LIBERAL SIN NEO
El ocaso de una teoría moderna
Hasta hace poco cobraba notoriedad e influencia una variedad de la Teoría Monetaria Moderna (TMM). Una de las estrellas de TMM era Stephanie Kelton, economista “heterodoxa”, asesora de la campaña presidencial estadounidense del candidato socialista Bernie Sanders en 2016. Ese año político la nombró “una de las 50 pensadoras, hacedoras y visionarias transformando la política estadounidense”; trabajó en la comisión de presupuesto del Senado y aparecía con frecuencia en programas de televisión y radio. Su libro El mito del déficit estuvo en la lista de más vendidos del New York Times en 2020; “un triunfo para el argumento que déficits pueden conducir a crecimiento más rápido”. Kelton proponía que el déficit en el gasto público no debiera verse de forma negativa; por el contrario, mientras la economía tenga recursos desempleados, el gobierno tendría que gastar, incurrir en déficits y crear más dinero.
' Resultó cierto lo que se ha sabido por mucho tiempo y parecía haberse olvidado.
Fritz Thomas
Con la aparición de la inflación en 2022, Stephanie Kelton pasó de moda. Resultó falso que la economía moderna sea diferente, y cierto lo que se ha sabido por mucho tiempo y parecía haberse olvidado: la excesiva creación de dinero y crédito por encima del crecimiento en la producción de bienes y servicios conduce al aumento en el nivel general de precios, inflación. No es que los gobiernos y bancos centrales de las principales economías globales conocieran de Stephanie Kelton o le prestaran atención, pero parecían hacerlo. Por años, y más aún durante la pandemia, gobiernos aceleraron el gasto público, incurrieron en déficits masivos financiados por bancos centrales, con creación de dinero y crédito a tasa de interés cercana a cero.
“Lo que hay que recordar”, dice Mises (1958), “es que la inflación no es un acto de Dios, no es una catástrofe de los elementos o una enfermedad que arriba como una plaga; es una política deliberada”. La inflación no es un fenómeno que surge repentinamente por causas desconocidas o misteriosas; está causalmente atada a acciones y políticas deliberadas que persiguen fines específicos en el corto plazo. Típicamente, estas políticas son “contra cíclicas”. Ante una disminución temporal en la producción y aumento de desempleo, gobiernos y bancos centrales optan por expandir el gasto público y el crédito. El aumento del crédito y la baja tasa de interés hacen parecer como que hay más recursos ahorrados y disponibles de los que en realidad existen. Estas políticas crean un auge temporal; impulsan sobreinversión, mal inversión y estimulan el consumo, al mismo tiempo que desincentivan el ahorro. Eventualmente surge inflación de precios; las autoridades se ven obligadas a cambiar de rumbo y se contraerá la producción. Eso es exactamente lo que sucede ahora.
Actualmente las economías de EE. UU. y la Eurozona sufren niveles de inflación no vistos en décadas. Sus bancos centrales han respondido con política monetaria, aumentando la tasa de interés para reducir el dinero en circulación y atenuar la inflación. Un problema es que la política fiscal se mantiene campante gastando a manos llenas, solo que ahora tendrá que financiar sus déficits a tasas más altas, que crea otra clase de presiones.
Guatemala tiene un panorama monetario diferente; el banco central no puede financiar directamente el déficit del gobierno con la creación de dinero, que es una bendición. Pero la economía del país es altamente vulnerable a fenómenos monetarios externos, particularmente el dólar. Si la tasa de interés en EE. UU. continúa en ascenso, al Banguat no le quedará más recurso que promover que la tasa aumente en Guatemala. Nada nuevo bajo el sol.