DE MIS NOTAS

Pablito: ¿qué sexo quieres elegir?

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En todos los tiempos y en todas las civilizaciones siempre se aceptaron los genitales como el identificador sexual: pene y testículos = hombre; vulva y ovarios = mujer. En 1917, Weiman describió la presencia de cromosomas X e Y en células humanas como el identificador biológico: la mujer el XX y el hombre el XY.

' “Nunca existió en la historia de la humanidad un movimiento social y político tan hiperrepresentado como los LGTB”. Agustín Laje

Alfred Kaltschmitt

A partir de la segunda mitad del siglo XX, especialmente desde la Segunda Guerra Mundial, los espacios se abrieron para las mujeres. Surgieron movimientos que modificaron el entendimiento de la sexualidad. La revolución sexual se cuenta a partir de esa época, al hacer un énfasis en separar el placer de la procreación.

Desde tiempos inmemoriales, el lesbianismo y el homosexualismo en sus diferentes manifestaciones se han aceptado como prácticas e inclinaciones comunes propias de una diversidad consentida —a sotto voce— o abiertamente, dependiendo de épocas y lugares. El movimiento LGTB se cuenta a partir del día del Orgullo Gay LGTBQ+, y se remonta a un 28 de junio de 1969, en Nueva York, aunque ya había algunos activistas en los noventa.

Desde entonces, y a partir de establecer “el objetivo de promover el respeto por la diversidad y luchar contra todo tipo de discriminaciones que tiendan a la segregación, o menoscabo de algún derecho (salud, educación, trabajo, por razones de orientación sexual, identidad de género” (…); se inician diversos movimientos que culminan en convertir el movimiento LGTB en un movimiento político de amplio espectro, con representación en las Naciones Unidas, en leyes a nivel global, en las grandes empresas, en el cine y el teatro, en Hollywood, en la academia, en las universidades y en las escuelas. “Nunca existió en la historia de la humanidad un movimiento social y político tan hiperrepresentado como los LGTB”, afirma el politólogo Agustín Laje.

Coincido. La presión e influencia política es tan grande que, actualmente, en California el Estado ha aprobado una ley que le permite a un hijo salir de su casa como “Pablito”; al llegar al colegio, tener acceso a un lócker donde puede vestirse de mujer y cambiarse el nombre a Juanita o al que quiera. Al terminar las clases repite el procedimiento y regresa a casa. Todo este procedimiento, sin el conocimiento ni el consentimiento de los padres.

Estos fenómenos, nunca vistos antes, devienen de una agenda que promueve activamente la identidad de género, asegurando que “permitir que los niños expresen su identidad de género de manera segura y sin prejuicios puede ser beneficioso para su bienestar emocional y mental”.

La presión ha escalado a las competencias deportivas, forzando a los organizadores a permitir la participación “legal” y “no discriminar a los atletas transgénero”; a pesar de la indiscutible e injusta ventaja que tienen sobre las mujeres en términos de fuerza, velocidad y resistencia.

El problema del movimiento LGTB es que pretende imponer por la fuerza su agenda, violando la libertad individual. Los padres de familia deben tener el derecho de decidir sobre asuntos que atañen a sus niños. No aceptar la indoctrinación es un derecho. No permitir que los lócker sean compartidos por transgénero es un derecho. El empresario o la organización deben tener la libertad de contratar a quien ellos prefieran. Es un derecho. Las competencias deportivas deben seguir el sentido común, respetando las diferencias biológicas, para que estas sean verdaderamente justas y sin ventajas; y que, como siempre ha sido: Entre mujeres y hombres.

Resulta contradictorio que un movimiento cuyo postulado principal es evitar la discriminación y el rechazo, esté haciendo exactamente lo contrario contra todos los demás.

No, papá, soy Pablito y no quiero ser mujer…

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.