Evadir o resistir
por excelencia. El resumen de la vida, pasión y muerte de Jesucristo, que nos consuela e inspira nuestras vidas llenas de vorágines, donde las eventualidades se han convertido en las constantes. Para otros, en el período está la esencia de la fiesta, del destape; la evasión al máximo encubierta por el manto de los excesos. Para otros, simplemente el período para compartir, para visitar a las familias, para hacer aquello que no es posible hacer en lo cotidiano. Sea lo que sea, estos días únicos en el calendario anual se usan para tomar aire, para recibir bocanadas de oxígeno, para intentar olvidar las penurias.
En el resto del tiempo nos quedan menos opciones. O entramos en la jugada, navegamos contra corriente y corremos los concitados riesgos de ser revueltos por las aguas turbulentas y ser tragados por las profundidades de lo desconocido. Este terreno es propicio para los comprometidos, para los que piensan en que es posible revertir lo adverso, los esperanzadores, los que aún mantienes ilusiones.
La Semana Santa también es el período ideal para preparar las emboscadas de las siguientes semanas. El terreno de lo inhóspito es propicio para la operación de los aprovechados, los que permanecen al acecho, los rapaces; quienes son capaces de ofrecer en canje hasta a los cercanos. Este es el espacio idóneo para quienes preparan la escalada electoral, los destructores de las Cortes, los tranzas, los vendedores de nuevos espejitos, los levanta bolas. Mientras unos escapan, otros preparan las andanadas.
¿Será que la evasión es una opción? Evadir implica estar alejados de aquello que desgasta, lo que consume, lo que no interesa. Vale preguntarnos si en esencia es posible desvincularnos por más de breves minutos de una realidad que nos atrapa, condiciona y determina. Entonces, este período más bien representa una etapa irrepetible para fantasear; idilio momentáneo.
Bajar el ritmo es saludable, siempre que no represente total adormecimiento. La semana mayor termina siendo un doble filo. Ayuda a tomar fuerzas, pero al mismo tiempo es un soporífero. Prepara y aleja. A la vuelta del descanso no caben las sorpresas.
Lo peor que puede ocurrirnos es regresar a ser incautos, recaer en el papel de veletas que bailan al son que les tocan, asumir de servidumbre para quienes quieren allanar el camino a cambio de muy poco. Si este período solo ha servido para más de lo mismo, entonces lo hemos desperdiciado. Los tiempos juegan en nuestra contra y no están para lanzarlos por el caño.
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