LA BUENA NOTICIA
“¡Retírate, Satanás!”
Hemos comenzado el tiempo de Cuaresma. La Iglesia invita a los pecadores a la conversión y a los creyentes a crecer en santidad, convencida de que el hombre y la creación pueden recuperar su integridad original y alcanzar la santidad final. Por eso, el primer domingo de cuaresma, la Iglesia invita a reflexionar sobre el extraño episodio de las tentaciones de Jesús. Tras su bautismo en el Jordán, el Espíritu de Dios condujo a Jesús al desierto para que Satanás lo pusiera a prueba.
' El mal en todas sus formas no es parte de la creación de Dios.
Mario Alberto Molina
Satanás intenta apartar a Jesús de la obediencia a su Padre del cielo. Primero, Jesús debe instrumentalizar a Dios para beneficio propio; luego debe pedirle a Dios prueba de sus intenciones salvíficas y finalmente debe rechazar a Dios para adorar a Satanás en su lugar. Jesús se mantiene fiel a Dios y a su misión y rechaza a Satanás: “¡Retírate, Satanás, porque está escrito: ‘adorarás al Señor tu Dios y solo a Él le darás culto’!”.
¿Quién es este personaje, Satanás? Para responder a esta pregunta debemos fijarnos en la dimensión oscura de nuestra existencia. Uno de los enigmas más tenebrosos de la vida humana es el mal, que tiene muy diversas formas. La más grave y dolorosa es la muerte, que le roba el sentido a la vida. Le sigue la perversidad de la conducta que causa daño a víctimas inocentes, que destruye vidas y bienes. A la libertad humana se asocian otros males como la negligencia, la irresponsabilidad y las simples equivocaciones con consecuencias indeseadas. Nos agobia la enfermedad psíquica y la corporal. El mal nos destruye en las dimensiones más profundas y en las más externas de nuestra existencia. El creyente se pregunta: ¿qué tiene que ver Dios con esas diversas formas del mal? ¿Las quiere? ¿Hizo Dios al hombre para que muriera? ¿Lo hizo pecador de modo que la perversidad le sea congénita? ¿Es la enfermedad psíquica o la corporal parte de la naturaleza humana? ¿Hizo Dios al hombre imperfecto y malo?
Estas son preguntas que no tienen respuesta fácil para el que cree en un Dios bueno. Ni tienen respuesta satisfactoria desde la sola razón. La Biblia, a diferencia de otros relatos religiosos que se ocupan del problema, ni atribuye el mal a un agente igual y rival de Dios, ni hace del mal un ingrediente de la creación. El mal vino después sobre una creación buena. El mal en todas sus formas no es parte de la creación de Dios, sino el resultado de la intervención en la vida humana de un agente externo al hombre, una criatura de Dios que se pervirtió, llamada Satanás. Si el hombre peca es porque Satanás lo seduce y el hombre libremente consiente; si muere es porque Satanás ha introducido la muerte en su vida; si la persona sufre trastornos físicos y psíquicos es porque está bajo el influjo nocivo de Satanás. Es un error desechar esta visión como una ingenuidad mítica. Satanás es el personaje, origen del mal en el hombre y su mundo; el mal proviene de él, no de la creación. Ni la muerte ni el pecado, ni la enfermedad ni el sufrimiento son parte del designio de Dios. Reducido Satanás a la impotencia, pueden las otras criaturas de Dios alcanzar la integridad y la santidad para las que Dios las creó. El mal es advenedizo, y Cristo ha venido a derrotar y someter al que lo causa. Si la Biblia no nos enseñara la existencia de Satanás, habría que inventarlo para afirmar la bondad de la creación de Dios y del destino humano. Al narrar la victoria de Jesús sobre Satanás, el evangelio proclama la hermosura y la bondad de la creación y de la humanidad. Unido a Jesús, el creyente puede y debe esforzarse por superar el mal moral de su libertad. El pecador puede volver a ser santo y confiar en que la enfermedad y la muerte serán derrotadas.