EDITORIAL
Creatividad escrita: un obsequio trascendental
La vorágine de luces, villancicos, sonrisas y también tentadoras ofertas propias de la época navideña está en su mejor momento. Es época de emociones, reencuentros, nostalgias y también nuevas perspectivas para el año venidero. Fomentar, adquirir o recuperar el hábito de lectura puede ser una de esas metas que pueden marcar una diferencia esencial para toda persona, sobre todo niños y jóvenes. No se trata de una habilidad que únicamente se adquiera con la asistencia a la escuela; requiere de una decisión consciente, una dedicación constante y una convicción que se renueva cuando se adquiere el hábito.
Obsequiar libros de autores nacionales actuales puede ser una de esas opciones distintas para sorprender, agradar y también generar apoyo a esa nueva generación de creatividades escritas, en poesía, narrativa corta, novela o ensayo. Nunca es tarde para enriquecer las perspectivas de la realidad o la imaginación a través de obras creadas por connacionales, predominantemente jóvenes, aunque también hay firmas reconocidas e incluso premios nacionales de literatura en constante actividad productiva.
Lamentablemente, la actividad de lectura es con frecuencia infravalorada, reducida a un sentido lúdico, propio del tiempo libre, cuando en realidad se trata de un desafío constante de formación y evolución personal. La comprensión lectora es una aptitud puesta constantemente a prueba por los requerimientos laborales, académicos e incluso cívicos. Buena parte de la comunicación contemporánea se desarrolla mediante la lectura de medios informativos escritos y textos en plataformas electrónicas y redes sociales. Exige capacidad de lectura rápida, procesamiento de ideas y reacciones lógicas, coherentes, asertivas.
La capacidad de estructurar mensajes o actualizaciones tiene aplicación diaria y también se detectan sus deficiencias. En la formación escolar se imparten principios, las reglas y cierta exigencia de calidad, claridad y estructura, a cambio de puntos. Sin embargo, a veces ni los propios maestros ni los padres leen asiduamente, bajo una enorme cantidad de pretextos. Mejor los eliminaran y se ocuparan de los textos, porque solo a través de la lectura constante se logra robustecer el vocabulario, asumir con integralidad el valor de la gramática y la ortografía e inspirar con el ejemplo.
Escritores guatemaltecos de ayer y hoy exponen experiencias, reflejan realidades, descifran complejidades o codifican simplicidades. Hay fragmentos de su producción en internet, pero pese a todo los libros físicos continúan siendo auténticos remansos para la atención, balsas para el espíritu, cascadas refrescantes en medio de la rutina de humo y concreto.
Comprar un libro nacional para regalar o regalarse es también un espaldarazo a esos quijotes emprendedores que están al frente de una editorial, ya sea un sello de varias décadas o un taller artesanal que lucha por sobrevivir al analfabetismo funcional, al prejuicio de que la literatura es una tarea a la fuerza en básicos y bachillerato. Quizá allí está la clave, que la educación pública y privada se libere de las jaulas memorísticas, para comenzar a estimular el disfrute de las letras y potenciar la creación. Quizá aún sufrimos la herencia de tiempos dictatoriales y sus émulos intolerantes al pensamiento libre, fresco y desafiante. Por cierto, hoy hace 101 años nació el gran Augusto Monterroso, que sigue siendo un gran desconocido a pesar de que su lucidez y la de tantos otros escritores connacionales está a la mano en un estante.