SI ME PERMITE
Sabiendo pedir la ayuda, usualmente no se niega
“Por más que sea justo lo que pides, no lo pidas con muestras de arrogancia”. Joaquín Setanti
El admitir que ningún ser humano es autosuficiente nos lleva a depender de los que nos rodean y las personas que tienen algún tipo de responsabilidad sobre nosotros. Esto nos lleva al hecho de que en algún momento dado tendremos que acercarnos y pedir que se nos ayude para poder llenar las necesidades que a diario tenemos. En más de una oportunidad nos vemos más que frustrados porque no logramos la ayuda que estamos esperando y no hay duda de que en muchos de los casos se debe a que no sabemos pedir o lo hemos hecho de tal manera que la persona que podría habernos ayudado no lo hizo.
Sin lugar a duda, nuestra individualidad y nuestra personalidad llegan a ser conocidas por los que nos rodean, fundamentalmente por el modo como pedimos las cosas y el proceso está conformado por detalles muy insignificantes aparentemente, pero en su conjunto no solo nos ayudan a lograr el apoyo de otros, sino también determinar la forma como podemos cultivar las relaciones con los que convivimos y por el conjunto de habilidades y capacidades de ellos logramos alcanzar muchas de las metas que nos trazamos en la vida.
Es innegable que quien está pidiendo tiene que estar investido con una humildad y, además, de los detalles de la educación que cada cultura tiene, para que cuando se esté pidiendo pueda de una forma favorable ser escuchado y ayudado por los que están con él y que muy probablemente tienen cómo asistirlo. Sin duda, hay extremos, como toda conducta humana, en este caso uno puede en un extremo ser un mendigo o por el otro lado llegar a verse como alguien que está imponiendo y exigiendo de tal forma que pueda verse como un atropello. En el caso donde hay una moderación y una manera apropiada de saber pedir, es sorprendente cómo la gente responde.
' Aun entre amigos a veces hay prejuicios que no permiten obtener la ayuda pedida.
Samuel Berberián
Para muchos de nosotros es difícil llegar a entender que nadie de los que nos acompañan tiene la obligación de ayudarnos. Aun nuestros seres queridos que viven con nosotros habrán de pensar y evaluar antes de moverse a dar la ayuda. Claro está, si estamos hablando de una emergencia, es muy diferente, pero nuestro planteamiento no está enfocado en ese tipo de cosas, sino cuando se está tratado de algo que es adicional y no necesariamente de urgencia. Es por demás claro que cada uno de nosotros evaluamos de una manera muy propia las necesidades y estructuramos en un modo muy propio el modo como habremos de acercarnos y en qué manera habremos de pedir la ayuda.
Cuando nos tomamos el tiempo de pensar el camino que hemos recorrido en la vida y hasta dónde hemos podido llegar, tenemos que dar crédito a los que han caminado la milla extra para ayudarnos, en algunos casos porque nosotros lo pedimos, pero en otros de los casos porque a ellos les nació el deseo de ayudarnos.
Si podemos tomar unos minutos y evaluar la realidad de que hemos llegado a donde estamos con la ayuda de otros en algunos momentos de la vida, esto nos debe hacer responsables para estar preparados nosotros también para ayudar a otros con alguna necesidad manifiesta y que en nosotros está el recurso y los medios para hacer algo, y eso es lo suficiente para ponernos en acción y ofrecer la ayuda. Nuestra sociedad necesita urgentemente que seamos más solidarios con el prójimo.