Revista D

Lenguaje de parejas

El contacto con la piel es vital para devolver la pasión.

Los psicólogos concuerdan que para reavivar la pasión en las parejas es vital demostrar afecto. (Foto Prensa Libre EFE)

Los psicólogos concuerdan que para reavivar la pasión en las parejas es vital demostrar afecto. (Foto Prensa Libre EFE)

¿Es posible tocarse otra vez aunque haya crecido “un frío Atlántico en medio” de dos personas que se aman?, se pregunta Ernesto López Méndez, especialista español en Medicina Familiar y psicólogo clínico.

Como metáfora, “un océano tal vez ya es mucha distancia” pero, a menos que la relación de pareja se haya deteriorado demasiado, siempre se puede revivir el deseo, recuperando como primer paso las caricias olvidadas y volviendo a tocarse con cuidado”, se responde este experto.

López Méndez es autor —junto con Miguel Costa Cabanillas, psicólogo clínico y máster en Salud Pública— de Tócame otra vez, un libro que alienta la esperanza de volver a encender la pasión que parecía apagada y revivir los deleites de las caricias vividas y ahora renovadas, en aquellas personas y parejas que han perdido interés.

López y Costa tratan de transmitir a las parejas la idea básica de que la meta o la tarea por seguir para resolver sus problemas no son tanto las recetas clínicas concretas para uno u otro componente de su actividad erótica alterada, sino la adquisición o el aprendizaje de un nuevo modo o modelo de relación afectiva y física.

¿En qué consiste ese modelo renovado?

“La metáfora del pez que quería entrar en el corazón de la ostra nos da algunas claves de lo que es una comunicación afectiva y efectiva”, explican los expertos.

Según ellos “como la ostra de la fábula, la pareja con la que queremos compartir las caricias es sensible a las palabras y a los gestos que hacen daño, es selectivamente permeable, no se abre en cualquier momento y en cualquier lugar, y es celosa de su intimidad”.

“No se puede entrar en ella sin su permiso, ya que se abre y se entrega solo cuando ella decide hacerlo, no cuando uno le dice o le impone que se abra”, añaden.

Cada persona es un tesoro único

Según López y Costa, “si una persona quiere revivir el deseo, le será útil saber que quien ha de compartir con ella las caricias es un ‘patrimonio de la humanidad’, único, exclusivo, diferente a todos los demás, que quiere ser tomado en consideración con todo su valor precioso y singular“.

“Tomar en consideración a alguien quiere decir, entre otras cosas, aceptar que tiene perspectivas y ritmos diferentes, momentos oportunos para la relación y otros que no lo son y, en consecuencia, nos plantea el reto de desarrollar una fina capacidad de observación”, destacan.

Según los psicólogos, “además de ser el órgano más extenso del cuerpo, la piel también puede ser considerada el órgano erótico por excelencia, ya que si bien la vista es importante, la pasión comienza en la epidermis”. De hecho, el título del libro alude a ese aspecto.

“Acariciar deja que mis dedos corran por los caminos de tu cuerpo”, como decía Neruda, es un regalo para quien recibe las caricias y también para quien acaricia, porque a este último le permite recorrer los anchos territorios de todo el cuerpo, descubrir sensaciones desconocidas, escuchar con atención y con calma las reacciones de su pareja, conocerla mejor, conectarse mejor”, indican.

Según López y Costa, acariciar es clave, “más aún cuando se está intentando revivir el deseo. Y no son recomendables las prisas o ir directamente a los órganos genitales o al coito. No hay que precipitar la llegada, sino demorarse por los senderos del camino, acariciando lentamente”.

“Cuando una relación empieza, se hacen “manitas” en cualquier lugar, mucho antes de llegar a la cama. Para revivir el deseo, hay que volver a hacerlo, porque tocarse las manos calienta lo que estaba frío, recordando que la pareja, él o ella, es una “ostra” sensible, que ha de estar de acuerdo y se abre a las caricias solo cuando lo decide”, de afirman los profesionales.

“Si las demandas que hacemos a nuestra pareja han sido excesivas, puede ocurrir un sutil y fuerte enfriamiento, hasta el punto de que rechace las caricias porque considera que son el preludio de algo que lleva al suplicio de tener sexo sin desearlo”, advierten.

“Si fuera así, el proceso de cambio sería tal vez bastante prolongado y habría que mostrarse afectuoso y cariñoso, nada más. El ajuste se consigue con buenas dotes de observación y escuchando las señales verbales y no verbales”, recomiendan.

Sin prisa y con suavidad

Los autores de Tócame otra vez consideran que el sexo es una manera de relacionarse y que “la caricia es una señal de que tomamos en consideración al otro y que ni tenemos prisa y le dedicaremos tiempo. Para recuperar la pasión es importante ser suave e ir poco a poco”.

“Cuando el deseo se ha ido apagando o anestesiando con el tiempo, con los avatares normales de la vida diaria y cuando en la relación ya no son todo “mieles”, uno ha podido convertirse para el otro en una persona que despierta reacciones negativas. Incluso puede que la intimidad haya llegado a producir rechazo y miedo. En ese caso, los acercamientos bruscos, impositivos o desconsiderados solo empeoran las cosas”, señalan.

“Si uno empieza despacio, tendrá la oportunidad de descubrir dónde hay todavía una chispa, observar con cuidado si él o ella se siente tomado en consideración; detectar si es recomendable detener el avance porque resulta molesto”, indican.

“Para despertar la sexualidad dormida, además las caricias, hay que acariciarse con las palabras, con el silencio, es importante que los amantes se den permiso para probar y explorarse sin apresurar el viaje, buscando lentamente, sin ansias, para escuchar la respuesta a las caricias y probar el placer de todos los sentidos, para abandonarse, inventar, jugar y tomar con sentido del humor los intentos fallidos”, explican estos psicólogos.

Consultados sobre las posibles diferencias en el uso o significado de las caricias en el seno de la pareja, entre las poblaciones europeas y americanas, López y Costa admiten que “existen diferencias culturales en cuanto al valor que se da al contacto físico en la vida social y de la pareja”.

“Aunque desconocemos estudios multiculturales comparativos sobre este asunto, la relación íntima es en todas las latitudes una relación cuerpo a cuerpo, en la que los besos y las caricias representan un papel decisivo, pero más decisivo aún es tomar en consideración la sensibilidad del otro cuerpo a esos besos y caricias”, señalan.

EFE/Reportajes