Un video de la red social china TikTok muestra un video con las declaraciones del no identificado orador de alguna conferencia, quien se refiere a los congresistas de Estados Unidos y sus problemas legales. Según esos datos, el año pasado 36 fueron acusados de abuso conyugal, siete arrestados por estafa, 19 acusados de girar cheques sin fondos, 117 han tenido al menos dos bancarrotas en sus negocios, tres han sido acusados de asaltos, 71 tienen mal crédito en las tarjetas, 14 tienen cargos relacionados con drogas, 21 tienen juicios, ocho arrestados por robo en almacenes y 84 han sido arrestados por manejar ebrios.

Este sospechoso asunto, debido al momento de hacerse público, puede verse como otro esfuerzo chino de desacreditar a Estados Unidos, así como se ha pretendido calificar a los globos derribados por la fuerza aérea como inocentes juguetes, aunque esto no resista ningún análisis lógico. Pero hay un efecto claro: afianzar la desconfianza entre la ciudadanía estadounidense respecto a las principales instituciones políticas, el Congreso y el Senado. Ayudó a esto el pleito interno republicano casi a muerte para elegir al jefe de la Mayoría de dicha entidad, una muestra de subdesarrollo político francamente tercermundista.

Un país donde la ley se cumple mejor, como Estados Unidos, los señalamientos mencionados son suficientes para afianzar más el desprestigio institucional entre la población. Internamente, la adelantada lucha preelectoral, con las convenciones republicanas y demócratas, tiene el riesgo de ser feroz y de llevar a la reelección de las dos figuras actuales del país: Biden y Trump, aunque ya el primero tiene como rival a Nikky Haley, una ambiciosa extrumpista de alto nivel. Una joven gobernadora republicana ya ha sugerido el retiro de ambos para dar paso a nuevas dirigencias, pero el tercermundismo avanza, con indudables efectos en el mundo occidental. ¿Cuáles serán? Lo dirá el tiempo.

Nueva aberración

Aberración es un grave error del entendimiento, acción depravada, perversa o apartada de lo aceptado como lícito (permitido según justicia y razón). Recibí ayer el video de una joven campeona de natación estadounidense, quien anuncia su retiro en protesta porque ella y sus compañeras fueron derrotadas en competencias donde han participado nadadores nacidos hombres pero autodefinidos mujeres. Empató con uno de ellos, pero la medalla se la dieron a “el-ella” a nombre de la “inclusión”. No solo eso: las obligan a compartir camerinos con estos seres humanos, sin saberlo antes y menos autorizarlo. Hastiada y ofendida, triste, se va. Y usó la nueva descripción de “hombres biológicos”.

Al trágico caso anterior, se unió un satírico video en el cual un médico dice: “—Señor, le daré su diagnóstico. —Soy señorita! —Bueno, señorita. Usted tiene cáncer en la próstata”. Ojo: el satírico humor negro tiene amplio campo… Lingüísticamente, cuando a un sustantivo (hombre o mujer) se agrega un adjetivo (biológico) implica la existencia de mujeres o de hombres no-biológicos. Es aberrante, un grave error de entendimiento. Por su parte, inclusión es “poner algo dentro de otra cosa”. Como todo vocablo, la interpretación de este puede incluir el calificativo de absurdo. En el caso de la federación deportiva mencionada, caben la perversión y la discriminación.

La nadadora, una de las diez mejores de estilo mariposa, compitió contra alguien con el lugar masculino 400, quien ascendió y compite con clara ventaja. Biológicamente, los seres humanos y demás mamíferos tienen pene o vagina. Punto. Sentirse algo distinto a como se nació puede caber en asuntos como nacionalidad, pero no en cargos académicos, por ejemplo. Las entidades internacionales deportivas deben pronunciarse. Toda persona, en especial toda mujer, tiene el derecho de escoger con quién se presenta “vestida de aire”, como dijo Miguel Ángel Asturias. Hace un tiempo un “el-ella” fue condenado por violación a mujeres. Yo considero esto efecto de una pura y dura estupidez.