Escenario

Tronos legendarios

El viernes pasado y ayer se celebró el ritual para armar "las plumas", como se suele llamar a las tres andas procesionales que en tres ocasiones salen a las calles con la imagen de San Bernardino de Siena, y otras dos esculturas, en ocasión de la fiesta patronal de Patzún, Chimaltenango, localidad de la etnia maya kaqchikel, situada a 84 kilómetros de la capital de Guatemala.

Durante dos días, los devotos colocan "las plumas",  elaboradas con tela y cañas de Castilla. (Foto Prensa Libre: Edwin Castro)

Durante dos días, los devotos colocan "las plumas", elaboradas con tela y cañas de Castilla. (Foto Prensa Libre: Edwin Castro)

Curiosamente, aunque esa procesión suele figurar en postales y fotografías turísticas, pocas veces se ve el momento de la preparación.

Esa ceremonia empezó al amanecer con rezos y quema de incienso ante el altar patronal, profusamente adornado con flores naturales y pino.

Se quemó una bomba voladora para anunciar a la población que el ritual había comenzado. Se quemó otra al mediodía, a la hora del almuerzo ofrecido por el cofrade a los invitados. Y otra, a la hora del ángelus, para anunciar que con una oración y la oscuridad se suspendía o concluía el trabajo.

Un solo sentir

Unos 40 hombres, dirigidos por ancianos conocedores de la tradición y auxiliados por niños y jóvenes, participaron durante estos dos días, primero en armar y sujetar 12 estructuras de reglas de madera de cedro o pino y delgados bejucos traídos de las montañas cercanas, y después con la colocación en las estructuras de madera, una a una, de piezas de tela de 30 centímetros de largo sostenidas por varas de caña de Castilla, redondeadas en la punta, que sustituyen a las plumas de guacamaya, quetzal y otras aves con las que los antiguos mayas adornaban esos tronos móviles, en los cuales se sentaban grandes señores.

Para este domingo, desde muy temprano, las tres “plumas” o andas recorren las calles adoquinadas de Patzún. Cada una será llevada en hombros por grupos de seis devotos, en la primera procesión de la fiesta patronal, conocida como de rogativa, cuyo propósito es pedir a Dios, a los santos y a los nahuales de los cerros la lluvia necesaria para los cultivos, así como protección y bendiciones para que el festejo transcurra sin perturbaciones para los cofrades, danzantes, músicos y devotos.

El 20 de mayo, nima’k’ij o día grande o de la fiesta patronal, es cuando sale la segunda procesión. Y el 25 de mayo hará su recorrido el mismo cortejo, conocido como la octava de la festividad, que se realiza como despedida, para agradecer el haber podido terminar la fiesta en paz y pedir salud, vida y recursos para la celebración al siguiente año.

Muy valiosas

Las plumas se usaron en las culturas prehispánicas como ornamento y para distinguir jerarquías, cita el historiador recientemente fallecido Gabriel Morales, en su investigación El arte plumaria en las tradiciones religiosas de Guatemala.

El Popol Vuh, libro sagrado de los quichés, cita que los dioses, antes de la creación del mundo, estaban vestidos de plumas verdes y azules. Los héroes mitológicos Hunahpú e Ixbalanqué, con plumas de papagayo derrotaron a los señores de Xibalbá. Con estos artículos se fabricaban penachos, capas, abanicos y parasoles, y se ornamentaban tronos, lanzas y cetros. Las plumas han sido signo de realeza, tributo y ofrenda, explica Morales.

Origen milenario

Proponía Morales que la forma de los tronos que vemos en la actualidad se originó en la antigüedad maya, y para ello se basa en una escena plasmada en el dintel 3 del templo 4 de Tikal, (600-900 d. C.) que se encuentra en el Museo de las Culturas, en Basilea, Suiza. Muestra al gobernante Yik’in Chan K’awil, muerto, sentado en su trono que representa la parte terrenal, con la mirada hacia el ocaso del sol y, abajo, el inframundo. A sus lados y arriba, la ruta del sol hasta el cenit representado por el cuerpo de una serpiente emplumada en cuyos extremos se representa el sol naciente y el sol en el ocaso. Arriba de la cabeza del gobernante, sobre la serpiente, se ubica el nivel celestial, representado por un ave con frondosas alas de plumas.

Para Morales, esos elementos están presentes en las andas procesionales indígenas actuales: el cuerpo de la serpiente es el arco y dintel de “las plumas”. El abanico superior es el ave celestial o cielo, y el centro en el que se ubican la imagen del santo patrono es el punto en el que se concentran las fuerzas cosmológicas y el poder.

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