ALEPH

La violencia que se hereda

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Si muchas mujeres de una generación son violentadas, torturadas, abusadas o asesinadas sin que la justicia llegue o la sociedad se pronuncie ante ello, es muy probable que las niñas, las adolescentes y las mujeres de la siguiente generación vivan violencias parecidas. Las violencias se heredan y normalizan, al igual que el daño que estas violencias producen.

' ¿Qué sociedad puede levantarse sobre los cuerpos abusados, negados y violentados de las mujeres?

Carolina Escobar Sarti

Por ello, no es raro que hace 20 años yo escribiera sobre el mismo problema que escribo hoy y citara (a veces desde casos particulares) los 751 femicidios que se produjeron en el 2003. Por ello, no se ha hecho justicia en el caso del crimen de Estado que se produjo en el Hogar Seguro en el 2017, donde murieron quemadas 41 adolescentes y otras 15 sobrevivieron en circunstancias difíciles. Varias habían denunciado violaciones y torturas anteriores dentro de ese lugar. Por ello, no es extraño que viviéramos de nuevo otra escena dantesca en Guatemala, cuando aparecieron enterrados 7 cadáveres de mujeres en una vivienda abandonada en Lomas de Santa Faz, zona 18 de la capital, el 15 de diciembre recién pasado. Y, entre muchas noticias más, pasó casi desapercibida la del primer femicidio del 2023; el de Génesis, una niña de 7 años que fue secuestrada mientras jugaba en una calle de Ciudad Peronia y terminó semienterrada en una construcción abandonada. Parece que, para muchos, es “normal” la violencia contra las niñas, adolescentes y mujeres en Guatemala.

¿Cuántas niñas, niños y adolescentes que ven cómo sus madres, abuelas, hermanas o tías son maltratadas o abusadas con frecuencia creen que eso es normal y “lo que les toca” por ser mujeres? Quienes hemos trabajado por años con sobrevivientes de diferentes tipos de violencia sabemos que eso es mucho más frecuente de lo que quisiéramos. Además, frente a la violencia que se ha generalizado y socializado en Guatemala se usa el argumento de que mueren más hombres que mujeres, por lo cual no deberíamos particularizar.

Vamos por partes: Guatemala ocupa los primeros lugares de violencia y pobreza del mundo. Generalmente, esto se expresa cotidianamente en los cuerpos de las mujeres, las niñas y los niños, pero se confirma con las cifras del Ministerio Público (a pesar de que innumerables denuncias por violencia contra la mujer han sido desestimadas en los últimos años): los delitos más denunciados son los de violencia contra la mujer y la niñez, y quienes generalmente los cometen son hombres. En el 2022, un 68% de la cifra total reportada por el MP corresponde a delitos contra las mujeres y un 32% contra niñas y niños.

Por otra parte, de los 453 asesinatos de niñas, niños y adolescentes sucedidos entre enero y septiembre del 2022 (Ciprodeni), 69% fueron hombres y 29% mujeres (no dice el restante 2%). Ellos son más, pero la saña, las mutilaciones, los golpes, la tortura y los ultrajes que se ven en los cuerpos de las niñas y mujeres generalmente marcan una diferencia con respecto a los de los hombres asesinados, quienes mueren más por arma de fuego, a manos de otros hombres.

Las violencias, en general, son un problema grave en Guatemala, pero las violencias contra las mujeres son un problema de salud pública, porque aún somos las reproductoras biológicas e ideológicas de nuestra sociedad. Además, la violencia contra las mujeres no es solo física, sino muchas veces también psicológica, económica y sexual. ¿Qué sociedad puede levantarse sobre los cuerpos abusados, negados y violentados de las mujeres o sobre los asesinatos de sus niñas y adolescentes?

Esta es la violencia que se ha venido heredando. No más. Queremos heredarles a las niñas y adolescentes de Guatemala una voz, una vida, sueños, ilusiones, confianza, sexualidades sanas y responsables, amor y respeto por sí mismas, la capacidad de decidir, educación, camino y esperanza. Ya no más muerte.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.