LIBERAL SIN NEO
De tónico a órgano vital
El Faraón de Egipto tuvo un sueño: se encontraba frente al Nilo cuando vio emerger del río siete vacas hermosas y gordas que se pusieron a pastar en la pradera. Luego vio salir a otras siete vacas, flacas y demacradas, que se comieron a las siete hermosas y gordas. El Faraón despertó, se volvió a dormir y tuvo otro sueño: de un tallo brotaron siete mazorcas de grano, gordas y robustas. Tras ellas, sopladas por viento del este, brotaron siete mazorcas delgadas y resecas, que devoraron a las gordas y robustas. José fue sacado del calabozo y llevado frente al Faraón, quien le mandó interpretar sus sueños. José explicó el significado: vendrían siete años de gran abundancia en todas las tierras de Egipto, seguidos por siete años de hambruna que consumiría todo; la exuberancia sería olvidada. Faraón debería guardar una quinta parte de la cosecha en los siete años de abundancia y así tener comida almacenada para todo Egipto en los años de carencias.
' La hemorragia de habitantes no puede ser la mejor estrategia de crecimiento y desarrollo.
Fritz Thomas
Esta historia es una de las más conocidas del Antiguo Testamento, en Génesis; dos de los seis sueños en los que figura José, el hijo menor de Jacob, ancestro de las tribus de Israel. De allí el aforismo de vacas gordas y vacas flacas para referirse a épocas de abundancia o carencia.
A Guatemala le ha llovido maná del cielo por más de una generación y la lluvia se ha vuelto más copiosa en años recientes. Funcionarios y analistas gustan de pavonearse cómo la economía de Guatemala se contrajo por solo -1% por el covid en 2020, para luego recuperarse y crecer a una formidable tasa de 8% en 2021. No hay gran misterio que interpretar. Un factor fue el regreso a la normalidad de la actividad económica que impulsara la economía a crecer 3-4%. Otro, que lejos de bajar como muchos ingresos durante la pandemia, las remesas aumentaron 7.9% en 2020.
El 2021 fue un año literalmente fuera de serie, las remesas aumentaron 34%, más de un tercio, de US$11,340 millones (2021) a US$15,296 millones (2022). Equivale a recibir 18.8 salarios en el año en lugar de 14. En el período 2010-2020, las remesas crecieron a una tasa promedio anual de 10.2%; en los pasados dos años (2021-22) aumentaron en promedio 26.4% anual. Personas y empresas que consiguen aumentar sus ingresos más de 25% al año, parecieran ir en buen camino; se duplican en 33.6 meses.
Las remesas se han convertido en una estadística cotidiana; optimista, positivo año tras año. En 2022 crecieron 18%, superando US$18 mil millones; más de 138 mil millones de quetzales. Esta cifra alcanza para comprar una motocicleta para cada habitante del país, sobra para comprar las exportaciones de bienes y servicios de Guatemala en un año o pagar cinco años del consumo de hidrocarburos; es más que el presupuesto de gasto del gobierno para 2023. Las remesas han pasado de ser un saludable tónico para convertirse en un órgano vital de la economía del país.
Aunque no lo parezca por tantas carencias, Guatemala está en tiempos de vacas gordas, situación que en el largo plazo indudablemente cambiará. Mientras el país cuenta con este combustible de consumo y válvula de escape de desempleo, sería el tiempo de invertir en los factores que son capaces de potenciar sus capacidades de producir y generar bienestar en el futuro. La pregunta no es qué hacer con las divisas que reportan las remesas, carecen de controlador centralizado que pueda regir su destino; se dispersan entre millones de personas en todo el país. La interrogante gira en torno a cómo aprovechar este espacio; la hemorragia de habitantes no puede ser la mejor estrategia de crecimiento y desarrollo.