Millones de personas padecen de enfermedades del hígado, sin siquiera saberlo, ya que este es un órgano tan benigno que aun solo con el 10 por ciento de su funcionamiento puede mantener la vida de una persona, lo cual dificulta en muchos casos la detección temprana, explica Jorge Salazar, presidente de la Asociación Guatemalteca de Hepatología (AGH).
Las hepatitis virales se manifiestan con ictericia —color amarillo de piel y ojos—, orina oscura, náuseas y vómitos.
Sin embargo, la mayoría de personas infectadas no lo saben hasta que se presentan los síntomas. Mientras que para otros tipos (A —la más común en Guatemala— y B) existen vacunas disponibles; contra la hepatitis C —considerada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) una “bomba de tiempo viral”— no hay inmunización, pero puede prevenirse. En esta, a diferencia del tipo B, el cuerpo es incapaz por sí solo de eliminar el virus, el cual deteriora el hígado y puede producir cirrosis o cáncer hepático después de 20 o 30 años, afirma la AGH.
La incidencia de esta afección en el país es de alrededor de 0.2 a 2 por ciento, según el grupo de población. Quienes tienen mayor riesgo de padecerla es el personal de la salud, individuos que recibieron transfusiones sanguíneas antes de 1992, personas que se hicieron tatuajes, usan pírsines o drogas intravenosas. Además, si se sometieron a cirugías con equipo no esterilizado o jeringas reutilizadas, explica el médico Manuel Antonio Gatica, de la Asociación Guatemalteca de Gastroenterología, Hepatología y Endoscopia Gastrointestinal.
COMPLICACIONES
Las hepatitis tipos B y C constituyen la causa más común de cirrosis —54 por ciento—, falla hepática aguda, cáncer de hígado —78 por ciento— y de trasplante de este órgano, explica la OMS. Sin embargo, el trasplante se efectúa solo en casos de cirrosis hepática avanzada, aclara Gatica. Además de que en Guatemala no se efectúa esta cirugía, el costo es elevado —entre US$100 mil a US$500 mil—, y hay poca disponibilidad de órganos.
El diagnóstico prematuro —mediante análisis de sangre— ayuda a evitar la progresión de la hepatitis C o minimizar los daños, ya que se recurre a tratamiento medicamentoso, que ha resultado efectivo. A escala mundial, se emplea la biterapia y triple terapia, refiere Gatica. En la primera, se usa el interferón pegilado más ribavirina durante seis a 12 meses. En la segunda se incluyen estos fármacos más el telaprevir o el boceprevir —inhibidores de la proteasa—, los cuales se administran durante seis o 12 meses.
TESTIMONIO
“Me hicieron trasplante de hígado”
En 1980, a Jorge Salazar, presidente de la Asociación Guatemalteca de Hepatología, le hicieron una transfusión de sangre. Pasó 28 años sin saber que había sido infectado en esa ocasión del virus de hepatitis C.
En el 2008 le detectaron la enfermedad, la cual todavía no había presentado síntomas, aunque sentía fatiga. Como el daño en el hígado estaba avanzado, dos años después le fue trasplantado un hígado. “Si lo hubiera descubierto de joven, hubiera podido erradicar la enfermedad”, asegura Salazar, de 56 años, quien ahora asegura que goza de buena salud.
Fuentes consultadas: Jorge Salazar, Jjsalazar58@gmail.com, y Manuel Gatica, gati2329@hotmail.com.