Caso Sperisen o el mundo al revés
Imagine la prisión Champ-Dollon de Ginebra. Un ‘comité’ conformado por líderes de organizaciones de asesinos psicópatas y narcotraficantes. Imagine tal grupo, con plenos poderes y sin rendición de cuentas a nadie, con derecho de vida y muerte dentro del penal. Viven en apartamentos con jacuzzi. Abren tiendas, casinos, gimnasios, etc. Los candados se colocan en el interior; las autoridades no se les permite entrar en su fortaleza; sólo para dejar la comida en la entrada… las autoridades no tienen el control del ‘registro de los habitantes’, no se sabe quién está ahí y por qué…
En el exterior, la comisión es muy activa, con amplia red de espías, socios, ejecutores, traficantes, pandillas. Las acciones se preparan desde Champ-Dollon, la prisión se convirtió en el centro del crimen: asesinatos, secuestros, (las víctimas son llevadas al interior de la cárcel hasta el pago del rescate), extorsiones. Comerciantes de Ginebra deben pagar el ‘impuesto de protección’, los individuos son seleccionados al azar por teléfono y amenazan de muerte si no pagan una ‘contribución’; carros robados son modificados en los talleres penitenciarios para ser vendidos en el extranjero, etcétera.
Los altos funcionarios del Estado de Ginebra, quizás se hacen de la vista gorda, o peor, participan en las ganancias, hasta que un día llega al poder un nuevo gobierno que quiere restaurar el Estado de Derecho, desmantelar este ‘comité’ y recuperar el poder en Champ-Dollon. El jefe de Estado se rodea de personas rectas, confiables y valientes, del ejército, policía, dirección general de prisiones, y desarrollan una estrategia común para retomar el control. Se espera que el ‘comité’, y sus guardaespaldas, armados hasta los dientes, no les darán las llaves de los candados, al contrario, opondrán una resistencia armada feroz para mantener sus privilegios. El gobierno de Ginebra, en aras de la transparencia y para recuperar la confianza de la población, invitan a la prensa, televisión y representantes de Derechos Humanos para la ofensiva. El día de la toma el ‘comité’ atrincherado en un lugar, abre fuego y los ‘atacantes’ replicaron. Los prisioneros, finalmente son censados y transferidos a otras prisiones. Hay muertos. La prisión es tomada, el Estado de Derecho restaurado bajo los aplausos de la población quien celebra sus héroes.
Y luego, mucho más tarde, en búsqueda de publicidad, el representante de los Derechos Humanos en Ginebra convence al fiscal de que hubo ejecuciones extrajudiciales de miembros del ‘comité’ y que los derechos humanos de estos ‘pobres’ asesinos del ‘comité’ no se han respetado, y se debe procesar a los responsables de la recuperación de Champ-Dollon (que era mucho mejor cuando la cárcel era gobernada por sicópatas). Tres funcionarios del Estado de Ginebra son encarcelados, juzgados y liberados. Queda un cuarto, el jefe de la policía de Ginebra, que encontró refugio en Guatemala para proteger a su esposa e hijos. Fue detenido a su vez en ese país lejano, por un fiscal que quedó hechizado por el canto de las sirenas. El héroe se transformó en monstruo, y ahora va a juicio en un tribunal enteramente dedicado a los ‘derechos humanos’, y será condenado en un país que no sabe nada de la realidad de Ginebra. La población de Ginebra, antes víctima del ‘comité’, mira cómo uno de sus héroes irá a la cárcel. Imposible pero es la realidad. Champ-Dollon es Pavón, todo lo demás es transpuesto en Guatemala”.