la delincuencia común, lo intrafamiliar y tantos males que —con la sola angustia— roban vida, aún de quienes nunca reciben una bala. No digamos de quienes sí llegaron a ser víctimas personales, o quienes perdieron a una persona querida. Según la encuesta, lo económico parece ser el mal que más preocupa (35.4% de los encuestados). Y males relacionados con la inseguridad suman otro 23.3%.

Se pregunta uno, sin embargo, ¿qué expectativa de mejorar en lo económico puede sentir el empleado que perdió el trabajo pues el negocio cerró presionado ante el alza de la extorsión? En nuestro pequeño recorrido, los entrevistados se quejaban no solo de la presencia de más extorsionistas, sino también de un alza en el monto de lo que se cobra. Sin embargo, da cólera que, a la hora de responder, los encuestados, aunque sean víctimas, no siempre conecten ambos males. Y que luego, la discusión política del país se gire, desproporcionadamente hacia la sola creación de oportunidades de negocio. Y que luego, los atrapados entre las fronteras protegidas y el alza de los precios de la rígida tabla de don Juan Frontera, contesten siempre solo lo mismo: que se van, pues no consiguieron un trabajo. Honestamente, pienso que no vemos aún mucho más pueblo emigrando, tan solo por el precio inaccesible del viaje irregular. La situación para demasiados es simplemente insoportable. La vida se les pasa esperando reunir esos Q75 mil, antes de que reciban el balazo que ya le amenazaron.

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.