En estos “bosques zombis”, los árboles más viejos y consolidados —entre ellos los pinos ponderosa, los abetos Douglas y los pinos de azúcar— todavía se elevan por lo alto, pero pocos árboles jóvenes han podido echar raíces porque el clima se ha vuelto demasiado cálido y seco para que prosperen.
“En cierto modo”, los bosques zombis “engañan a la muerte”, opinó Avery Hill, ecólogo y autor principal del estudio.
Los árboles maduros son capaces de sobrevivir incluso después de que su clima local ha cambiado, pero no es probable que la especie vuelva a crecer en estas zonas después de una perturbación importante, como un incendio forestal catastrófico, un evento de tala o un periodo de sequía extrema. Según el estudio, es más probable que una vegetación más pequeña de arbustos, adaptada a condiciones más cálidas y secas, remplace al bosque.
Para su análisis, Hill y sus colegas examinaron datos históricos que se remontan a más de ocho décadas y compararon datos detallados de investigación que trazó el Servicio Forestal de Estados Unidos en la década de 1930 con mapas de vegetación más recientes. Encontraron que, durante ese periodo, los bosques de coníferas de la Sierra Nevada se habían desplazado, en promedio, unos 35 metros hacia arriba. El rango de temperatura más adecuado para las coníferas se había desplazado todavía más rápido: unos 182 metros ladera arriba.
Esto ha provocado que un estimado del 11 por ciento de los bosques de coníferas de Sierra Nevada no sea compatible con las condiciones climáticas actuales y que otro 8 por ciento se considere “gravemente” incompatible, según el estudio, publicado en la revista PNAS Nexus. Hill era estudiante de doctorado en la Universidad de Stanford cuando realizó la investigación.
El cambio climático mundial ha obligado a muchas especies de plantas y animales a desplazarse a zonas más elevadas o hacia latitudes polares para permanecer en zonas climáticas a las que se han adaptado históricamente. Las especies más longevas, como las coníferas, que pueden vivir siglos, suelen tener más dificultades para seguirle el paso al cambio climático, explicó Chris Field, director del Instituto Woods para el Ambiente de la Universidad de Stanford y autor principal del estudio. Su velocidad está limitada al ritmo de dispersión de sus semillas.
Los inviernos más cálidos y los veranos más secos también pueden envalentonar a insectos y enfermedades invasores para desplazarse hacia el norte y acabar con plantas y árboles endémicos. Silvicultores en Rhode Island y en todo el país han realizado experimentos para desplazar a propósito determinadas especies arbóreas hacia el norte en un proceso conocido como migración asistida.
Las temperaturas en la Sierra Nevada han aumentado un promedio de 1,2 grados Celsius desde la década de 1930. Según los expertos, el calentamiento del clima ha exacerbado el “latigazo meteorológico” de California. Tras años de sequía, este año una serie de grandes tormentas dejaron un registro histórico de nieve en las sierras.
El estudio reciente considera los factores climáticos, entre ellos los cambios en las precipitaciones anuales y las temperaturas invernales, como los principales motores de los cambios en los hábitats aptos para las coníferas. También hace notar que los incendios forestales y otras perturbaciones, como la creciente presencia humana en tierras que solían estar inhabitadas, han influido en el cambio de los bosques.
El calentamiento global “no es toda la historia”, afirmó Jon Keeley, científico investigador del Servicio Geológico de Estados Unidos, quien no trabajó en el estudio. Según Keeley, el papel de las prácticas históricas de gestión forestal también ha influido en los cambios de distribución de los bosques de coníferas, pues, según dijo, ha ayudado a propiciar incendios forestales más destructivos.
Hasta la década de 1930, se producían con regularidad incendios de baja intensidad que no mataban muchos árboles grandes, lo cual significaba que las plántulas de los árboles podían restablecerse con mayor facilidad en esas regiones después del incendio. Sin embargo, las décadas de supresión agresiva de incendios forestales que comenzaron en el siglo XX provocaron una acumulación de vegetación en los bosques que estaba lista para arder. Una vez iniciados, solían dar como resultado incendios de “copa” de mayor intensidad que podían propagarse por el dosel forestal de copa en copa y dejar vastas extensiones de terreno árido y estéril, lo cual dificultaba más que los árboles jóvenes echaran raíces, explicó Keeley.
Los estadounidenses también se han mudado cada vez más a las faldas de la Sierra Nevada, las cuales son propensas a incendiarse. La rápida urbanización de zonas conocidas como “interfaces urbano-forestales” ha aumentado el riesgo de incendios forestales.
Hace poco, los gestores forestales comenzaron a utilizar las quemas prescritas para clarear los bosques de manera preventiva para que los incendios forestales tengan menos leña que consumir, pero el cambio climático está complicando más las quemas intencionadas.
El equipo de Stanford también mapeó los lugares en los que los bosques dominados por coníferas de Sierra Nevada ya habían hecho la transición a paisajes dominados por otro tipo de vegetación, como arbustos o plantas con flores, entre las décadas de 1930 y 2010.
Cuando ocurren transiciones de este tipo, pueden perjudicar a las especies locales y endémicas que dependen de los bosques. Los bosques también tienen un papel fundamental en la regulación de la calidad del agua y el secuestro de carbono.
El nuevo estudio puede ayudar a los gestores forestales y a los formuladores de políticas a priorizar sus recursos limitados, señaló Winslow Hansen, ecólogo del Instituto Cary de Estudios de Ecosistemas, una organización sin fines de lucro, quien no contribuyó en el estudio.
Según Hansen, esto podría implicar la conservación de bosques zombis en regiones incompatibles durante el mayor tiempo posible o dirigir los recursos a zonas donde el clima siga a tono con la vegetación.
Según un estudio publicado la semana pasada por investigadores de la Universidad de Stanford, el calentamiento del clima ha dejado a una quinta parte de los bosques de coníferas que cubren la Sierra Nevada en California varados en hábitats que ya no les convienen.