Los compromisos son a largo plazo

Cada uno de los mandatarios que se reunieron en Washington tiene sus propios problemas internos como para cumplir con una pronta respuesta a la crisis humanitaria que se ha acrecentado durante los últimos meses con la llegada de miles de niños centroamericanos a  territorio estadounidense. El primero es el propio Obama, quien no ha podido encontrar eco entre los congresistas a fin de que aprueben los fondos necesarios para contrarrestar esa avalancha humana.

Los presidentes de Honduras, El Salvador y Guatemala tienen una problemática mayor y a su vez de más lenta solución, pues  muchos de sus habitantes sobreviven en condiciones precarias y bajo extrema violencia, lo que, unido a premuras económicas y la separación familiar, ha provocado un éxodo sin precedentes de miles de pobladores, cuyo rostro más dramático se ha visto con las imágenes de los numerosos  niños albergados en refugios estadounidenses.

Si bien los gobernantes visitantes se comprometieron a contrarrestar la masiva emigración, también fueron claros en solicitar la ayuda de Estados Unidos para soluciones de más largo plazo, que son las que pueden marcar una diferencia en el futuro, para que empiece a reducirse el flujo de centroamericanos. En la medida en la que se avance en respuestas de más largo alcance, se comprenderá la complejidad del problema, pues por ahora simplemente se observarán acciones reactivas que no lograrán terminar con la migración.

Cuando los mandatarios centroamericanos declaran que se trabajará en un plan integral para “abordar las causas subyacentes” de la problemática, deben tener claro que estas son muy profundas y requieren no solo de enormes recursos, sino también de esfuerzos genuinos por hacer de estos países otros modelos de gestión, y esto implica renovadas formas de gobernar, donde no quepa duda de que el bien común marcará muchas de las políticas oficiales, para evitar precisamente ese desencanto con la democracia.

Washington, por su parte, también debe tener claro  que esta región es una de las más desiguales del mundo y necesitará  recursos suficientes para alcanzar una transformación que de verdad logre que los centroamericanos encuentren en sus países los satisfactores necesarios para frenar en definitiva la migración. El poderío de Estados Unidos bien puede contribuir a que otras naciones cooperantes con la región participen de un esfuerzo conjunto para llegar a soluciones estructurales, y eso también pasa por exigir  un responsable uso de los fondos públicos. La reunión de ayer debe entenderse como un primer paso para la comprensión de la complejidad del problema.

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